Terminé de dejar el último currículum en un conocido hospital y me regalé un buen café en una terraza.
No parabas de quitar tus ojos de mi mesa y por fin te levantaste arrastrando los pies. -"Una aspirina, necesito una aspirina"- Abrí el bolso y te la ofrecí. -"Es que tengo una jaqueca horrible, ayer me pasé un poco con la bebida, acepte mis disculpas". Y acepté eso y más.
La bebida... ahí empezó todo, tu ruina y la mía.
Volvimos a vernos en aquel café en primavera y a él siempre le temblaban las manos. Yo sabía que el temblor del alcohol puede provocar una caída del azúcar en sangre y que a niveles muy bajos provoca hasta convulsiones.
"Hiciste una PROMESA muy importante para los dos y no la has cumplido".
Me marché y se quedó solo mientras sus dedos seguían tintineando en el vaso. "No volveré a beber, lo prometo".
El tiempo pone a cada uno en su sitio. Me llamaron de la sala de urgencias. Alguien había sufrido un grave accidente al derrapar su coche en una curva cerrada.
Bajé deprisa por si podía llegar a tiempo.
Sentí un ligero olor a café al acercarme, una mezcla que no me era desconocida. Era él, yacía con un hilo de vida, y clavando sus ojos en los míos, como pudo me habló:
"Lo siento, no he sabido cumplir mi PROMESA".