Anoche volví a encontrarme contigo. Caminabas lenta con los pies descalzos casi flotando, con la misma vestimenta negra llena de jirones, manos y dedos huesudos que más que carne eran guiñapos. Y miré de soslayo a esos ojos sin brillo, sordos a la luz y ciegos al sonido, mientras mi corazón temblando latía con fuerza y mi pulso era un caballo desbocado. Pensé cuando pasaste de largo donde dejarías la guadaña, quién sería el desafortunado.La muerte forma parte de la vida pero nunca la he aceptado, nunca he comprendido mi rechazo, quizá sea porque se lleva a la buena gente y deja a los malvados.
Hoy en su puerta hay una larga fila de pájaros, cobayas, hurones y gatos.
Un perrillo con cara triste me pregunta dónde está Miguel el veterinario, me ha curado muchas veces, siempre con paciencia, siempre con buen ánimo.
Se ha ido sin despedirse, en silencio para no hacernos daño.
Ha cambiado de lugar la consulta, ahora es nueva pero está demasiado lejos para nosotros. Solo los que tienen alas podrán conseguir su cariño en forma de receta.
A partir de ahora cantarán las alondras, reirán las hienas y entre nube y nube bailarán los patos.
Perdóname Miguel, no he sabido decirlo de otra forma.
Hay días como el de hoy
que no estoy viva ni muerta.
Floto en percepciones desconocidas,
a la vez un eco de campanas
trae reminiscencias percibidas.
No sé lo que siento
sobre el bien, sobre el mal, la injusticia,
las respuestas sobre la vida y la muerte,
sobre el existir, nacer, crecer,
envejecer y morir.
Es mucho para mi pobre mente,
no estoy preparada para las respuestas.