Voz de mi hija. "Without you. Sin ti"

Voz de mi hija.

miércoles, 24 de abril de 2019

Doble nostalgia.



Llueve fuerte sobre Madrid y seguro que las nubes parisinas siguen derramando lágrimas. Hoy leo que estaba prohibido fumar y los obreros no hicieron caso... irresponsabilidad en cualquier obra por pequeña que sea.
Tengo la mirada puesta en el cuadro que me trae una doble nostalgia. Mi padre pintó al óleo la catedral de Notre Dame, en un otoño precioso a la orilla del Sena.
Estando en Paris, saqué la foto y le gustó tanto que dejó su imagen en un lienzo para mi. Seguro que se llevaría un gran disgusto si supiera ahora lo que ha ocurrido con esa joya gótica, que por desgracia se ha quemado. Dicen que cinco años se tardará en reconstruir, pero ya nunca será lo mismo.  Además parece que peligran el resto de sus cimientos. Tres zonas de Notre Dame siguen frágiles y el riesgo de hundimiento de las bóvedas aún no se puede descartar.


Construida entre 1163 y 1245 en la Île de la Cité, la Catedral de Notre Dame de París es una de las catedrales góticas más antiguas del mundo. El nombre de la catedral significa Nuestra Señora y está dedicada a la Virgen María. En sus ocho siglos de historia, la Catedral de Notre Dame ha sido reformada en varias ocasiones, siendo la más importante la de mediados del siglo XIX. A lo largo de estos años se sustituyeron los arbotantes, se insertó el rosetón sur, se reformaron las capillas y se añadieron estatuas. En Notre Dame se han celebrado importantes acontecimientos, entre los que cabría destacar la coronación de Napoleón Bonaparte, la beatificación de Juana de Arco y la coronación de Enrique VI de Inglaterra.

Como entusiasta del arte me da muchísima pena lo ocurrido. Me queda la satisfacción de seguir viendo la aguja que hemos visto caer, gracias a la obra de mi progenitor y maestro.


  

lunes, 15 de abril de 2019

Claudican por temor





Hace ya tres años que dejé de visitar la residencia de la tercera edad. No sé por qué a estos centros se les ha bautizado con este nombre, cuando encuentras personas que rondando los cincuenta ya necesitan este tipo de atención. La temible dureza de depender de los demás no respeta edades. Es verdad que se viven más años, pero con peor calidad de vida.

María era preciosa, tenía la piel blanca y el pelo brillante, me llamó la atención sus collares, sus atrezos y su alegre atuendo, tánto que me quedé mirándola mientras esperaba la cena. ¡Guapa! -le dije- "No, guapa antes, hace tiempo... ahora con ciento un años ya no es posible"- ¡ Ciento un años!- y me señaló seguidamente a alguien que acababa de cumplir ciento tres.

"Vivir tánto y con la mente lúcida puede ser una suerte o no, según se mire. He visto partir a mis hijos, que es lo más doloroso que existe, he podido disfrutar de las muchas maravillas que la vida me brindaba y sin embargo ahora me doy cuenta de que no he sabido aprovecharlas, si pudiera me gustaría retroceder en el tiempo, aquel tiempo precioso que entonces dejé escapar".

Tenía razón María, la juventud te priva de valorar las pequeñas cosas de la vida precísamente por eso, porque la vitalidad de los pocos años no permite darles la importancia que tienen, se vive demasiado deprisa, unos procupados por el futuro, otros con la única intención de divertirse lo más posible y sin ninguna motivación. Por eso cuando uno llega a la edad otoñal, pretende con nostalgia recuperar lo perdido y vivir más despacio sin desperdiciar nada, por nimio que sea. Pero... ¿se consigue?.




Después de estas reflexiones no dejo de pensar en lo que ha ocurrido en una residencia de la tercera edad muy conocida en Madrid. Tres empleados detenidos por malos tratos físicos y psicológicos a los residentes, por fin después de tres años sin haber podido demostrar nadie esta inhumana actitud y gracias a una grabación del hijo de una de las víctimas. ¡Qué  desgraciados y qué malos profesionales!, pero he visto tantas cosas que no me extraña nada. En mi caso fueron también tres años de lucha con un personal impresentable, suficiente para no dudar más de la palabra de un familiar que por suerte podía expresarse.
Los pacientes claudican por temor a represalias, las víctimas callan y los verdugos, en ocasiones, ni saben que lo son. El miedo, la vergüenza y la culpa son los pilares que sostienen el silencio de los ancianos maltratados. Y a ello se une una sensación de fracaso cuando se preguntan qué han hecho mal en la familia para llegar a esto. Los vínculos afectivos con el maltratador y el pánico a la soledad son determinantes y son los que inclinan el fiel de la balanza en favor del silencio. Tras más de 30 años de experiencia en la lucha contra el maltrato a ancianos, los psicólogos aseguran que muchos familiares y cuidadores no son conscientes de las vejaciones a las que someten a sus mayores. Desde la puesta en marcha de la Ley de Dependencia, se han detectado necesidades y situaciones de malas prácticas en el cuidado diario de los ancianos.
¿ Se hacen sin mala intención ?, no pondría la mano en el fuego,  porque están ahí y son negligencias.  Aunque algunos expertos hablan de víctimas generalmente mayores de 75 años,  se niegan a limitar el rango de edad. Apuntan que hay más mujeres que hombres, aunque lo atribuyen, para mayor indignación, a que ellas también sufren además la violencia de género. Por otra parte añaden que, en muchos casos, “las víctimas son padres de hijos con algún tipo de trastorno mental o adicción a ciertas sustancias. Los ancianos maltratados son, según los psicólogos, personas “muy vulnerables a nivel psicológico, físico y, sobre todo, cognitivo”.  

