Hay momentos en la vida que dejan una cicatriz tan grande que llega a surcar el alma. Momentos que se clavan hondamente y que desearíamos encerrar en el arcón más fuerte que encontramos y lanzar la llave al vacío de la eternidad.
Hoy tengo que recordar aquellas palabras aún sabiendo lo que duele, cuando unas manos temblorosas y unos preciosos ojos azules que ya empezaban a perder el brillo, me miraron fijamente una tarde de agosto para decir sin piedad ninguna :
....¨No quiero vivir".....
Se ha hablado mucho sobre la depresión, esa gran conocida y desconocida a la vez. Asociada a la melancolía y al pesimismo, posiblemente por ser contraria a todo estado de optimismo. El optimista tiene una personalidad con la virtud de ver más lo bueno que lo malo en las distintas situaciones de la vida, tiende a no deprimirse porque siempre encuentra argumentos positivos para casi todo lo que le ocurre. Sin embargo tampoco creo que sea inmune a ese mal tan cruel para nuestra mente, a ese estado de pasividad del cuerpo y del alma.
Alguien relacionado con la ciencia médica me dijo una vez que no comprendía ni entendía ese decaimiento, todo ese enjambre de síntomas que un estado de ansiedad conlleva. Sin embargo siempre terminaba diciendo: "Pero ...¡ay de aquel que lo llegue a padecer!" Esa es la verdad y esa es la razón que me hace escribir sobre "ella", la dama oscura de la mente, la que es capaz de llevar al ser más inteligente y dotado al más oscuro estado de tristeza, al más cruel desasosiego y muchas veces a caer en la mayor y espantosa debilidad de intentar poner fin a la propia vida.
Pero no confundamos un estado depresivo endógeno o exógeno, una distimia, una depresión mayor o un trastorno bipolar, con un estado de tristeza, abatimiento y fatiga.
La tristeza, por ejemplo, no tiene porqué ser sinónimo de depresión, sino que puede ser una emoción real racional relacionada con circunstancias de la vida de una persona, una respuesta sana por tanto que expresa una dolencia. Todos tenemos un cierto grado de depresión o tristeza, pero: Si bien la tristeza debe darse en muchos momentos de nuestra vida cotidiana en relación a las carencias del medio que nos rodea, el estado depresivo supone ya una alteración importante, no natural, de la persona.
De manera análoga, el duelo es un estado psicofísico también real, que puede darse como consecuencia de la pérdida del ser querido o de una situación vital: El tiempo de duelo es un tiempo que hay que vivir, consecuencia real de algo valioso que ha desaparecido, y responde a una lógica natural. Precisamente el no vivir el duelo en una situación lógica para ello, está reflejando una sintomatología depresiva.
E igualmente, abatimiento y fatiga pueden producirse por mil motivos reales y actuales, la consecuencia de una situación de estrés excesivo (por ejemplo).
He querido hablar de la depresión porque hace poco leí un artículo que decía que la prevalencia de la depresión es masiva en la población, oscilando entre el 13 y el 20% y que en los últimos años y de forma creciente, las afecciones mentales-emocionales han ganado terreno a las físicas. Aunque la depresión ha existido siempre, ¿por qué es una plaga hoy en nuestra sociedad? Creo que porque vivimos en un mundo deshumanizado, donde la competencia es grandísima y en el que muchas personas han perdido el sentido de la vida. Estamos en la era del estrés, de la depresión y del desamor, y todas estas nuevas tensiones desembocan en un estado de melancolía permanente.
Para entendernos, la llamada depresión endógena tiene que ver con la genética y la exógena con los vaivenes de la vida. ¿Cómo las distinguen los psiquíatras? Por la conversación con los enfermos. La endógena es una depresión biológica, con un fondo hereditario, y no hay un motivo que la provoque. La exógena surge después de un acontecimiento existencial duro. En general, las mujeres son más sensibles a las frustraciones afectivas y las relacionadas con los hijos, y los hombres a los fracasos profesionales y económicos.
¿Cuál de las dos se cura más fácilmente? Las endógenas se curan en el 90 por ciento de los casos, las exógenas son más complicadas porque suelen implicar al núcleo afectivo de las personas.
No voy a recomendar ninguna terapia, no es el lugar adecuado, pero sí quiero con este escrito animar a todas esas personas que están afectadas por este mal, que traten de no perder la esperanza y sobre todo que triunfe la voluntad no permitiendo que el enemigo de la depresión gane la batalla.
La búsqueda de la felicidad es para cualquier ser racional el motivo fundamental para lograr el equilibrio perfecto entre el cuerpo y la psiquis, que no es otra cosa que la autoconsciencia del individuo. La psiquis que está situada en el encéfalo y que permite al organismo orientarse en el mundo sea por:
Reflejos cognitivos.
Reflejos cognitivos.
Reflejos afectivos
Él .... me dijo que no quería seguir viviendo, y lo consiguió. En su nombre lucho y seguiré lidiando, aunque a veces la voluntad falle, aunque haya días grises y nieblas interminables. No dejaré de hacerlo porque él me lo pidió.
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" SOLO SE HA PERDIDO CUANDO SE DEJA DE LUCHAR"
"solo se ha perdido cuando se deja de luchar"