Voz de mi hija.

Voz de mi hija.

viernes, 31 de enero de 2014

GRACIAS A LA VIDA





 
   
Un vivir en silencios sin mirar atrás. Caminos largos recorridos, muy largos. De todo he vivido, tristezas y alegrías, pero qué linda la vida. Muchas personas se han ido, unos camino de otro lugar, camino al infinito, hermosos recuerdos me dejaron...mi madre, mi padre, mi hermano, amigos... Amores que también se fueron y sus sonrisas siempre quedarán.
Mucho agua ha llegado al mar y yo aún estoy aquí. He vivido, si, he vivido. He amado, he reído y he llorado y así me he sentido y aún me siento, viva.

No me importa el paso del tiempo, me importa sonreír cada mañana, contemplar como la vida despierta antes que nosotros para colgar el sol y seguir viéndolo desde la ventana de la existencia.

Hoy un gracias grande a la vida porque cumplo un año más.


 
 Gracias Gatadeangora

miércoles, 29 de enero de 2014

NADIE ES PERFECTO.



Pero bueno vamos a ver... ¿por qué ese empeño en hacer todo bien, todo perfecto, ¿es que hay alguien que nos está marcando tantos por hacer las cosas lo mejor posible?. Por si no os habéis dado cuenta la búsqueda de la perfección inmoviliza nuestra personalidad. Que ¿por qué?, pues porque no nos deja la libertad necesaria para realizar la gran mayoría de las actividades por miedo al fracaso. Pensándolo bien lo mejor sería cambiar el “hazlo lo mejor posible que puedas” por simplemente “hazlo”.

Siempre he pensado que la perfección origina un gran nivel de exigencia tanto propia como ajena. Todo ser humano sabe que la perfección no existe, pero para bien o para mal lo que sí existe es el perfeccionismo, que psicológicamente no es más que la creencia de que la perfección puede y debe ser alcanzada. Si tienes cánones de perfección para ti mismo, nunca tratarás de hacer nada y no lo harás porque la perfección no es un concepto que se puede aplicar a los seres humanos, ni tampoco es algo innato en ellos, por tanto no hay ninguna necesidad de marcarse esas normas y esos cánones, que a veces resultan hasta ridículos. Cuando somos padres, queremos que nuestros hijos se esfuercen en hacer incluso más de lo que pueden. No nos paramos a pensar en lo que realmente quieren hacer y les gusta. Les enseñamos, sí, qué duda cabe, pero muchas veces paralizamos sus actividades porque parece que el triunfar es lo más importante. Hasta que un día te dicen:” Yo no valgo para esto” y entonces te das cuenta de la importancia que tiene el estimularlos para que practiquen el esquí, o que canten, dibujen, toquen un instrumento, o lo que sea, pero porque realmente quieren hacerlo,  y no por obligación o lo que es peor, por esnobismo. La predisposición es lo único importante y aunque no lo hagan bien, no pasa nada. 

 A nadie se le debería enseñar a ser competitivo, a tratar siquiera de hacerlo bien. Mejor enseñarles la lección de la autoestima y el orgullo, junto con el placer de realizar las actividades consideradas importantes para cualquier persona. Los niños aprenden fácilmente el mensaje de confundir su propio valor con sus fracasos y por ello empiezan a evitar las actividades en las que no logran sobresalir. Y lo que es más peligroso aún, podría ser que desarrollen poco aprecio de sí mismos, búsqueda de aprobación, culpabilidad y todas las formas erróneas de comportamiento que acompañan al auto rechazo.
El valor de una persona no se mide por sus fracasos y sus éxitos. Por poner un ejemplo: Thomás Edison. Si hubiera usado sus fracasos en cualquiera de las tareas que emprendió como indicativo de su autoestima, después de su primer intento fallido se hubiera abandonado a sí mismo, hubiera anunciado que era un fracasado y renunciado a sus esfuerzos por iluminar el mundo.

El fracaso puede ser productivo, puede servir de incentivo al trabajo y a la exploración y puede incluso tildársele de éxito si muestra el camino que lleva a nuevos descubrimientos. Como dijo Kenneth Boulding: “Nada falla tanto como el éxito porque no aprendemos nada de él. Lo único que nos sirve para aprender algo es el fracaso. El éxito sólo confirma nuestras supersticiones”.

