Siempre me han gustado las ventanas grandes, será porque las pequeñas me agobian y me dan sensación de falta de aire, o será porque la claridad aumenta mi serotonina y levanta mi estado de ánimo. Lo cierto es que me gustan las ventanas de madera que tienen las casas de campo, en muchos sitios se conservan. Cuando te asomas te trasladan a un mundo de aroma y color sin mover un solo pie, dejan entrar el sonido nítido de la naturaleza y hasta te permiten oír las risas de las rosas cuando el viento las despeina.
Por los cristales se cuelan hacia el interior reflejos extraños formando colores en espiral, en el suelo y en las paredes, susurros que flotan en el aire llenos de voces ausentes, palabras y frases que teníamos olvidadas.
Creo que hasta es posible tocar el paisaje con las manos y cualquier alma sensible sería capaz de captar las silbantes melodías que arrastra el viento, los sentimientos que fluyen en busca de alivio, que toman formas confusas, que usan frases exóticas, que vuelan.
Por los cristales se cuelan hacia el interior reflejos extraños formando colores en espiral, en el suelo y en las paredes, susurros que flotan en el aire llenos de voces ausentes, palabras y frases que teníamos olvidadas.
Creo que hasta es posible tocar el paisaje con las manos y cualquier alma sensible sería capaz de captar las silbantes melodías que arrastra el viento, los sentimientos que fluyen en busca de alivio, que toman formas confusas, que usan frases exóticas, que vuelan.
Necesito asomarme a una ventana especial, mucho más grande y llena de sorpresas, la gran ventana de la vida y aspirar el perfume que llega hasta mi, el olor inconfundible de las peonías, las primeras flores que brotaban en mayo y que mi madre solía recoger los pétalos cuando por el propio peso se desprendían. Eran tan frondosas que formaban una alfombra roja de bienvenida. Y vuelvo a hablar de flores, las peonías son hermosas y soportan muy bien el invierno, necesitan pocos cuidados y florecen ahora en primavera.
Necesito asomarme a esa ventana para volver a ver sus manos blancas, las que hacían rizos en mi pelo de niña y trenzas cuando iba creciendo. Las que me sujetaban para no caerme y me curaban las rodillas melladas por mis travesuras.
Necesito asomarme a esa ventana para volver a ver sus manos blancas, las que hacían rizos en mi pelo de niña y trenzas cuando iba creciendo. Las que me sujetaban para no caerme y me curaban las rodillas melladas por mis travesuras.
Decía Kahil Gibran : "Madre es la palabra más bella pronunciada por el ser humano."
He intentado componer unas estrofas, que sin duda no son mi fuerte, ya me gustaría saber más de poesía... sin métrica por supuesto, pero con todo mi cariño para todas las madres, las que están y las que siempre estarán en nuestro corazón.
He intentado componer unas estrofas, que sin duda no son mi fuerte, ya me gustaría saber más de poesía... sin métrica por supuesto, pero con todo mi cariño para todas las madres, las que están y las que siempre estarán en nuestro corazón.
Me ha costado mucho aceptar tu ausencia, no volver a oír tus palabras de aliento, ni poder cantar contigo, ni compartir mis triunfos y mis errores. Siempre me dolerá esta separación tan dura que no entiendo, porque una madre no debería irse nunca.
Hay espejos que sienten envidia
de una carita de sol de otoño,
de mirada tibia y olor a golosina,
de dulce sabor a caramelo,
de dulce sabor a caramelo,
una carita plena de alegría,
y que yo nunca olvido.
Cuando la noche cae lentamente,
y dos estrellas rosadas
se posan en tu frente,
ni las tormentas pueden conmigo,
y me siento invencible,
capaz de alejar hasta la muerte.
Vestida de madre sonrío al tiempo,
deslizándose entre mis manos,
sereno, tranquilo y lento,
y de tus labios escucho,
bellas y tiernas profecías,
historias de asombro, divertidas.
Hay espejos infinitos,
capaces de parar el mundo,
cuando se asoma una madre.
Dos estrellas rosadas encuentro,
cuando la noche cae lentamente,
es ELLA que viene a contarme,
cada día el mismo cuento.