Voz de mi hija. Los sonidos del silencio

Voz de mi hija. Los sonidos del silencio.

lunes, 19 de marzo de 2018

Despierta.



Despierta ya árbol, deja de apoyar tus ramas cansadas en mi ventana, ya no es necesario protegerse del viento ni de la nieve, pronto te librarás del aliento de Eolo y dejarás el manto de hojarasca con el que te estás abrigando. Fíjate como las nubes corren a esconderse y hasta los tejados se quedan sin el fino encaje que llevan luciendo todo el invierno. Nada detiene al tiempo, en este abismo lleno de cosas nada se queda, ni se despide siquiera para decir adiós. Ahora hay que vestirse de primavera, ya está llamando a la puerta mientras el frío se va de puntillas.


Inevitables recuerdos se acercan como siempre y el corazón me pide que escriba. 
A punto de llegar la nueva estación, en una ciudad con fama de fría, donde puedes oír si  lo deseas el ruido de los cascos de Bavieca y donde la primavera es más bien un invierno suave, mi pensamiento vuelve a ver a la niña con trenzas caminando de la mano de su padre, los domingos por la mañana. Sí es la misma que corría al puesto de los barquillos, aquel que todos recordamos girando redondo y rojo y que podías encontrar en cualquier esquina del paseo o del parque. Unos con forma de tubo tostaditos y otros, unas obleas redondas y grandes que casi tapaban la cara y el concurrido quiosco de Avelino con el último número del TBO o del almanaque, más grueso y más caro. Tampoco falta la señora del pañuelo negro, con la cesta llena de chucherías, barritas de paloluz, pipas, bastones de fresa, paragüas de chocolate... mmm ¡qué ricos!. Vendían también unas manzanas bañadas en caramelo, que no eran mis preferidas, pero su color rojo brillante alegraba la vista y daba gusto verlas pinchadas en abanico.




El abrigo no se guardaba hasta junio, por si acaso, los escaparates lucían ya de primavera, una utopía, porque el buen tiempo solo se empezaba a notar cuando el sol se asomaba un poco más de la cuenta y por los primeros lirios morados que nacían en los setos y jardines. ¡Benditas flores, por fin aparecían!, mi pequeño mundo se llenaba de colores, margaritas, pensamientos, peonías y tréboles. Es ahora cuando me doy cuenta de todo lo que se pierde al hacerse adulto. Cuando aún no lo eres, estás deseando deshacer las coletas, pintarte como un cuadro y  ponerte tacones, curioso... después no sabes cómo peinarte, te pican los ojos por el rimmel y solo piensas en ponerte las zapatillas en cuanto entras en casa...

Despierta ya arbolillo, enjuto y seco por las inclemencias del tiempo, el tufo de los tubos de escape  y el ruido ensordecedor de plazas y calles. Despierta de tu letargo que en tus ramas ya brillan esmeraldas, pequeños brotes  llenos de vida. 

De nuevo todo renace, brota como ese cielo dormido, aquello que desde niños ya perdimos, nuestra inocencia, nuestro dolor, nuestras lágrimas, pero con mensajes salidos de un alma noble, sólo se puede vibrar, volver a nacer y como premio reír.




Airblue

martes, 6 de marzo de 2018

Manolo

El pasado día 24 de Febrero nuestro amigo Manolo cumplió 87 años. No pude hablar directamente con él por razones obvias, pero su hijo mayor me informó de su estado de salud y me pidió que publicara la última fotografía que hicieron en la comida familiar. Dentro de sus posibilidades, se encuentra bien, mucho más delgado y a veces con ligeros lapsus de memoria. En su "casi olvidado" blog, https://marinosinbarco.blogspot.com.es// podéis dejarle vuestra felicitación si os parece bien.