 Lo grave del perfeccionismo es, que no funciona, porque a pesar de suponer que es elogiado constantemente o que nadie lo critica, el perfeccionista, suele perjudicar el trabajo y las relaciones, sometiendolas a una tension insoportable, en una palabra se convierte en una obsesión patológica.

La vida me ha enseñado que sin fracasos no podemos aprender nada, con perseverancia y un poco de interés aprendemos poco a poco y consideramos el éxito como un tesoro y como una meta posible. Tenemos tendencia a esquivar todas las experiencias que pueden acabar en fracasos. El miedo al fracaso es parte del miedo a lo desconocido, todo lo que no dé la impresión de que será un éxito inmediato, debe ser evitado. Y el tenerle miedo al fracaso significa temer tanto a lo desconocido como a la desaprobación que te puede acarrear el no hacer las cosas lo mejor posible.

Obsesionarse con la perfección, es como querer correr en el mar o nadar en el desierto y me atrevo a decir que cuanto más grandes somos en humildad,  más cerca estamos de ser perfectos.
 
Y como siempre este escrito no pretende crear ninguna polémica.

lunes, 20 de enero de 2014

EL DESVÁN



Después de leer el post de Autodidacta , se me ha ocurrido revolver entre mis escritos y he encontrado una entrada que hice hace cinco años y que de nuevo  publico para los que en aquel momento no conocían este blog. 

Hace tiempo que no subo al desván y de vez en cuando conviene entrar en la habitación del recuerdo, pero esta vez voy a seleccionar, es decir, sacaré lo que realmente interesa, me divierte o me causa satisfacción, lo demás lo dejaré bien cerrado y atado para que se quede guardadito en el baúl de las cosas desagradables.

Tampoco he vuelto a subir escaleras como aquella. Una barandilla de madera brillante servía de apoyo para subir los escalones, vestidos con una alfombra verde que mi madre en su afán de poner un toque de adorno, había colocado con unas barras doradas. La verdad es que además de elegancia servía para dar más de un infortunado tropezón.



En la primera planta estaban los dormitorios, un baño amplio, el cuarto de estudio y el famoso trastero. A mí me costaba un triunfo subir los peldaños, sobre todo cuando anochecía y se encendían las primeras farolas. Mi madre nos recalcaba que siempre había algo que llevar y colocar en el piso de arriba y por tanto nunca teníamos que subir con las manos vacías.


Aquella habitación siempre estaba cerrada. Por el rabillo del ojo miraba el resquicio de luz que se colaba por debajo de la puerta y que trazaba una perfecta línea luminosa en el suelo de madera. Un montón de viejos libros con hojas casi pardas se apilaban en la alacena, diccionarios de tapas rojas de tela deshilachada, apuntes y láminas de dibujos de topografía. Había también cajas llenas de herramientas, lijas, cuerdas y bolas de cera, sí, unas pequeñas bolas que mi padre guardaba para licuarlas y unirlas con resina y luego tensar los lienzos que pintaba. Recuerdo también unas hojas de "cola de pescado" para poner rígida la tela que una vez seca la fijaba con clavos al bastidor. Antes se hacía así, además de artesano era barato.
Algo indispensable eran los enseres de caballería, botas de montar, fustas y espuelas. La mezcla de olor a cuero y papel no resultaba agradable y sin embargo hoy daría cualquier cosa por volver a sentirlo ... ¿Alguien ha visto alguna vez un sacabotas?, un artilugio de madera que sirve lógicamente para sacar las botas hasta la rodilla que calzan los jinetes. Y de nuevo menciono a mi padre que fue un gran jinete muy aficionado y practicante de la hípica.



















Al fondo estaba el arcón, antiguo cofre de madera oscurecido por el tiempo y traído de Marruecos donde mi familia vivió dos años y donde vine a este mundo. El pobre estaba lleno de ropas usadas, cortinas y retales; lo único que merecía la pena era un pequeño mantón de Manila gris y bordado con aves exóticas que a mi madre le regalaron cuando era niña, mantón que un día me llevé y que todavía hoy conservo, un poco descolorido pero intacto a pesar de tener unos ochenta años.


