Voz de mi hija. "Dedicado a quien amo "

Voz de mi hija - "Dedicado a quien amo".

lunes, 21 de marzo de 2016

HOLA Y ADIOS.


Se fue rugiendo, esta vez más pronto y sin dejar ni un señal gélida, salvo en las montañas. No puedo decir que haya sido un invierno crudo, al menos el que yo he vivido no me ha dejado ver la blancura que hace años era habitual. No me ha gustado nada este invierno cálido, ni siquiera me ha invitado a tomar ese café que calienta las manos y la punta de la nariz.

Ya están los almendros llenos de florecillas en los paseos y ya vuelven a sonar los tambores que anuncian la Semana Santa. Todo pasa rápidamente y llega sin que te des cuenta. La vida hay que tomarla como viene, sí, eso es, como dice la letra de una canción sesentera.
Y vuelve a oler a torrijas y los escaparates se llenan de figuras de chocolate. Cada estación con sus tradiciones y a mi me parece que el tiempo vuela y se junta el turrón con las monas de Pascua, ¡qué agobio! .

Es bonito cambiar los días grises por los soleados y ver el colorido del verde recién estrenado. Dicen que a las plantas hay que hablarlas, que notan tu presencia y son agradecidas. La primavera casi nos obliga a asomarnos a la ventana de la vida. Son tantas las cosas que nos ofrece que es un placer poder disfrutarlas, porque la vida está llena de color, es una balanza con subidas y bajadas, pero llena de color, es como si alguien muy importante desde arriba hubiera derramado su caja de pinturas. Yo lo llamo Dios, tú puedes llamarlo como quieras.

Las flores rojas color de ti,
se mueven al compás del sol del atardecer
que con sus suaves pétalos
acarician el alma de quien las admira
de quien las ve.


Feliz primavera.
 

lunes, 7 de marzo de 2016

HUBO UN TIEMPO

HUBO UN TIEMPO

En el que se pensaba con el corazón y se sentía con el cerebro. Hubo un tiempo en el que la humanidad se levantaba contra las guerras. Hoy, cuántas batallas olvidadas, cuánto girar la cabeza para esconderla bajo el ala...
Hoy existe una guerra sorda que pasa desapercibida, a pesar de estar en las trincheras de nuestros sentimientos. Es la guerra de la falta de escrúpulos morales, de las palabras vacías, en un campo donde solo impera el tener cuanto más mejor, el aparentar para presumir, el subir al escalón más alto olvidando algo tan importante como es la dignidad. Una guerra en la que escondemos nuestras virtudes por temor a ser dañados. Es la guerra en la que vivimos, donde no hay lucha ni defensa y solo importa sacar la bandera blanca en señal de rendición. Cuántas batallas perdidas y qué poco importa salir victorioso aunque sea con el cuerpo hecho jirones.
La escala de valores parece haber dado un giro y ya nadie se ocupa de ella, cuando el valor principal de la vida no está en lo que conseguimos, está en lo que logramos ser. ¡Cuánto recuerdo las palabras de mi padre...!
Los valores humanos no cotizan en Bolsa, están por encima de todo valor material y dentro de nosotros esperando ser dados y a la vez recibidos.

 
Mañana ocho de marzo se celebra la festividad de S. Juan de Dios (1495-1550), para quien no lo sepa fue el primer enfermero y fundador de la Comunidad de Hermanos Hospitalarios de S. Juan de Dios. Evolucionó los hospitales para convertirlos en "lugares de acogida" para los pobres y enfermos mentales. Comprendiendo el gran error que era pretender curar las enfermedades mentales a base de golpes y desprecio, se propuso ayudarles alquilando una casa vieja en Granada para recibir a cualquier enfermo, mendigo, loco, anciano, huérfano o desamparado, atendiendo durante todo el día a cada uno con el más exquisito cariño, haciendo de enfermero, cocinero, barrendero, padre, amigo y hermano de todos. Por las noches salía a la calle pidiendo limosnas para sus pobres. Sabía poco de medicina pero tenía más éxito curando enfermedades mentales que cualquier médico. Enseñó con su ejemplo que a estos enfermos hay que sanarles primero el alma con amor, si se quiere obtener la curación del cuerpo.

Así fue el comienzo de la fundación de su hospital. Más tarde vinculó a su obra un grupo de compañeros, los cuales formaron la Orden de los Hospitalarios de S. Juan de Dios.

