Voz de mi hija. Los sonidos del silencio

Voz de mi hija. Los sonidos del silencio.

jueves, 22 de octubre de 2009

MIO CID



Ya cabalgan aprisa, ya aflojan las riendas.
Al salir de Vivar, tuvieron la corneja diestra,
y entrando en Burgos, tuvieron la siniestra.
El Cid se encogió de hombros y meneó la cabeza:
«¡Albricias, Álvar Fáñez, que si ahora nos destierran
con muy gran honra tornaremos a Castiella




De nuevo en Castilla, Burgos -Caput Castellae- paseando por sus calles llenas de historia y recuerdo, esta vez acompañada por un sol espléndido y un cielo azul, que permite admirar mucho mejor la belleza de esta ciudad y de sus grandes monumentos.

Me detengo ante uno por el que he pasado tantas veces, que la costumbre y la rutina hicieron que no lo admirase mucho antes con el detalle y la minuciosidad que se merece.

Ahí está Mio Cid, Don Rodrigo Díaz, en el centro de la capital rodeado de claveles rojos.

Acompañadme a conocerle un poco más si cabe, o al menos mencionar lo más importante de su vida.




1043-99. Guerrero de la reconquista hispana y hombre de estado, de nombre Rodrigo Díaz, nacido en Vivar, Burgos, y muerto en Valencia. Destacó en la corte de Sancho II, rey de Castilla, como alférez o portaestandarte del rey. Desde muy joven fue famoso en duelos singulares, que le valieron el sobrenombre de "Campidoctor"o Campeador. Los moros por él sometidos le llamaron Cid o Mio Cid, ésto es "Mi Señor".

Ayudó a Sancho II en las guerras fraticidas por las que este rey desposeyó a sus hermanos Alfonso VI y García, de los reinos de León y Galicia. Pero Sancho fue asesinado cuando en 1072 sitiaba Zamora y Rodrigo, como alférez de Castilla, antes de reconocer al destronado Alfonso VI por heredero del reino, le exigió en Santa Gadea de Burgos el juramento legal de no haber tenido parte en el asesinato de su hermano; jura por la cual Alfonso VI miró siempre con recelo al Campeador.


Iglesia de Santa Gadea (Burgos)


Juramento del rey Alfonso VI






























Alfonso casó a Rodrigo con Jimena Díaz, hija del conde de Oviedo y sobrina del mismo Alfonso (1074) pero, desaprobando una incursión del Cid contra los moros en Toledo, le desterró en 1081. Como consecuencia de la gran derrota que sufrió en Badajoz, a cargo del emperador almorávide, Yúsuf, el rey decidió levantar el destierro al Campeador. Involuntariamente el Cid no acudió a tiempo y fue desterrado por segunda vez, sin querer oír el rey su juramento exculpatorio.


Volvió por su cuenta a combatir al rey de Lérida y, en el Pinar de Tébar, venció y aprisionó por segunda vez al conde Berenguer de Barcelona (1090), el cual, ganado por la generosidad de su vencedor, le cedió el protectorado de aquellas tierras. Tuvo que interrumpir sus batallas por el litoral valenciano porque la reina Constanza le escribió, deseando reconciliarle con Alfonso. El Cid acudió para formar parte de una expedición que contra los almorávides de Granada dirigía el rey, pero éste le despidió receloso e implacable (1091).

El Cid volvió a persistir en la conquista de Valencia, ciudad que al fin tomó en junio de 1094, poniéndola bajo el señorío de su rey.


En sus últimos años el Campeador hizo obispo de Valencia al clunicense Jerónimo de Perigod (1098). Casó a su segunda hija María, con el nuevo conde de Barcelona, Ramón Berenguer III el Grande y a su hija mayor, Cristina, con el infante Ramiro de Navarra, cuyo hijo García llegó a ser rey en Pamplona y su nieta Blanca de Navarra llevó la sangre del Cid a las familias reales de Castilla, Portugal y Francia.

El héroe murió en Valencia, el 10 de julio. Su viuda, Jimena, defendió la ciudad contra los ataques de los almorávides durante casi tres años.
El rey Alfonso VI que fue llamado en socorro por su sobrina, no viéndose con fuerzas para conservar la conquista del Cid, abandonó Valencia en mayo de 1102, llevándose el cadáver del conquistador para darle sepultura en el monasterio de San Pedro de Cardeña (Burgos).