 
Soñar no cuesta nada e imaginar tampoco, así que voy a rebobinar un poco y retroceder en el tiempo. Quiero volver a subir aquellos peldaños de la escalera de mi casa porque me encanta jugar a ser niña y tener pocos años. Esta vez estoy subiendo sin tropezar en la alfombra verde, sola y está anocheciendo... en el desván hay luz y la puerta está abierta, el baúl sigue en el mismo lugar, dije que era oscuro, pues ahora lo veo azul y encuentro cajas de flores secas, las secaba yo misma colocándolas entre dos cristales. Son violetas, amapolas y lirios, todas del jardín.

En otra entrada ya conté que me entusiasmaban las bolas de cristal con  papelillos simulando nieve al agitarlas. No sé las veces que habré intentado abrirlas pero al final me daba pena y no lo hacía.
El taco de postales sujeto con una goma pegajosa, los vinilos de música retro y mi primer tocadiscos, una joya en forma de maletín que tenía el altavoz por tapa..








¡Ah! falta la muñeca de largas pestañas y ojos de cristal, ¡buff!, esa sí que daba miedo... Era de mi tía, vestida de terciopelo verde, pamela y guantes de ganchillo; cuando me acercaba a ella ¡zas!, me daba un sopapo. Me aterraba. Más tarde supe que era mi abuela la autora de tan desagradable hazaña, quizá por hacer una gracia o para evitar que estropeara la horrible "pepona".

 
 

Hace mucho tiempo que no subía al desván, que no hurgaba en el baúl de los recuerdos. Hace demasiado tiempo que dejé de ser niña, pero aún sigo jugando, aunque solo sea en mis sueños azules, seguiré jugando. 


lunes, 13 de enero de 2014

MENSAJE DE AÑO NUEVO


Pues sí, acaba de comenzar el año y ya estamos a mediados de enero. No procede en este caso repetir lo habitual, los nuevos proyectos, las nuevas promesas, cambios y hábitos, solo voy a seguir defendiendo un SÍ rotundo a la vida, por muchas razones, principalmente porque es una alegría vivir, sintiéndose vivido.
Importan poco o nada las vicisitudes inesperadas y ciertos temores a los que desde luego no hay que rendirse. Un desgarro en el menisco me avisó hace días de que algo se desgasta, de que la inevitable artrosis amenaza, pero no impide que me siga mirando al espejo, ese espía de azogue que no engaña y que me asegura que sigo aquí, que me aconseja que no cierre los ojos, ni los labios, negándome a la belleza de la luz, de la flor y del amor. Hay que seguir  buscando flores, luces, ilusiones, hablar y mirar por esas personas que en silencio nos están queriendo con sus ojos, nos están diciendo con voz tenue, que se puede pasar de un cielo oscuro a un paisaje blanco como la nieve. Esas personas que con lenguaje mímico nos hacen comprender que nos necesitan,  su forma de expresarse transcurre de manera automática, por ejemplo, cuando ven a una persona sufrir e imitan sus gestos de dolor de manera inconsciente o cuando ven a alguien alegre y su rostro refleja una sonrisa.

No hay nada peor que sentirse inútil, a medida que pasa el tiempo es más fácil conocer este estado, los hijos se alejan, los armarios se vacían y al final solo unas manos extendidas llenas de surcos, pero aún fuertes, sirven de apoyo y es lo que queda.


Es curioso saber que  tendemos a asociar la nostalgia a un sentimiento negativo que sería mejor evitar porque nos hace sentir vulnerables. Sin embargo, en los últimos años se han ido acumulando diferentes investigaciones que demuestran los beneficios de la nostalgia.
Por ejemplo, se conoce que la nostalgia puede ayudar a combatir la soledad y disminuir el impacto de los sentimientos negativos sobre la propia muerte. Ahora un equipo de investigadores de la Universidad de Southampton ha demostrado que la nostalgia también nos reporta un confort a nivel físico haciéndonos sentir más tolerantes e incluso aumentando nuestra percepción de calor.
 
Este es mi mensaje de año nuevo: un  SÍ rotundo a la vida. Basta un poco de espíritu aventurero para estar siempre satisfechos, aunque en esta vida, nada sucede como deseábamos, como suponíamos, ni como teníamos previsto.
 
