Noviembre, un mes con fama de triste que comienza recordando a los que ya no están con nosotros, el mes que huele a crisantemos amarillos, los cipreses se alzan al cielo y se oye a lo lejos la voz potente de D. Juan Tenorio.
La lluvia hace sus primeras apariciones y favorece al recogimiento compartiendo una taza de café caliente.
Me pregunto por qué decimos que la lluvia entristece, será porque el cielo cambia de color para vestirse con un tenue velo grisáceo, o será porque el sol se esconde entre las nubes y deja un ambiente melancólico...
Hay días de lluvia que nos marcan un ritmo diferente de vida y nos hacen revivir momentos que casi teníamos olvidados. La niñez, por ejemplo. Quién no ha metido los pies en los charcos mojándose los zapatos nuevos, o quién no ha pegado su nariz en los cristales de una ventana, dejando sus huellas en ed vaho, mientras jugaba con las gotitas que van resbalando por ellos.
En los días de lluvia voy dejando que lleguen esos pensamientos, esa nostalgia, que siempre es bien recibida con los brazos abiertos. Pienso en todas esas cosas que quedaron atrás, ancladas en el recuerdo, y que sé que nunca volverán. Se quedaron grabadas en el fondo de mi corazón, permaneciendo allí inalterables para siempre. Esa nostalgia, la añoranza del recuerdo que nos acompaña siempre, bien sea una imagen, bien un sentimiento, la evocación de ese momento que nos marcó, que nos hizo avanzar o bien nos cambió. La emoción que regresa a nuestra mente, la emoción que simplemente regresa siempre con una dosis de tristeza, la suficiente para que evoquemos aquellos tiempos ya pasados. Las gotas de lluvia traen magia, llevan consigo ese atisbo de pasión, de una melancolía siempre sana.
Me las imagino muy suaves al tacto, eso sí que sería triste, un cielo sin estrellas. Creo que desde arriba nos miran constantemente y hasta tienen su propia música. La noche abre el piano y comienza la sinfonía del otoño, al fin y al cabo cuentan con la ayuda de grandes como Frédéric Chopin o Ludwig Van Beethoven. Y en cuanto a colores, en noviembre el cielo también se llena de amarillos, naranjas y rojos embriagadores. Velázquez, Murillo y otros genios de la pintura se encargan de ello, los mejores y más grandes artistas. Otros en cambio más humildes y casi desconocidos, como mi padre por ejemplo, él también estará colaborando con su paleta porque era fantástico combinando colores.
Y un amigo mío tiene razón, me estoy" reinventando "en Noviembre.