Los expertos avisan de que aumentan los abusos sobre las personas mayores. El maltrato físico es fácil de descubrir, pero el psicológico es el más extendido. Por desgracia el sistema penal es blando cuando juzga la vejación a un mayor.
La dureza del tema me hace sentir rabia e impotencia además de una grandísima pena. Si los cuidadores no sirven, porque se necesita mucha paciencia y humanidad, que dejen el puesto a quienes tienen una verdadera vocación y encima están en paro.

Por lo que a mí respecta cerraría la residencia de Los Nogales sin ninguna duda. Eso como mínimo.

jueves, 4 de abril de 2019

Hoy toca salud.




No sé si os habéis parado a pensar cuantas personas son víctimas de algo que la mayoría de las veces, o pasa desapercibido o no se le da la importancia debida,  pero puedo asegurar que es un mal que llega a mediatizar la vida hasta el punto de convertirse en una obsesión crónica y muy desagradable.
Me refiero a la Hipocondria.

El término procede del griego, hipocondrio: región epigástrica situada debajo de las costillas falsas, donde se suponía que se localizaba el problema. Pensaban que el mal comenzaba ahí.

Muchos famosos del pasado -y del presente- han sido, o son, ilustres hipocondríacos: Kant, Darwin, Allan Poe o Woody Allen.

Es un trastorno mental incluido en el manual de diagnóstico DSM-IV, ( Diagnostic and Statistical Manual of Mental Disorders ), en español Manual diagnóstico y estadística de los trastornos mentales) que se describe como el miedo a tener o la convicción de padecer una enfermedad grave a partir de los síntomas observados por el propio enfermo, en el que la preocupación persiste a pesar de la realización de pruebas objetivas por prescripción médica y que provoca un deterioro social, personal, laboral y general en la persona enferma.


La interpretación de cualquier signo corporal como algo negativo desencadena esta patología. Los que la padecen piensan que un lunar es un cáncer de piel, que una jaqueca es un tumor cerebral o que la alteración del ritmo intestinal es una grave enfermedad de colon. Cuando acuden al médico y éste les explica que no es así, no se lo creen y siempre piensan que no les entienden o que se han equivocado porque ellos "saben que tienen algo". Existe también el caso contrario, en el que los afectados no van al médico porque (piensan) "me van a encontrar una enfermedad " y los que no se medican porque "los medicamentos tienen efectos adversos". 

Epidemiológicamente se ha demostrado que hasta un 70% de la población padece en algún momento de su vida síntomas relacionados con esta patología. Es más frecuente en hombres y en la edad adulta, aunque puede originarse tras un proceso traumático en la infancia por la enfermedad de un familiar cercano. Además, la prevalencia y gravedad de la patología se incrementan con la edad y con los problemas de salud, tanto propios como de las personas que les rodean. También se relaciona con el ambiente familiar, pues la interpretación negativa de los signos corporales leves se transmite de unos miembros a otros.

El principal síntoma es la preocupación exagerada por la propia salud, teniendo controladas todas sus constantes vitales -pulso, tensión arterial o temperatura corporal, por ejemplo- y las situaciones habituales de su vida: digestiones, horarios de descanso, etc. Se manifiesta con dolores en zonas diferentes del cuerpo (cabeza, abdomen, garganta, tórax, etc...), cansancio persistente, síndrome de colon irritable, taquicardia, dolor precordial, vértigos, mareos, visión de moscas volantes, alteraciones del sueño, etc. La persona se sugestiona con su "enfermedad" y considera que sus molestias -por ejemplo, una mala digestión- son el inicio de una grave patología. Su vida se reduce a cuidarse obsesívamente, renunciando a cualquier alteración del ritmo normal para no "empeorar".

La actitud constantemente negativa ante la salud que adoptan como forma de vida, influye en su sistema inmunitario, que se debilita y los hace vulnerables, pudiendo padecer con mayor facilidad una enfermedad orgánica real. Son pacientes que circulan por distintos especialistas a los que van describiendo sus síntomas y, a medida que les hacen pruebas y les rebotan de uno a otro, se convencen más de la gravedad de su mal. Sufren realmente, por lo que deben ser tomados en serio y tratados adecuadamente. La familia debe ser paciente y ayudarlos hasta llegar al diagnóstico preciso.