Un monasterio que es obligatorio visitar situado en un valle a 11 Kms de Burgos y que a mi me trae muy buenos recuerdos. Los monjes trapenses cultivan sus propias tierras y venden productos de buena calidad y precio.






En el conjunto de San Pedro de Cardeña, ofrecen especial interés la torre desde la cual Doña Jimena oteaba el horizonte a la espera del regreso del Cid, el ábside de la iglesia, el coro de los monjes con preciosas sillas de madera de nogal, la Capilla del Cid, donde reposaron durante siglos los restos de Rodrigo Díaz de Vivar y Jimena, compañeros en la vida y en la muerte, ( en el año 1921 dichos restos fueron trasladados a la catedral en la parte central del altar Mayor); el hermoso claustro de los Mártires, donde al lado de una pequeña fuente que todavía existe, los monjes fueron decapitados cuando el monasterio fue desvastado por los árabes en el fatal año de 953; la lujosa escalera del interior y el decorado de la cúpula, obra del pintor burgalés Juan Vallejo.


















SOLAR del CID





Este es el punto donde, al parecer, estuvo la casa solariega de Rodrigo Díaz de Vivar. Se eleva un sencillo monumento erigido para perpetuar la memoria del Cid. Es una cartela flanqueada por dos obeliscos con los escudos de Burgos y su legendario héroe. El monumento fue construido en el año 1784.











Y ahí sigue y seguirá Mío Cid, Don Rodrigo, en el centro de la capital, montado en Bavieca con su espada Tizona, sobrio y desafiante al paso del tiempo.





Me gusta invitar a mis acompañantes, quien me conoce sabe que es así y además estamos en Castilla, en la vieja Castilla donde :



s menester que el visitante conozca que se halla aposentado en una villa sazonada por hace muchos siglos por el aroma de sus guisos y el perfume de sus viandas y el vaho de sus caldos.


Gentes de toda índole y condición del trascendente placer de la buena mesa. Potajes y estofados, churrascos y gigotes, aves y pescados, han peregrinado durante lustros desde las marmitas y los pucheros a los afortunados estómagos de jerarcas y menestrales, literatos y toreros, sabios y menos sabios, nativos y foráneos; que en esto del yantar no hay castas ni razas ni oficios, sino hambrones o abstinentes, pues ya decía el maestro Anselmo Brillat-Savarin, sumo pontífice de la gastronomía, que "el placer de la mesa es para todas las edades, para todas las condiciones, para todos los países y para todos los días; puede asociarse a todos los demás placeres, y se queda el último para consolarnos de la pérdida de los otros".

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En uno de los lados del pedestal de la estatua se puede leer el siguiente texto:

«AÑO 1099: EN ESPAÑA DENTRO EN VALENCIA MVRIO EL CONDE DON RODRIGO DIAZ SV MUERTE CAVSO EL MAS GRAVE DVELO EN LA CRISTIANDAD Y GOZO GRANDE ENTRE SVS ENEMIGOS».




martes, 6 de octubre de 2009

ESTA VEZ ...



No voy a escribir sobre aviones, a pesar de que forman parte de mi vida como ya sabeis. Esta vez toca viajar en tren, caminar por raíles recordando aquellos viejos ferrocarriles y sus locomotoras, que eran una delicia sobre todo para los aficionados y coleccionistas de trenes antíguos. Muchos todavía recordarán el clásico traqueteo del tren, su ruido repetitivo, sus vagones y su máquina de vapor. Estaciones de espera y el impregnante olor a carbón. Las prisas por cambiar de un andén a otro, el sonido del silbato y la gente cargada de equipaje.



Desde la época de estos arcanos y destartalados artefactos a la mágica alta velocidad hay un mundo y unos cuantos años.


Tren de la Fresa, Madrid-Aranjuez









Locomotoras Mikado











Tren de alta velocidad"BALA"

Y viajar en tren implica visitar obligatoriamente estaciones de ferrocarril, algunas muy interesantes, que debido a las prisas no nos fijamos con detalle y la mayoría de las veces suelen pasar desapercibidas.


El pasado verano regresando de mis vacaciones estuve unos días en Valencia y entre las muchas visitas que hice una de las más curiosas fue su estación de ferrocarril.







