De nuevo a las puertas de otro fin de año.
Quedan muy pocas horas para que el reloj marque las doce últimas campanadas dando entrada al nuevo 2020 y todos nos deseamos lo mejor entre risas, abrazos y brindis. En el fondo todos pensamos lo mismo, cómo será, qué sorpresas nos reservará, si será bueno o malo. Y siempre hacemos un balance del que acaba de finalizar. Yo no puedo deciros que ha sido positivo, no, menos mal que al final se ha abierto una luz y unos ojos azules heredados de mi padre, empiezan a brillar.
En todos los países que más o menos se rigen por una cultura cercana a la occidental, se cierra el año con mucho bullicio y distintas tradiciones, entre ellas (y como no podía ser menos) las referidas a la gastronomía. Así por ejemplo, los italianos inician la ‘notte di Capodanno’ con una cena en la que las lentejas son plato imprescindible porque significan riqueza. Además, después de brindar por el nuevo año, es costumbre tirar la copa por la ventana.
Por su parte, los ciudadanos noruegos toman el tradicional aguardiente o la dorada cerveza acompañada por típicos platos a base de pescado. Para los ingleses, estas señaladas fechas no serían lo mismo sin su christmas pudding, mientras que los franceses hacen un reveillon (cena de Nochevieja) para ‘supercomilones’ en la que se cocinan grandes cantidades de comida. Por otro lado, en Alemania es tradición dejar en el plato algunos restos de lo que se haya cenado hasta después de medianoche, como forma de asegurarse una despensa bien surtida durante el año siguiente.
Pero nada más saludable que la vieja costumbre española de tomar doce uvas coincidiendo con las doce últimos segundos del año como ‘ritual’ para atraer la suerte. Tan arraigada está esta tradición que cada fin de año son consumidos ni más ni menos que unos 500 millones de uvas, pero... ¿de dónde procede exactamente esta ‘ceremonia gastronómica’?. Pues bien, según la mayoría de las teorías parece ser que todo empezó cuando, en el año 1909, los viticultores cosecharon tal cantidad de uvas que, al no saber qué hacer con el excedente, decidieron repartirlo gratis entre la ciudadanía inventando que su consumo en Nochevieja traería fortuna. Y debió de traer mucha porque, desde aquel año esta tradición se ha seguido celebrando hasta hoy e, incluso, algunos países sudamericanos han empezado también con esta costumbre.
Hoy colgaré temprano la luna,
cerraré mis ojos,
y de memoria colocaré las estrellas
para que los poetas naveguen en busca de sus musas;
la pondré risueña
para que los poetas siembren flores en los corazones.
Estamparé un lucero en la hamaca de su risa,
un beso de infinito,
para que sueñen los enamorados...
Hoy colgaré la luna en un cielo limpio,
que no haya nubes que le estorben,
y que los suspiros
la vayan elevando
en hilos de prosas, de versos y de sueños.
Hoy colgare la luna
y la bajaré despacio para pintarla de aurora...
la bajaré para ponerla a tus pies.
Cierra los ojos, piensa en todo lo que te hizo sonreír en el año que termina y olvídate de lo demás... Ojalá esas sonrisas se multipliquen por 2020 más.