Un pésame en tiempos de coronavirus es no duro, es durísimo, forzosamente lejano y más complicado de compartir: no hay abrazos, ni besos, no hay contacto con las manos. Un pésame en tiempos de coronavirus habla solo con la mirada y con la fuerza de la palabra pronunciada. Su gravedad adquiere ahora una nueva dimensión, la sonora, al retumbar las lágrimas contra el tejido de la mascarilla. Las familias que estos días despiden a alguno de sus miembros comprueban en los momentos más complicados lo que implica un estado de alarma como el que se vive.
Los grandes asesinos de la historia son la bacterias y los virus, y en concreto los que han provocado las grandes epidemias. El sarampión, que acabó con más de 200 millones de personas, o el virus del sida o VIH, que ha matado a más de 35 millones.
En realidad es algo natural. Pasa, ha pasado, y pasará, aunque nos queden lejos las grandes epidemias de la historia. Hay que tomar conciencia de que somos vulnerables y de que hay que apostar por la investigación, que con tan pocas ayudas cuenta en este país, y desde luego reforzar la sanidad pública.
Esta maldita pandemia se ha llevado muchas vidas, familiares, amigos, gente del mundo del arte que muchos hemos conocido desde niños, profesionales médicos, científicos, escritores, actores y cantantes que han dejado huella a generaciones en las que hemos crecido y disfrutado de canciones inolvidables. Hace unos días nos dejaba, por nombrar a uno entre tantos, Christophe. Músico francés fallecido a los 74 años.
Estoy segura de que conoceréis la canción que he elegido, como a mi os traerá recuerdos de aquellos años dorados de la música. La hemos cantado, bailado, tocado y hasta sentido durante el verano de 1965, muchos en plena pubertad e incluso antes.
P.D. A TODOS LOS QUE ESTÁN LUCHANDO CONTRA EL CORONAVIRUS Y EN ESPECIAL A MI QUERIDA SOBRINA LICENCIADA EN FARMACIA.