Voz de mi hija.

Voz de mi hija.

domingo, 24 de agosto de 2014

DONDE ESTÁN MIS ÁNGELES

 

Ella se definía en el perfil de su blog como :
"Alegre, soñadora, amiga de mis amigos y enemiga de nadie. Mi oficio: VIVIR"
Tenía el precioso don de escribir como los ángeles, sus poemas y relatos pudimos disfrutarlos los que por aquel tiempo nos paseábamos por los foros de amistad y después nos lanzamos a la aventura de los blogs.
Nos ha dejado y creo que merece un recuerdo. Os pongo esta bonita poesía que guardo, publicada el 28 de noviembre de 2007.

 
DONDE ESTÁN MIS ÁNGELES


Al caer en la tarde las horas
en la oscura penumbra del sueño,
entre nubes, las hojas se mecen,
los pájaros callan y susurra el viento.


Es la noche, teatro de luces
de estrellas veloces que fingen diseños,
vías lácteas de brumas azules,
y constelaciones de ayeres desiertos.


Cuando veo del cielo los guiños
en las madrugadas de mis desconciertos,
me parece que vuelan legiones,
de místicos ángeles con olor a incienso.


Pero luego, las luces del alba
pálida mortaja que ilumina el cielo,
me recuerdan las viejas verdades,
me despiertan de mis nuevos sueños.

Y mis ojos, perdiendo la infancia
se vuelven más duros, se tornan mas viejos,
donde están mis ángeles...  por qué no los veo...?
Solo quedan las hojas de un árbol
moviéndose al viento.
 

ELISA SAHAGÚN (Ely)






lunes, 11 de agosto de 2014

REMINISCENCIAS



Llevo despierta un buen rato, el calor, ¡ este maldito calor ! , tengo la camiseta húmeda, pegada a la espalda, miro el reloj, las 5,50, madre mía qué pronto, está aún oscuro, ya van alargando las noches. Decido levantarme y salgo a la terraza, parece que corre un poco de brisa, a lo lejos, una tenue línea de luz divide el horizonte separando el cielo del mar. Seguro que el amanecer va a ser precioso. Se me ocurre hacer meditación sentada en el suelo, cierro los ojos y empiezo a recitar los mantras que recuerdo. Mi perro, un precioso Lhasa Apso de suave pelo color champagne, me da un lametazo en la espalda que me desconcentra, ¡ vaya susto!, vuelvo a empezar los mantras, pienso en el calor que debe estar pasando el pobre con su abrigo de lana , me río, nada, no me concentro.

Poco a poco el horizonte se tiñe de rojo y en unos minutos se irá anaranjando. Como un espejo, el mar refleja los colores en la cresta de las olas, las nubes, antes invisibles, ahora moldean su volumen con los tonos del arcoíris. Y como un punto dorado de luz va apareciendo el sol, lentamente, majestuoso, dueño y señor del firmamento y poco a poco su brillo lo va inundando todo, lo transforma todo, lo que antes no era, ahora es, la oscuridad huye, la vida está aquí de nuevo.
Y yo me encuentro ante un amanecer de agosto en el Mediterráneo,  un mes donde solo a estas horas puedes liberarte un poco de la muchedumbre, del gentío, del bullicio de los descapotables y las motos.  Después vendrá  la lucha mañanera para encontrar un trocito de arena en la playa, pero la gente es feliz, las vacaciones cambian el ánimo, al fin y al cabo llevan esperando todo un año para ver el mar y aunque haya que pedir permiso para extender una toalla no les importa, quieren volver a verlo y olvidarse de la rutina de su ciudad. A mí me ocurre lo mismo, pero no, estoy equivocada, este mar no es el que me gusta, este no es el mar que me trae los mejores recuerdos de la infancia. Este es el mar abotargado de agosto y sus aguas templadas me recuerdan a una bañera y la espuma de sus olas a las pompas de jabón. El gentío me abruma y lo peor es que no puedo disfrutar de la belleza de su marco azul.

Bendito mar el de entonces, el de hace unas décadas, lleno de conchas y caracolas, de castillos de arena fina y de preciosas cabriolas donde tantas veces me he mojado los pies.



Recuerdo aquellos versos de Tagore:

Vengo a ti para que me acaricies antes de comenzar el día.
Que tus ojos se posen un momento sobre mis ojos.
Que acuda a mi trabajo sabiendo que me acompañas, amigo mío.
¡ Pon música en mí mientras atravieso el desierto de ruido !
Que el destello de tu amor bese las cumbres de mis pensamientos
y se detenga en el valle de mi vida, donde madura la cosecha.
¿ No has oído sus pasos callados ? Él viene, viene ...siempre vendrá.

Pero no le dejamos, enturbiamos sus aguas, oscurecemos su arena y hasta las gaviotas chillan y no se atreven a soñar.