Voz de mi hija. "Without you. Sin ti"

Voz de mi hija.

martes, 22 de septiembre de 2020

A pesar de todo, vuelve el otoño.



Cuesta cambiar de estación, a mi por lo menos me da pereza reorganizar el armario, aunque por este maldito virus muy poco he disfrutado de la ropa veraniega. En octubre de nuevo toca sufrir el cambio de horario, retrasar una hora, por tanto habrá disminución de horas de luz que son las que favorecen la secreción de melatonina, una hormona relacionada con la conciliación del sueño y que su ausencia provoca tristeza o lo que se conoce también como astenia otoñal, algo que se considera normal en personas con tendencia depresiva.

El verano nos dice adiós y a pasitos lentos entra un nuevo otoño y seguimos con la incertidumbre del futuro.
Cuando era niña la melancolía era inevitable al finalizar septiembre, el jardín donde pasaba gran parte del día durante los meses de calor, comenzaba a cambiar de aspecto. Solía mirar el famoso árbol de las anillas, creo que ya os he hablado en alguna ocasión de él, donde mi hermano hacía estiramientos para fortalecer sus músculos quinceañeros, era tan delgado y alto que le obsesionaba ensanchar su espalda. Pues bien, aquel árbol  fue un frondoso melocotonero que nunca daba fruta pero su aroma nos perfumaba gran parte del año. Cuando el verano daba sus últimos coletazos, sus ramas se desnudaban poco a poco hasta llegar a parecer un auténtico esqueleto. Entonces me fijaba en aquellas anillas,  imaginaba que eran pendientes plateados que colgaban  de las orejas del árbol, era perfecto, tintineaban con el sonido del viento y resultaba una estampa muy original. Quizá mi rebuscada imaginación iba demasiado lejos, pero al menos aquel arbolito conservaba la esperanza del buen tiempo hasta la próxima primavera.

La nueva estación tiene otro tipo de encantos. Ya conocemos los colores del otoño y los cambios tan bonitos que se producen en la Naturaleza, sin embargo para muchas personas la transición del calor al frío no suele ser agradable, los días son más cortos y por tanto hay menos horas de sol, cosa que en psiquiatría se considera una tendencia a la depresión, como antes dije. Para evitar cualquier contratiempo relacionado con melancolía o tristeza nada mejor que utilizar nuestra vista, observar y admirar la belleza del momento, aunque éste no sea muy propicio siempre hay algo que no se pierde.



 
Cualquier paseo lleno de hojas secas, cualquier banco solitario e incluso un estanque vacío, puede ser hermoso. 
 Hay miradas que son capaces de extraer la belleza de todo lo que ven. Pueden distinguir con facilidad la bondad de un corazón, la sensualidad de una piel, la delicadeza de una flor o la sabiduría de un alma, es como si estuvieran dotadas de una especie de escaner que se filtra como un rayo de luz, atento al devenir de una vida. Tener la capacidad de extraer lo hermoso por poco que sea, es una virtud que siempre beneficia.

La belleza es un lujo, pero quien le otorga el valor es la mirada que la interpreta. ¿De qué manera definirías la belleza? ¿Es un estado, una forma o una simple mirada?. La belleza cuando existe tiene forma y contamos con los ojos para contemplarla, qué más podemos necesitar... Si me tengo que quedar con una de las tres cosas, estado, forma y mirada, elijo la última. Y no olvidemos que también contamos con la imaginación cuando  la vista nos falla.


" La belleza es superior al genio. No necesita explicación. "Oscar Wilde" .

Otoño, belleza y sensibilidad, tres cosas que me permito ligar.

Como la lluvia que cae lentamente, que va dejando brillante el suelo, que moja las ramas y las hojas de los árboles, que empapa los cabellos y refresca el rostro, así es la sensibilidad. Va poco a poco dejando reluciente nuestro espíritu, calando nuestro corazón, e inundando el alma de paz hasta llegar a desbordarla. Lluvia, agua, corazón y alma. Cuatro palabras afines a las lágrimas y afines también a la maravilla de estar vivo, porque tanto si lloramos como si reímos es señal de que somos sensibles y como colofón, si somos sensibles, disfrutaremos de la verdadera belleza, por muy escondida que esté.

Bello el otoño ¿verdad?. ¡¡Al  cuerno con el Coronavirus!!

jueves, 10 de septiembre de 2020

CLARO DE LUNA, SONATA.



La noche era cálida en la Nave de los Sueños mientras surcaba con una estela de color los cielos del planeta. Desde el infinito, las amarillas luces iluminaban todo. No había estrellas fugaces, no había deseos que cazar al verlas correr por la bóveda celeste.
Pero la noche abrió la tapa del piano y en esa quietud sonó una ligera nota musical que rompió la calma.
Después de este tímido sonido, vino otro y otro… y así como las gotas del comienzo de una lluvia, sonó toda una melodía. Daba la sensación de que en el universo nada se movía y de repente la LUNA se despertó en la anaranjada noche urbana para, por un momento, posarse en el marco del firmamento y escuchar aquella música suave.

La LUNA, estaba especialmente hermosa. Como una cicatriz blanca en el cielo se elevaba saludando a todo el que deseaba contemplarla, amaneciendo en nocturnidad sobre los mortales durmientes, sonriendo a todo el que dejó el mundo de los sueños para contemplarla, meciéndose al son de la dulce melodía de Beethoven. La LUNA danzaba esbelta entre velos de nubes y  sus pasos ralentizaban el ritmo de la noche.
Las noches más bellas son aquellas en las que la LUNA se viste de dorado y adorna su cabello con conchas de nácar, regalo del mar.
 Su imagen rodeada de estrellas crea el escenario perfecto para que la pluma del poeta exprese su sentir, para que yo misma quede embelesada.

La LUNA cae y se corporiza. Viene a mis pies y me la llevo. Unidas
 las  dos vamos sin fronteras. Miro de reojo y es verde y amarilla como la piel de un plátano. Mientras el mundo lleva sobre los hombros la carga pesada de un virus, caminamos sorteando charcos de sangre, de la roja escarlata sangre de la LUNA.