Los amigos se cuentan como las estrellas, unos más cercanos y otros más lejanos. La amistad no tiene límites, por eso hoy mi corazón vuela a Sevilla para felicitar a nuestro amigo Manolo. En mi equipaje llevo una brisa de amistad y cariño y una gran tarta de chocolate, que sé que le gusta. Y de paso recordarle que somos muchos los que le apreciamos.
Al mencionar a Manolo se nos marca una sonrisa en los labios, nos acordamos de las anécdotas que ha compartido con todos nosotros y nos damos cuenta que tiene un corazón grande. Desde aquí, donde guardo mis sueños azules, FELIZ CUMPLEAÑOS querido amigo, te echo de menos.

jueves, 1 de marzo de 2018

¡¡ Azúcar !!

¿Tu cuerpo te pide dulce?, ¿tienes hambre emocional?, ¿puedo tener hambre emocional y no saberlo?. Todos lo hemos experimentado alguna vez, de repente tenemos una necesidad imperiosa de comer un determinado alimento, normalmente, dulce, eso no se justifica solo por nuestras preferencias de gusto sino porque realmente "necesitamos" tomar algo de chocolate, un donuts o unas galletas con crema de cacao.



Si tu cuerpo te pide dulce la razón es bien sencilla: los alimentos que contienen una gran cantidad de azúcar, activan diversos neurotransmisores, como la Dopamina, la Serotonina y la Adrenalina. Estos neurotransmisores transmiten al cerebro la sensación de placer, de motivación, de saciedad, por eso en situaciones de estrés, desánimo o de cansancio necesitamos activarnos comiendo ciertos alimentos y los que más sensación de bienestar producen son los dulces.
Se debe a que el azúcar es capaz de activar las zonas cerebrales que se asocian con el sabor dulce y la necesidad de ingerir calorías para que nuestro cuerpo adquiera la energía necesaria para poder  funcionar. De ahí que sea casi una necesidad física tomar ciertos alimentos y es lo que se conoce como hambre emocional o comer por estrés. Utilizamos los alimentos para sentirnos mejor, no porque tenemos hambre. Así, tras un duro día de trabajo encontramos consuelo abriendo la nevera y cogiendo algún "capricho", es la forma más rápida de tranquilizar nuestra necesidad.



Hay que tener en cuenta que el dulce no tiene muy buena fama en cuanto a dieta se refiere, como todo tomándolo con moderación tiene sus cualidades y beneficios para la salud.
A partir de los setenta años, se recomienda el consumo de chocolate amargo, con alto contenido en cacao, y su uso en postres también es favorable para la salud del adulto mayor, ya que favorece el sistema cardiovascular, disminuye la hipertensión, tiene efectos relajantes por su contenido en triptófano y además posee un bajo contenido en azúcar, lo cual es propicio para las personas con diabetes mellitus o de tipo II.

Cuando el alma llora, el cuerpo pide azúcar:
Existe una relación directa entre el cerebro y el azúcar o glucosa. Por un lado el cerebro para su normal funcionamiento necesita un aporte de glucosa medio de alrededor de 150 gramos por día, glucosa que proviene de los hidratos de carbono o carbohidratos -como ahora se dice- de la dieta, y por otro, estos hidratos de carbono favorecen la subida de serotonina en el cerebro, una sustancia que nos mejora el sentido del humor, produce bienestar y reduce la ansiedad y la angustia.
Debemos estar alerta ante el síntoma. Si tenemos mucha necesidad de dulce, hay que pensar en dos cosas, o estamos tristes con ansiedad, en cuyo caso deberíamos pedir ayuda psicológica, o estamos haciendo algo mal con la comida. Las dietas muy bajas en carbohidratos, entendiendo como tales, básicamente alimentos que contengan azúcares, dulces, pan, cereales, patatas, arroz, pasta, legumbres, frutas y verduras, que nos aportan menos de 20 gr. de carbohidratos al día, son causa de búsqueda compulsiva de azúcar. Cuidado con pensar que los carbohidratos son malos. Son imprescindibles para el buen funcionamiento cerebral y si no los aportamos en la dieta, por supuesto de forma razonable, el cuerpo los pedirá con ansiedad y descontrol.

Moraleja: comamos equilibradamente buscando un aporte mínimo de carbohidratos no dulces para que el alma deje de llorar, sea reconfortada y consigamos mantener controlados los kilos y la ansiedad.

Hoy tocaba salud.