 
Existe otro tiempo más crudo, pero más real, en el que el corazón se deshace viendo como muchos profesionales se dejan la piel dando todo, pacientes de todas las edades y condiciones que se conforman con ver pasear su imagen en procesión, que aplauden emocionados gritando vivas y que aunque sus mentes enfermas no comprendan, se muestran felices y agradecidos.

Este es el tiempo que quiero, el que me gusta, el de las noches estrelladas, de susurros y suaves palabras, de sollozos de emoción y lágrimas de agradecimiento.
Es el único tiempo que jamás cambiará.


A mi querida hija.

martes, 1 de marzo de 2016

GENEROSIDAD




En una ocasión, siendo mis hijas pequeñas, fuimos a merendar a una cafetería madrileña. Recuerdo las mesas redondas de mármol, las sillas con el respaldo lleno de filigranas que se clavaban en la espalda, haciendo alarde de una tremenda incomodidad.
Entre el murmullo, el ruido de platos y el movimiento del personal, un muchacho muy delgado y de ojos grandes se movía por el público suplicando alguna moneda.

 Se acercó a nosotras con la mano extendida y sin mediar palabra alguna. Abrí el bolso para coger el monedero pero antes le pregunté si quería tomar algo:
-Si señora, tengo hambre...
Llamé al camarero y pedí un bocadillo y un vaso de leche. El chiquillo lo tomaba con gusto sin levantar la mirada del suelo, después envolvió la parte final en una servilleta.
-Qué ocurre, no quieres más?
- No señora, gracias, voy a guardar este trozo para mi madre que tampoco ha comido hoy.

La limosna no resuelve el problema de la pobreza, pero si hay algo que no soporto es que alguien con hambre de verdad se quede mirando mi plato.



El hambre, uno de los problemas mundiales graves. El instinto de nutrición, tiene sobre los demás el triste privilegio de corresponder a una absoluta necesidad. Su insatisfacción no se traduce por sensaciones desagradables, sino porque pone en peligro la existencia misma del individuo.
Tener hambre es sentir la falta de alimento. Es una definición evidente; pero incompleta.
Las deficiencias cuantitativas (cuando el cuerpo humano no recibe la cantidad de alimento necesario para sobrevivir) no son las únicas que se toman en cuenta, hay otro aspecto más solapado y, sin embargo, más extendido: el hambre oculta, que procede de la carencia de ciertos elementos indispensables al organismo. No basta con tener el estómago lleno para estar bien alimentado. El problema del hambre se desvanece ante otro  mucho más grave porque afecta todavía a más personas: la malnutrición. Podemos comer cada día hasta la saciedad y carecer de ciertos elementos químicos que debemos aportar a nuestro organismo, en una proporción determinada para subsistir. Las proteínas, por ejemplo, constituyen los elementos esenciales del plasma. La digestión los transforma en aminoácidos de varios tipos, algunos sirven para el mantenimiento del cuerpo, otros para el crecimiento, otros para la reproducción.

Hay diez  elementos indispensables para el hombre que deben estar presentes en los alimentos que ingiere. Su falta origina debilidad general, disminución de la resistencia a las enfermedades infecciosas, la degradación progresiva y finalmente aparecen los síntomas del hambre: extrema delgadez, hinchazón de vientre, deshidratación... Otras carencias por la falta de alimento son las de las sales minerales (calcio, hierro y vitaminas).
Podría seguir, pero creo que ya es suficiente. De cualquier manera, tengamos en cuenta que la causa principal de desnutrición es la pobreza.

Los espectros del hambre y la miseria se levantan tras nosotros, y para evitar que nosotros y nuestras familias seamos presas de sus terribles garras, corremos todos tras la fortuna, aunque la hayamos de conquistar, directa o indirectamente, en detrimento de nuestros semejantes. Una frase de Élisée Reclus que define la sociedad indiferente en la que vivimos. Nadie se puede habituar a pasar hambre, ni se puede acostumbrar, no lo soporta el cuerpo ni lo soporta nuestro corazón. Además de todos los signos físicos externos que indican malnutrición, el corazón no puede comprender que esto esté ocurriendo. Un millón de niños se nos mueren de hambre y un silencio se duerme contemplándolos.



Merece la pena adoptar una actitud generosa con los demás. Dar lo mejor de nosotros nos hace sentir bien, ¿o no?