Aquel día no te encontrabas muy bien y hoy recuerdo unas palabras casi suplicantes que me dijiste. No tenías miedo a morir, ni siquiera a la enfermedad, pero te lo horrorizaba el dolor, " no dejéis que sufra"- solías decir siempre - aquella frase tuya se quedó marcada en mi ❤️. Entonces no era consciente, hasta que por una alergia a un antibiótico la mala suerte se cebó en ti. Una parálisis facial de la mitad de tu rostro, como consecuencia de una mala praxis del médico que te atendió entonces. Fue un golpe muy duro y una recuperación larga, solo tenías cuarenta años. A partir de aquello empecé a interesarme por la medicina, por ese mundo del dolor al que tanto temías.
El futuro quedaba aún lejos, pero aquel fallo me hizo pensar y recapacitar y cuando cumplí los diecisiete me acordé de tu frase "Solo temo al dolor, cuando enferme no dejéis que sufra".
Ante aquella petición pensé cual sería la mejor manera de cumplirla, cuidar la salud del cuerpo y dedicarme por entero a ello?- Mi padre fue un médico frustrado, no pudo seguir su vocación por motivos personales, no fueron tiempos fáciles los de la postguerra y tuvo que cambiar de idea. Su profesión fue otra de la que llegó a sentirse orgulloso, pero la medicina era su asignatura pendiente y siempre decía que la sanación es una de las profesiones más empáticas que se conocen.
Tenía toda la razón. Con los años supe lo importante que es la relación entre el galeno y el paciente, entre quien sabe sanar y puede hacerlo y quien lucha por seguir viviendo.
Empatía proviene del término griego "empatheia" que significa emoción y se refiere a la capacidad de percibir, comprender y sentir las emociones que otras personas experimentan. Me pregunto si con empatía se nace o se hace, es algo que se da mucha importancia mientras eres estudiante, creo que se aprende y antes por lo menos en la Universidad te enseñaban a ser empático con la persona que en esos momentos lo necesita, porque satisface mucho y más emocionalmente.
El paciente acude al médico porque necesita ayuda. No le importa saber si el profesional es apuesto y tiene o no buen humor, lo que demanda es que se le devuelva la salud. Recordemos que «el médico de cabecera» es un ancla, un puente entre paciente, enfermedad y familia. En ocasiones, el enfermo se encuentra como aislado con mínimo contacto con su familia debido a la burocracia que impera en algunos sistemas de salud y es que cuando el enfermo entra en un hospital es sometido a máquinas y aparatos sin darle ninguna explicación, entre análisis, radiografías y exploraciones que no sabe para qué son y lo que buscan, que lo aturden, que nadie le aclara nada y en medio de los cuales escucha poco aliento. En otras palabras, se encuentra perdido.
La enfermedad constituye un giro biológico-existencial para el individuo; tiene sentido entonces que la atención que se brinda se vuelque en estos dos ámbitos para lograr un conocimiento integral de la acción de enfermarse para así dispensar un auténtico cuidado.
Sin embargo, el poderío de la técnica sobre la vida desdibujó esta realidad e instauró una falacia que ha permanecido durante largo tiempo arraigada en la conciencia sanitaria de que la salud y la enfermedad son hechos biológicos sin carga emocional. Como era de esperarse, esta visión fracasó irremediablemente y se plasmó de manera pragmática en la crisis de confianza
que sufre la profesión actualmente. La, podríamos decir «cosificación» del paciente mediante la cual éste se convierte en un número, una estadística, deja de ser una persona para volverse tan sólo una «cosa». Ya no se le llama por su nombre, es ahora el 534. ¿Se debe esto a la deshumanización?, ¿a la falta de valores?, ¿al poco respeto hacia el ser humano?, ¿nos hemos olvidado de la ética?, ¿nos hemos vuelto insensibles hacia las personas? Las respuestas serán diversas, lo que es una verdad como un templo es que en la práctica médica, principalmente en los hospitales, existe una deshumanización hacia el paciente, hacia nuestros semejantes. Ya se sabe que cada uno cuenta su experiencia según le ha ido y que un hospital es un mundo que desconecta lo real y lo irreal.
La caridad es también una forma de terapia. Al principio no eres consciente de lo que significa el contacto con el enfermo, pasas por las salas y vas de habitación en habitación casi como un robot, te preguntan si tienen fiebre, cual es su presión arterial o cuando les darán el alta y tú tratas de esquivar todo lo que se refiere a información clínica.
Pero no siempre es así. Entrar en la consulta y ver al médico que sonríe, que se pone en tu lugar, incluso te coge la mano y te dice que no te preocupes, que es largo y duro pero para eso están ellos, para ayudarte y entender lo que estás pasando. Aunque parezca imposible todavía somos muchos los que empatizamos y hasta podemos llegar al corazón del que sufre.
Hace tres años y medio he pasado por un trance muy duro, muy difícil de llevar y por el que he luchado mucho. No voy a nombrar el hospital, pero la Unidad de Mama, no ha podido ser más empática con sus pacientes.
Mi oncóloga me abraza cada vez que voy a revisión, mi radioterapeuta no me ha dejado llorar nunca, su técnica tan precisa me hizo tener la confianza que en aquel terrible momento necesitaba y su carácter bromista me hacía reír. Han sido tres años y medio de incertidumbre, de miedo a que la espada de Damocles cayera encima de mi cabeza, de ver de cerca la muerte.
Pero tenía que seguir y no es un mundo de color rosa, es negro como la pez. Entonces era yo la paciente y contaba con un buen equipo y sobre todo muy solidario.
Ante un grave diagnóstico, como fue el mío, de nada sirve acobardarse, no es fácil enfrentarse al miedo, hay que ser valientes y poco a poco vas aceptando la situación y te ayuda mucha gente a enfrentarte a ella. Existe personal dedicado a nosotros y es verdad que siempre hay una mano amiga dispuesta a dar ánimo y esperanza. En la lucha tan grande por sanar, sin conocer el futuro que nos espera, la positividad y la fuerza son necesarias y se encuentran en la familia, los amigos y en asociaciones que se dedican a darte todo tipo de ayudas.