Hace muchos, muchos años ... asi comienzan casi todos los cuentos que leemos de niños. Pero no ... no voy a empezar de esta manera el relato que hace tiempo escribí y que siempre que puedo lo busco entre mis notas para volverlo a leer.
He pensado traer esta historia a mi lugar de sueños azules, donde creo que merece tener un pequeño espacio.
Era un verano cálido de largos atardeceres, de campos amarillos donde las doradas espigas bailaban mecidas por el viento. Nuestro personaje, un joven solitario y observador, solía salir a última hora de la tarde, se sentaba en cuclillas entre la hierba seca y todavía caliente y miraba extasiado las nubes de color violeta que anunciaban el próximo crepúsculo. Pasaba el rato con la musiquilla de una pequeña radio que guardaba en el bolsillo y dibujaba en los espacios en blanco de unos folios escritos, caras bonitas o cualquier rostro grotesco que se le ocurriese. Era mejor dibujante que estudiante, no soportaba estar mucho tiempo delante de aquellas hojas llenas de apuntes. Se preguntaba qué diablos le importaba a él saber de amebas o de anillos bencénicos y a pesar de tener los exámenes de septiembre a la vuelta de la esquina, solía tomarse un respiro y se escapaba a la ciudad para cambiar de entorno.
Una vez alli, paseaba por las calles cabizbajo y a paso lento, sin rumbo fijo, solo con la sana intención de distraerse y despejar la mente un tanto abotargada por un montón de libros.
Elías era el dueño de una pequeña tienda de antigüedades, un personaje menudo y enjuto y tan viejo como los enseres que vendía. Apenas nadie se paraba a mirar su escaparate porque salía raudo para entablar la conversación que debido a su soledad necesitaba.
El muchacho cruzó la calle mirando de reojo por si Elías salía a saludarle, cuando al pasar algo llamó su atención, era un retrato de una joven que nunca había visto antes, o al menos no se había fijado hasta entonces.
-Hola muchacho, sabría que te detendrías a mirar ...
-Buenas tardes Elías, qué buen reclamo tienes expuesto, no se puede dudar de su belleza, pero dime, quién es la joven del cuadro.
-No tengo ni idea, se lo compré a un marchante la última vez que pasó por la tienda, pero si quieres entra, hablaremos y te haré un buen precio.
-Tengo prisa, es tan bonito el retrato como inasequible para mi, los estudiantes no nos podemos permitir ciertos caprichos, pero sí me gustaría saber quien es la hermosa mujer de la pintura.
Se marchó sin respuesta y lo único que logró fue llevarse la imagen de aquella muchacha grabada en su pensamiento. Tenía los ojos negros como el azabache que contrastaban con una tez blanca como la espuma.
Al día siguiente volvió de nuevo a la tienda de Elías, necesitaba ver de nuevo esa pintura, aunque ya era tarde y seguramente el viejo anticuario tendría echado el cierre. Sintió unos pasos de alguien que andaba detrás de él y ambos se detuvieron frente al mismo escaparate.
-Venimos los dos a lo mismo ¿verdad?, a usted también le gusta ese cuadro.
-Sí, quién es, la conoce?...
-Es la hija del anticuario, dicen que está enferma y que la tiene recluida en la casa. Parece que su madre fue una dama de alta alcurnia que hace años desapareció sin dejar rastro alguno. Elías esconde su desliz y guarda sigilosamente un secreto que pocos conocen.
Una mezcla de sorpresa, rabia y tristeza se apoderó del muchacho.-¡Caramba con el viejo, cómo podrá vivir en ese amargo silencio!..
Durante mucho tiempo volvió a aquella tienda, pasaba horas contemplando el retrato, se había convertido en una especie de necesidad casi obsesiva y en más de una ocasión había advertido como una arrugada cortinilla se movía lentamente tras el cristal del escaparate. Y él siempre pensaba lo mismo: "ahí sigue el viejo Elías husmeando "...
La vida fue pasando, nuestro joven amigo terminó sus estudios y por cuestiones laborales tuvo que salir de la ciudad no sin antes despedirse de la vieja tienda y de aquella bella pintura. Sabía que Elías jamás lo vendería porque no se puede vender la propia conciencia.
Y pasaron los años, un montón de cálidos veranos con atardeceres interminables.