La etiología (causas) de la hipocondría es muy variada, entre otras, las siguientes: recibir demasiada información alarmante sobre enfermedades. No soy partidaria de utilizar los medios de comunicación, como la televisión por ejemplo, para que los médicos den clase de medicina sin tener en cuenta que mucha gente es totalmente lega en los temas de salud, que pueden crear confusiones involuntarias pero importantes, o que se conviertan programas de radio en consultas médicas utilizando el teléfono o por vía e-mail. Siento decirlo pero no me parece nada acertado.

Otras causas : la educación excesivamente proteccionista, traumas relacionados con la enfermedad o la muerte, haber padecido síndromes graves durante la infancia, utilizar la enfermedad para llamar la atención de los demás o la interpretación incorrecta de síntomas.

El diagnóstico correcto es fundamental para evitarles sufrimientos, siendo lo primero descartar la existencia de una enfermedad física. Si el paciente no mejora tras la explicación del especialista y el problema persiste en el tiempo (unos 6 meses de cronicidad), debe estudiarse desde el punto de vista psicológico, excluyendo otras patologías de base. Hay que señalar que, a veces, la hipocondría es síntoma de una depresión endógena y puede llegar a conformar una verdadera paranoia si no es tratada.
La evolución es crónica, con fluctuaciones. Se calcula que un 5% de los pacientes se recuperan de forma plena y permanente, quedando el resto limitados para afrontar situaciones vitales complejas.


El tratamiento puede iniciarse con fármacos ansiolíticos -siempre bajo prescripción médica- para reducir la gran ansiedad que padecen, porque la padecen y mucho. Lo más adecuado es aplicar una terapia cognitivo-conductual para eliminar el miedo a la enfermedad y a la muerte, planteando mecanismos que les permitan enfrentarse a esas situaciones y a otras del futuro (muerte de un familiar, pérdida de trabajo, divorcio, etc...) que provocarían la recaída en su hipocondría. Estas terapias, bien aplicadas, mejoran la calidad de vida de los enfermos y de las personas que conviven con ellos, les permiten manejar bien la ansiedad y transformar las sensaciones negativas en positivas haciéndose menos sensibles a sus temores.


Atención especial merecen los niños. Cuando se quejan reiteradamente de dolor de barriga, molestias musculares o catarros y lo relacionan con el deseo de no ir al colegio, debemos pensar en una fobia escolar. Es necesario acudir al pediatra para que descarte la existencia de una patología orgánica y nos dé las pautas de actuación, entre las que se incluye acudir a un especialista que le ayude a superar esa fobia, evitando así que se transforme en hipocondría a medida que crece. El tratamiento debe basarse en la psicoterapia, no en la toma indiscriminada de fármacos.



Enfermos imaginarios en la cultura

El caso más conocido es el del personaje de Molière, descrito en su obra "El enfermo imaginario" (Le Malade imaginaire, 1666), pero existen numerosos ejemplos, ficticios y reales, de esta patología en la cultura y la historia.

El poeta español Carlos Barral describe en uno de sus poemas la raíz del problema hipocondríaco, el miedo, verdadero fundamento de esta patología:

"El miedo, tan extraño,
decrépito, infantil, peor que lo temido."


Una extendida leyenda sobre Marcel Proust le atribuye la creencia de que cada día era su último día, y el mismo Juan Ramón Jiménez creía que padecía locura.


Manuel de Falla dejó inacabada su última obra, "La Atlántida", basada en un poema de Jacinto Verdaguer, debido a las limitaciones que le ocasionaron sus numerosos episodios de hipocondría, se obligaba a largos rituales de lavado, hervía el agua de bebida y se automedicaba.
También existe constancia de actitudes similares en Charles Darwin. Pío Baroja que padeció de un cierto grado de hipocondría, en sus memorias pueden encontrarse numerosas referencias al descontento con su cuerpo, torpe y poco agraciado. Esa frustración o insatisfacción con el propio cuerpo parece ser otro factor trascendente en el desarrollo de la enfermedad.


Como ya hemos dicho, el tratamiento básico consiste en perder el miedo a la enfermedad y a la muerte. Muchas veces la propia angustia producida por el pensamiento de estar enfermo, como sensación desagradable e incontrolable, se convierte en el desencadenante de dicho miedo. Para conseguir la desaparición de estos temores, se emplea la desensibilización en la imaginación a situaciones temidas y evitadas, para que finalmente el paciente pueda acercarse a ellas sin angustia y sin miedo.
El paciente puede entonces comenzar a reinterpretar sus sensaciones corporales y sentir también aquellas que son agradables o neutras y su cuerpo deja de ser una fuente de dolor o temor y se puede convertir en un generador de placer y
confianza.




Ojalá llegue a ser fácil combatir la hipocondría. El hipocondriaco lo pasa realmente mal, la mayoría de las veces No sé si sabeis que existe lo que se llama "sindrome del estudiante de medicina", el cual pocos son los que se libran de sufrirlo durante el tiempo que dura el estudio y las prácticas de esta maravillosa profesión.

Una sonrisa es un modo económico para mejorar tu aspecto.




Dedicado a todos aquellos que han padecido y padecen esta sintomatología y perdonad mi extensión.