Voz de mi hija.

Voz de mi hija.

martes, 30 de octubre de 2018

Luz en noviembre



Octubre ha sido un  mes oscuro para mí. He perdido tres personas queridas, un familiar y dos amigos. Los tres jóvenes y seguidos, sin dejarme siquiera un atisbo de alivio para poder al menos tener resignación. Quiero pensar que la muerte es solo una separación física, quiero creer en lo que me han dicho muchas veces, que no se van, que siguen con nosotros en alguna parte, pero siempre dejan un corazón herido y un alma que los llora.

Se oyen golpes en la puerta del otoño, golpes a puño cerrado, es el Comendador que ya está aquí con el nuevo mes. La apagada voz de Don Juan Tenorio, casi en el olvido, reclama entrar en la gran comedia de la vida.

Noviembre nace entre un cielo de piedra y un suelo cubierto de hojas muertas. Hojas caidas que calzan los árboles al concluir su existencia, recuerdos dolorosos y a menudo una herencia de buenos ejemplos que pueden entibiar nuestro corazón incluso en los momentos de melancolía. Seguimos asomándonos a la ventana del otoño, estación generosa en cambios, donde todavía quedan algunos restos de flores que cada mañana recogen ávidas el pálido fulgor de la última estrella. Árboles desnudos y campos lacios, en los que siguen apareciendo hilachos de rastrojos que añoran los últimos rayos  de sol. Dicen que es un mes melancólico, que ya no hay magia en la naturaleza, la música de los ríos amaina, los pájaros pliegan sus plumas y en los valles solo queda la amarillez de los arbustos. Dicen que es un mes triste dedicado especialmente a los difuntos, que huele a crisantemos y aromas de cipreses. Dicen... dicen tanto, que se olvidan de los vivos. No nos entristezcamos por las hojas de los árboles que alcanzan el cúlmine de su dorada belleza, para luego morir, ya que solo nos muestran  la conclusión de un ciclo de vida. La Naturaleza se despoja de su ropaje estival para enfrentarse a los próximos fríos y comienza a asomarse la primera nieve tímida, mientras que en lo alto de las montañas ya se observan la cimas con un cándido manto. Las nubes amenazan sobre el horizonte henchidas de lluvia, hasta que por fin se descarga el agua bienhechora que lava y regenera la naturaleza. Es un mes lleno de fenómenos atmosféricos.

Algo especial tienen los días de Noviembre. El placer de respirar su ambiente húmedo y la sensación de paz caminando por los parques y las alamedas solitarias. La vista se recrea mirando las ramas caídas, amontonadas en el suelo, caducas, doradas, pardas, antes vivas y ahora... dormidas. Y sus noches llenas de magia van entrando en un profundo sueño, tiñendo las sombras de un leve vapor de ceniza.
Sólo espero que Noviembre sea más luminoso y nos traiga la sonrisa que hemos perdido.

Feliz Noviembre a todos.

"Clamé al cielo, y no me oyó,
Mas, si sus puertas me cierra,
de mis pasos en la Tierra
responde el cielo, no yo."

lunes, 8 de octubre de 2018

No les juzgues

Qué difícil es comprender la mente humana. Es uno de los grandes enigmas imposibles de descifrar, el gran éxito y el gran fracaso de la psiquiatría. En este gran valle mezcla de lucha, grandeza, miseria, sueños e ilusiones, quién entiende que haya mentes tan complejas que no quieran seguir adelante, que solo piensen en truncar su existencia, sin tener en cuenta que detrás dejan corazones destrozados y completamente deshechos. Nadie puede juzgar al suicida, siempre he pensado que en ese momento tan duro, hay dos vertientes: la valentía necesaria para dar el paso y la cobardía por no querer seguir luchando. Hasta se podría añadir el egoísmo por querer terminar con todo.
Pero quiénes somos para juzgarlos. De lo que no cabe duda es de que son mentes enfermas, débiles y atormentadas.

El otoño suele ser propicio. Hace dos días ha ocurrido en alguien allegado con sorpresa y con un dolor imposible describir.
Qué tremendamente difícil resulta aceptar que una vida termine así.




Vivo, detenida en la orilla de los sueños,
vivo en un instante,
el milagro del tiempo que se aleja y se aleja,
inexorable y eterno.
Desafiando su paso,
invento un mundo de soles y sombras.
Yo vivo en él,
en el furioso viento que silba en los abismos.
Y en ese otro, suave,
que murmura entre las ramas.
Vivo en el trueno que desata la tormenta
y en el destello fugaz de la estrella que cae.
Vivo en la mirada de todas las miradas,
en mi latido y en todos los latidos.
Vivo en la lluvia que derrama
la bóveda del infinito cielo.
En el andar cansado del anciano
y en el correr alegre de los niños.
Me uno a otras vidas
y vuelvo en otras vidas.
Vivo, pero desde ahora
cada día moriré un poco.