Yo solo sé que soy, estoy y respiro.
 

domingo, 5 de enero de 2014

NOCHE MÁGICA



Voy a cerrar un momento los ojos ... cerremos por unos instantes todos nuestros ojillos, algunos ya cansados, otros disfrutando todavía de una excelente vista y volemos con nuestra imaginación a nuestros años infantiles ...... ¡Eeeeh, no me empujéis que me resbalo con los patines!, mirad qué chulos, tienen las ruedas de aluminio para que no pesen y las correas son rojas y azules,  una bicicleta, ¡por fin la tengo ! y mi cajita de música no para de sonar.

¡Hala! a ti te han traído un tren eléctrico con estación y todo, ¡qué chulo! y ese mecano, cuántas piezas tiene, igual que el rompecabezas. Tu muñeca cierra y abre los ojos, lleva guantes blancos y zapatos de charol. Los cuentos del genial Ferrándiz y los recortables tampoco faltan. ¿Y ese paquete de papel brillante? claro, como todos los años, ¡carbón dulce! .

Una noche mágica, la más esperada. La ilusión se unía a la inocencia y las dos nos llevaban a un mundo de caramelo.
Eran juguetes sencillos, la gran parte de ellos no tenían ningún movimiento pero eran creativos y nos hacían pensar.
Los recuerdos de la infancia tienen su propio olor. Marcel Proust, el famoso escritor francés, autor de «En busca del tiempo perdido» (1913), escribió que su infancia olía a galletas magdalenas remojadas en té tibio. En sus «Memorias por Correspondencia»  (1969 - 1997), la artista plástica colombiana Emma Reyes, asociaba sus momentos felices en el orfanato donde creció con el olor a chocolate caliente. Y el poeta bogotano José Asunción Silva escribió sus versos de «Infancia» (1865 - 1896), pensando en el olor a helecho y a musgo recién cogido para el pesebre. Cada uno de nosotros tiene sus propios aromas que nos trasportan y regresan a aquellos años nostálgicos de la infancia.. Uno de los aromas más significativos de la infancia era el de los juguetes nuevos: aquellos inconfundibles aromas a caucho, goma, plástico y madera.

No sé si ahora los niños escriben su carta a los Magos, pero nosotros llevábamos la nuestra a los buzones que había repartidos por la ciudad que tenían forma de Rey.
"Lo que sus Majestades quieran"- poníamos en ella- y querían siempre, ya lo creo que querían.
 





Leyendo el comentario de mi buen amigo Manolo que ha hecho alusión a la Cabalgata de Reyes, he recordado las esperas de la mano de mi padre enfundada hasta la nariz por el frío intenso de Burgos, para ver a sus Majestades que entonces iban a caballo. Después como resultado un buen catarro.

Ojalá la magia de entonces se mantenga viva en vuestros corazones y podáis transmitirla a vuestros pequeños.

"En mi casa he reunido juguetes pequeños y grandes, sin los cuales no podría vivir. El niño que no juega no es niño, pero el hombre que no juega perdió para siempre al niño que vivía en él y que le hará mucha falta."

Pablo Neruda.
 

jueves, 2 de enero de 2014

MANUEL




Manuel, uno de los nombres masculinos más comunes, que proviene del hebreo "Immanuel", en latín Emmanuel. Su onomástica se celebra el día 1 de enero.
Significa "Dios con nosotros". Su personalidad derrama sociabilidad y facilidad para conocer gente nueva gracias a su carácter extrovertido. Es mente de pensamiento amoldable. Se expresa libremente y es fácil de congeniar, muestra facilidad para dar forma grata a las creaciones de una imaginación siempre fecunda. Destaca por su gusto artístico, destreza en la coordinación y ejecución y cierto humor e idealismo en el logro de los resultados. Ama las cosas del amor, del honor y de la familia. Podría destacar en profesiones como orador, escritor, actor, pintor, músico, humorista, hostelero, comediante, estilista o comerciante.

Manuel se llamaba mi abuelo, hombre de leyes. Manuel se llama mi único cuñado, hombre de ciencias y Manuel se llama mi amigo sevillano, a quien con vuestro permiso dedico hoy la primera entrada del Nuevo Año 2014.


Felicidades



ma nu e ru Manuel en japonés