Cada día miraba la tierra, la luz, el calor y el brillo de los rayos solares que iluminaban las laderas de las montañas, delineando a su vez los valles y templando las aguas del río. No era muy caudaloso el que atravesaba mi ciudad, pero pasaba por él a diario y me gustaba. Allí vivía, en la casa que tengo puesta en el sidebar. Cada mañana revoloteaban los pájaros saltando entre ramas de manzanos, perales y tilos, agitando sus alas sin que las hojas perdieran ni una gota de rocío. Había infinidad de plantas; un redondo y cuidado seto de florecillas blancas rodeaba cuatro rosales, que por cierto, parecían de terciopelo cuando brotaban las rosas los primeros días de junio y conservaban su olor hasta muy entrado el verano. La primera aparición la hacían siempre los lirios morados, las frondosas peonías de un color rojo intenso y las margaritas que parecían alfombrar el suelo.
Contemplar camelias, nardos, pensamientos y sobre todo las lilas, mis preferidas, era para mí una sensación de bienestar que los años no han podido borrar. Aquello se llamaba libertad, yo lo llamaba libertad. A veces, si cierro los ojos, siento el confortable calor de un sol tibio rodeado de nubes deshilachadas, el mismo de aquellas tardes primaverales.
No es bueno aferrarse al pasado, pero tampoco hay que quedarse a la orilla de los recuerdos, creo que es mejor adentrarse en ellos cuando el corazón lo desea y asi la mente se relaja.
Allí vivía, en una pequeña plaza rodeada de jardines y en el centro estaba la casa. Nuestra casa. Había olor a fresco, a sol descubierto, a viento serpenteante que rizaba los cabellos por la humedad que se respiraba. Y entre la verde hierba, siempre brillante por las gotitas de agua, estaba el árbol, alto y gallardo, de ramas gruesas y fuertes, lo suficiente para sujetar dos anillas colgadas donde se hacían toda clase de ejercicios y malabarismos. Era su árbol, todavía lo recuerdo, allí lo dejó y allí seguirá con los aros descoloridos y las cuerdas desgastadas por el paso del tiempo. Nunca lo olvidaré y quería contarlo. Deseaba describiros esta parte de mi vida.
Es así amigos. Es difícil evadirse cuando el pasado se presenta.
Dicen que soy una soñadora
Sí, pero no soy la única.
Yo solo quisiera volar
entrar despacio en los sueños
danzar con espejismos,
dormir en caracolas
pintar arcoiris
y
beber el rocío de una hoja.
Cepillar unicornios
jugar dentro de una ola
probar el sabor de las estrellas
y ahogarme en lágrimas de hadas.
Beber el infinito,
recolectar sonrisas
y sumergirme en un suspiro,
bajo el reflejo de la luna.
Es hermoso el despertar a los nuevos colores, a los dias mas largos, a poder disfrutar mas de veladas en la playa, en los aromas que las flores nos regalan..en fin que nos invita esta epoca a vivir...
ResponderEliminarFeliz comienzo de semana!!!
¿Evadirse del pasado, de los recuerdos?
ResponderEliminarNo seré yo quién lo haga, ni siquiera de los malos recuerdos, seria como renunciar a parte de mi vida.
Siempre me acompañaran los que el olvido haya dejado de cribar...
¡Feliz Primavera, amiga!
Besos y salud
No se por cual decidirme. No soy un indeciso, pero tanto el relato de tus bellos recuerdos, como esa maravillosa poesía, me han cautivado.
ResponderEliminarPor lo que te doy la máxima puntuación en las dos.
Saludos, manolo
Cuando estoy triste me sumerjo en los recuerdos y realmente me relaja al ver las imágenes de muchas situaciones acogedoras, que de verdad es muy grato vivirlo, mucho me acuerdo de mi niñez cuando iba al colegio, jugaba, los aromas y casi similar a lo que tu expones. Me gustó mucho lo que haz posteado y me alegra que lo contaras.
ResponderEliminarEspero estés bien amiga lejana, un gran abrazo.