Despierta ya árbol, deja de apoyar tus ramas cansadas en mi ventana, ya no es necesario protegerse del viento ni de la nieve, pronto te librarás del aliento de Eolo y dejarás el manto de hojarasca con el que te estás abrigando. Fíjate como las nubes corren a esconderse y hasta los tejados se quedan sin el fino encaje que llevan luciendo todo el invierno. Nada detiene al tiempo, en este abismo lleno de cosas nada se queda, ni se despide siquiera para decir adiós. Ahora hay que vestirse de primavera, ya está llamando a la puerta mientras el frío se va de puntillas.
Inevitables recuerdos se acercan como siempre y el corazón me pide que escriba.
A punto de llegar la nueva estación, en una ciudad con fama de fría, donde puedes oír si lo deseas el ruido de los cascos de Bavieca y donde la primavera es más bien un invierno suave, mi pensamiento vuelve a ver a la niña con trenzas caminando de la mano de su padre, los domingos por la mañana. Sí es la misma que corría al puesto de los barquillos, aquel que todos recordamos girando redondo y rojo y que podías encontrar en cualquier esquina del paseo o del parque. Unos con forma de tubo tostaditos y otros, unas obleas redondas y grandes que casi tapaban la cara y el concurrido quiosco de Avelino con el último número del TBO o del almanaque, más grueso y más caro. Tampoco falta la señora del pañuelo negro, con la cesta llena de chucherías, barritas de paloluz, pipas, bastones de fresa, paragüas de chocolate... mmm ¡qué ricos!. Vendían también unas manzanas bañadas en caramelo, que no eran mis preferidas, pero su color rojo brillante alegraba la vista y daba gusto verlas pinchadas en abanico.
Despierta ya arbolillo, enjuto y seco por las inclemencias del tiempo, el tufo de los tubos de escape y el ruido ensordecedor de plazas y calles. Despierta de tu letargo que en tus ramas ya brillan esmeraldas, pequeños brotes llenos de vida.
De nuevo todo renace, brota como ese cielo dormido, aquello que desde niños ya perdimos, nuestra inocencia, nuestro dolor, nuestras lágrimas, pero con mensajes salidos de un alma noble, sólo se puede vibrar, volver a nacer y como premio reír.
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