La sensibilidad es la capacidad que tenemos los seres humanos para percibir y comprender el estado de ánimo, el modo de ser y de actuar de las personas, así como la naturaleza de las circunstancias y los ambientes, para actuar correctamente en beneficio de los demás. Y ante todo debemos distinguir sensibilidad de sensiblería, esta última siempre es sinónimo de superficialidad, cursilería o debilidad.
Ser sensible implica permanecer en estado de alerta de todo lo que ocurre a nuestro alrededor, va más allá de un estado de ánimo como reír o llorar, sintiendo pena o alegría por todo.
Ser sensible no es signo de debilidad, no obstante, las personas prefieren aparentar ser duras o insensibles, para no comprometerse e involucrarse en temas que suponen ajenos a su responsabilidad y competencia. De esta manera, las aflicciones ajenas resultan incómodas y los padecimientos de los demás molestos, pensando que cada quien tiene ya suficiente con sus propios problemas como para preocuparse de los ajenos. Pero no hay duda de que la indiferencia es el peor enemigo de la sensibilidad. La indiferencia es algo que no comprendo, es sinónimo de frialdad, de poca humanidad y tiene un fondo de egoísmo.
La sensibilidad nos hace despertar hacia la realidad, descubriendo todo aquello que afecta en mayor o menor grado al desarrollo personal, familiar y social.
La sensibilidad viene de los sentidos y radica solo en los individuos que confían en sus sentidos, porque los conocen, los entienden y dominan a voluntad, todos o alguno de ellos.
Se dice tanbién que la sensibilidad reside principalmente en el arte, pero cualquiera puede llevar consigo esta maravillosa cualidad innata porque solo los humanos se sienten vivos y sienten la vida.
Ser sensible implica permanecer en estado de alerta de todo lo que ocurre a nuestro alrededor, va más allá de un estado de ánimo como reír o llorar, sintiendo pena o alegría por todo.
Ser sensible no es signo de debilidad, no obstante, las personas prefieren aparentar ser duras o insensibles, para no comprometerse e involucrarse en temas que suponen ajenos a su responsabilidad y competencia. De esta manera, las aflicciones ajenas resultan incómodas y los padecimientos de los demás molestos, pensando que cada quien tiene ya suficiente con sus propios problemas como para preocuparse de los ajenos. Pero no hay duda de que la indiferencia es el peor enemigo de la sensibilidad. La indiferencia es algo que no comprendo, es sinónimo de frialdad, de poca humanidad y tiene un fondo de egoísmo.
La sensibilidad nos hace despertar hacia la realidad, descubriendo todo aquello que afecta en mayor o menor grado al desarrollo personal, familiar y social.
La sensibilidad viene de los sentidos y radica solo en los individuos que confían en sus sentidos, porque los conocen, los entienden y dominan a voluntad, todos o alguno de ellos.
Se dice tanbién que la sensibilidad reside principalmente en el arte, pero cualquiera puede llevar consigo esta maravillosa cualidad innata porque solo los humanos se sienten vivos y sienten la vida.
Eres sensible, sí, porque exprimes todos los sentidos en cada momento, amas la belleza del espíritu, la fragilidad del sentimiento, la clara transparencia del más intimo pensamiento.
Tu alimento es la debilidad y la fuerza, la soledad y la ternura, la comprensión y el esfuerzo.
Amas la vida, te llenas de paz mirando una flor, o recibiendo una sonrisa. Eres débil ante las penas, a veces demasiado, pero compadecerse del dolor y el sufrimiento es aprender a valorar y a sentir emoción por las cosas más livianas de la existencia.
Siendo así, a quien le importa ser débil.