La Estación del Norte situada en pleno centro de la capital valenciana, junto a la Plaza de toros






Su fachada, con motivos vegetales, naranjas y flores de azahar, se inspira en la agricultura valenciana e incluye, entre otras referencias a la ciudad, las cuatro barras rojas sobre fondo oro del escudo heráldico valenciano. Evidencia, así, un rasgo significativo de la tensión modernista entre la modernidad y la tradición, entre lo local y lo cosmopolita.







































Destaca la ornamentación del edificio, con cerámicas vidriadas, trencadís y un mosaico de José Mongrell. En su vestíbulo, una combinación de maderas, cristal y mármol fusionan calidez, transparencia y brillo. Tiene un sinfín de elementos decorativos de cerámica, madera, metal, vidrio y otros materiales. La cubierta principal de la nave central, que cubre las vías, tiene forma de arco y guías que representan las vías del tren. Asimismo, tiene una gran abertura longitudinal destinada a que antiguamente escaparan los humos de las maquinas a vapor.
Los zócalos de cada puerta o ventanal interior del vestíbulo están hechos de madera y en los más altos se puede leer el lema "buen viaje" en distintos idiomas. Sus grandes ventanales presentan una rosa en su parte superior. Otro rasgo típico del Modernismo que se aprecia en la estación es la integración de todas las artes en una misma edificación: arquitectura, escultura, pintura y artes decorativas.


El edificio es de planta rectangular con dos zonas claramente diferenciadas: el gran hangar, de planta igualmente rectangular y cerrado con estructura de arcos articulados de acero laminado, y el edificio de viajeros propiamente dicho, de planta en U y pilares independientes de la estructura del hangar.


La planta baja está exclusivamente destinada el público, mientras que el entresuelo y primer piso se destinan a oficinas.







Las fachadas están rítmicamente desarrolladas según módulos de un gran esquematismo formal. La fachada principal predominantemente horizontal, presenta unas torres laterales, que recuerdan, sin duda, la de la Lonja, con escasa altura y ritmos verticales en los entrepaños que no llegan a desequilibrar la horizontalidad general. El remate del edificio queda definido por estos cuerpos y por pináculos terminales de perfil aparentemente almenado.
Estilísticamente este edificio puede ser relacionado con la secesión vienesa y especialmente con Otto Wagner, a cuya influencia se añadirían, por un lado reminiscencias del gótico perpendicular inglés junto con inicios de lo que más tarde sería el racionalismo.
Por oposición a esta sobriedad estructural se superpone en las fachadas una profusa decoración de elementos cerámicos y temas inspirados en la agricultura valenciana. A estos elementos de claro valor simbólico se añade la repetición constante del escudo de la ciudad como remate de las marquesinas, así como elementos emblemáticos alusivos a la compañía de caminos y hierro del norte como la estrella de cinco puntas y el águila, símbolo de la velocidad.





Destaca también la exuberante decoración del vestíbulo, con un minucioso diseño de las taquillas y arrimaderos de madera, con incrustaciones de mosaico y decoraciones cerámicas con abundancia de Trencadis, azulejos troceados, como revestimiento de paredes y techos formando un conjunto de singular belleza. Uno de los elementos destacables de la decoración de la estación es la presencia de estrellas de cinco puntas que era el emblema de la Compañía de Ferrocarriles del Norte y también, y sin genero de dudas la Sala que en su día estuvo dedicada a Cafetería y que después de muchos años cerrada ha vuelto a ser reabierta, pero como Oficina de Información y rebautizada como Sala de Mosaicos. Es de lo mejor de la Estación del Norte, toda ella decorada con azulejos y mosaicos policromados con motivos típicos de la huerta valenciana y un techo verdaderamente espectacular.






























Pasé un rato muy agradable. Ya veis, no siempre es el aire, aviones y aeropuertos, también estas máquinas y su entorno me llaman la atención y espero que a vosotros os haya gustado esta entrada.

Me falta algo ... ¿os apetece una rica horchata valenciana?.







Al otro lado de la vía una tarde de invierno, alguien muy alto, con abrigo y sombrero gris, me esperaba para darme la mano. Tenía los ojos demasiado claros y yo solo tres años.

Ya recuerdo.... era mi abuelo.










Fotografías de J.A.M.C