José, que así se llamaba nuestro personaje, volvió por fin a su ciudad. Lejos quedaba aquel jovial muchacho, ahora era un hombre torpe y cansado. El accidente que sufrió iba minando su cuerpo poco a poco. Los médicos pronosticaron una parálisis progresiva, sus piernas ya no eran las mismas, pero aún así y sentado en su silla de ruedas seguía gustándole contemplar la hierba, las espigas doradas y el color violeta del cielo que anuncia el crepúsculo.
Una tarde alguien se acercó empujando suavemente su silla. José giró la cabeza y perplejo vio a una mujer de ojos azabache y tez pálida con una leve sonrisa. Confuso y sorprendido le preguntó su nombre y ella tomándole de la mano dijo:
"Tú no sabes quien soy y yo nunca te he olvidado. Hace mucho, mucho tiempo que no vienes a visitarme. Hace demasiado tiempo que ya no te asomas al viejo escaparate".
Bien amigos, ésta es la historia, un relato, un cuento, da igual, porque los cuentos a veces llegan a hacerse realidad, aunque sea en nuestra imaginación.
Un saludito cariñoso antes de seguir trotando. He querido aprovechar este ratito para conectarme desde el hotel, para recordarte que hecho de menos a los amigos.
ResponderEliminarUn beso y hasta mi vuelta
P.D. A veces ños cuentos se hacen realidad. pero solo a veces
Bonita y triste historia, que años perdieron ambos que pudieron haber sido tan preciosos!
ResponderEliminarBesitos y salud
Esplendido, bello y triste, te deja un sabor dulce y amargo, pero hay algo más, quizá esos ojos que miran esos ojos. Me encantó, enhorabuena.
ResponderEliminarKaty:
ResponderEliminarPues que lo disfrutes y lo pases muy bien. Supongo que estarás de vacaciones.
Vuelve relajada y con mucho ánimo.
Besos azules.
Genín:
ResponderEliminarDejar escapar las oportunidades es algo que solemos hacer infinidad de veces. Vivir la vida a tope por lo menos a mí me resulta imposible, siempre hay algo que se queda pendiente y lo peor es que el tren solo pasa una vez y a pesar de ello lo perdemos.
Besos amigo.
Marina:
ResponderEliminarGracias. Hay veces que escribo segun mi estado de ánimo, reflejo en ello mis sentimientos y este relato lo escribí en un momento delicado, por eso quizá es triste, pero como bien dices, tiene algo que deja buen sabor y es el saber tomar las decisiones a tiempo y no quedarse nunca con la duda. Creo que es una de las premisas para ser feliz.
Besos azules.
Precioso relato Air. Lo cierto es que podría ser un caso real,con un final entre Amargo y Feliz, casi como la vida misma.
ResponderEliminarBonita foto de La Costa Brava, creo recordar que es de La playa de Belladona.
Un abrazo
BUENAS NOCHES AIRRRRRRRRR, MAS VALE Q NO ME HE OLVIDADO DE TIII Y ES UN PLACER PARA MI VISITARTE HOY. DE JESS TE PUEDO DECIR Q SOLO TIENE UN SITIO EN FACEBOOK, SE REALIZÓ UNA CIRUGIA A PRINCIPIO DE AÑO Y ESTA MUY BIEN. SI TINES FACE LA PUEDES ENCONTRAR. TE AGRADEZCO ENORMEMENTE TU VISITA Y SEGUIMOS POR AQUIIIIIIIII
ResponderEliminarCHRISSSSSSSSS
Mar:
ResponderEliminar¿Cómo vais?, yo.... viviendo, ya sabes, sorteando problemas que la vida te va presentando con los años. Me acordé de vosotros en los cien años de la aviación española, estuve con gente que seguro conoceis. El aire sigue siendo para mi un misterio, algo increíble para los legos como nosotras¿verdad?, lo mio es otra cosa, ya lo sabes, me conformo con ayudar a los demás como buenamente puedo.
Creo que si es la paya de La Belladona y me alegro que te guste. No dejes de venir por aqui, tú sabes lo que te aprecio.
Un abrazo.
Chris:
ResponderEliminarCuánto me alegra saber que Jessi está bien. Ella y yo hablábamos del ángel del quirófano,le dije que cuando trabajaba de instrumentista en cirugía, lo había visto más de una vez sobre todo cuando operábamos a un niño. No sé si se lo tomó a broma, pero al menos se reía.
Y también me alegro de verte por aqui, tu entrada de Michael me encantó, con mi hija mayor tengo una foto con él, pero en el museo de cera de Londres, ella era aún más fans que yo.
Besos amigo.