Verano de nuevo. Calor sofocante de bienvenida, pero contentos todos aquellos que esperaban ansiosos el sol, la brisa marina, el dorado de los campos, el descanso y los días de asueto.
Ya a las puertas de Julio, un mes que desearía que pasase sin pena ni gloria, aunque lo cierto es que de la pena no me libro; de mi memoria no he logrado borrar una tragedia que sigue empañando mi alma a pesar de los años transcurridos.
Prefiero cualquier estación a ésta, sin embargo reconozco que después de un largo invierno, es un placer asomarse a sus noches. Noches serenas bañadas por aguas mansas, por la ausencia de tensiones donde el pensamiento puede respirar tranquilidad, aunque el aire caliente casi queme y sobre todo noches en las que se puede meditar. Dejemos entonces que la mente trabaje y se canse porque es la herramienta idónea para equilibrar el cuerpo, está ahí para ser usada en las tareas más importantes, y solo cuando logra completar su misión, podemos decir que estamos en paz. Yo diría que el 80 y 90 por ciento del pensamiento es inútil y repetitivo y teniendo en cuenta su naturaleza disfuncional y a menudo negativa, buena parte de él no se aprovecha y también llega a ser dañino.
Observa tu mente y te darás cuenta de que es verdad. El parloteo mental produce un serio desgaste de nuestra energía vital. El pensamiento compulsivo es casi una adicción, sientes que no puedes prescindir de él, porque al fin y al cabo estamos identificados y dependemos de la mente. Creemos que si no pensamos no vivimos: "Cogito ergo sum"-Pienso, luego existo- Se dice que para liberarse hay que vivir el momento presente, olvidar el pasado y no dar importancia al futuro, ésta es la clave de la verdadera liberación, pero no podemos encontrar el momento presente mientras estemos tensos.
En esta noche de verano no quisiera perder mi capacidad de análisis y discriminación. No me importaría aprender a pensar con más claridad, más enfocada, y por nada del mundo quisiera ser negativa. El don del pensamiento es lo más precioso que tenemos, sin él sólo seríamos otra especie animal, por ello hay que saber usarlo escogiendo solo lo positivo.
Asomarme al cielo del verano para mi es suficiente, buscar caras, pintar luceros o simplemente elevar hasta arriba el más imposible de los deseos. Soñar con aquellos días de mi infancia que fui feliz y que ahora les pongo nombre para no dejar de serlo, para hacer de cada noche de verano un sueño interminable, más allá del alba, hasta que me abrase los pies bajo las estrellas.
En mi balanza tengo dos cargas, el peso de una pérdida y otro totalmente diferente, el nacimiento de mi segunda hija.
La vida y la muerte jamás podrán equilibrarse.
Feliz Julio a todos.