Ya cabalgan aprisa, ya aflojan las riendas.
Al salir de Vivar, tuvieron la corneja diestra,
y entrando en Burgos, tuvieron la siniestra.
El Cid se encogió de hombros y meneó la cabeza:
«¡Albricias, Álvar Fáñez, que si ahora nos destierran
con muy gran honra tornaremos a Castiella!»
De nuevo en Castilla, Burgos -Caput Castellae- paseando por sus calles llenas de historia y recuerdo, esta vez acompañada por un sol espléndido y un cielo azul, que permite admirar mucho mejor la belleza de esta ciudad y de sus grandes monumentos.
Me detengo ante uno por el que he pasado tantas veces, que la costumbre y la rutina hicieron que no lo admirase mucho antes con el detalle y la minuciosidad que se merece.
Ahí está Mio Cid, Don Rodrigo Díaz, en el centro de la capital rodeado de claveles rojos.
Acompañadme a conocerle un poco más si cabe, o al menos mencionar lo más importante de su vida.
1043-99. Guerrero de la reconquista hispana y hombre de estado, de nombre Rodrigo Díaz, nacido en Vivar, Burgos, y muerto en Valencia. Destacó en la corte de Sancho II, rey de Castilla, como alférez o portaestandarte del rey. Desde muy joven fue famoso en duelos singulares, que le valieron el sobrenombre de "Campidoctor"o Campeador. Los moros por él sometidos le llamaron Cid o Mio Cid, ésto es "Mi Señor".
Ayudó a Sancho II en las guerras fraticidas por las que este rey desposeyó a sus hermanos Alfonso VI y García, de los reinos de León y Galicia. Pero Sancho fue asesinado cuando en 1072 sitiaba Zamora y Rodrigo, como alférez de Castilla, antes de reconocer al destronado Alfonso VI por heredero del reino, le exigió en Santa Gadea de Burgos el juramento legal de no haber tenido parte en el asesinato de su hermano; jura por la cual Alfonso VI miró siempre con recelo al Campeador.
Iglesia de Santa Gadea (Burgos)
Juramento del rey Alfonso VI
Volvió por su cuenta a combatir al rey de Lérida y, en el Pinar de Tébar, venció y aprisionó por segunda vez al conde Berenguer de Barcelona (1090), el cual, ganado por la generosidad de su vencedor, le cedió el protectorado de aquellas tierras. Tuvo que interrumpir sus batallas por el litoral valenciano porque la reina Constanza le escribió, deseando reconciliarle con Alfonso. El Cid acudió para formar parte de una expedición que contra los almorávides de Granada dirigía el rey, pero éste le despidió receloso e implacable (1091).
El Cid volvió a persistir en la conquista de Valencia, ciudad que al fin tomó en junio de 1094, poniéndola bajo el señorío de su rey.
En sus últimos años el Campeador hizo obispo de Valencia al clunicense Jerónimo de Perigod (1098). Casó a su segunda hija María, con el nuevo conde de Barcelona, Ramón Berenguer III el Grande y a su hija mayor, Cristina, con el infante Ramiro de Navarra, cuyo hijo García llegó a ser rey en Pamplona y su nieta Blanca de Navarra llevó la sangre del Cid a las familias reales de Castilla, Portugal y Francia.
El héroe murió en Valencia, el 10 de julio. Su viuda, Jimena, defendió la ciudad contra los ataques de los almorávides durante casi tres años.
El rey Alfonso VI que fue llamado en socorro por su sobrina, no viéndose con fuerzas para conservar la conquista del Cid, abandonó Valencia en mayo de 1102, llevándose el cadáver del conquistador para darle sepultura en el monasterio de San Pedro de Cardeña (Burgos).
Un monasterio que es obligatorio visitar situado en un valle a 11 Kms de Burgos y que a mi me trae muy buenos recuerdos. Los monjes trapenses cultivan sus propias tierras y venden productos de buena calidad y precio.
En el conjunto de San Pedro de Cardeña, ofrecen especial interés la torre desde la cual Doña Jimena oteaba el horizonte a la espera del regreso del Cid, el ábside de la iglesia, el coro de los monjes con preciosas sillas de madera de nogal, la Capilla del Cid, donde reposaron durante siglos los restos de Rodrigo Díaz de Vivar y Jimena, compañeros en la vida y en la muerte, ( en el año 1921 dichos restos fueron trasladados a la catedral en la parte central del altar Mayor); el hermoso claustro de los Mártires, donde al lado de una pequeña fuente que todavía existe, los monjes fueron decapitados cuando el monasterio fue desvastado por los árabes en el fatal año de 953; la lujosa escalera del interior y el decorado de la cúpula, obra del pintor burgalés Juan Vallejo.
SOLAR del CID
Este es el punto donde, al parecer, estuvo la casa solariega de Rodrigo Díaz de Vivar. Se eleva un sencillo monumento erigido para perpetuar la memoria del Cid. Es una cartela flanqueada por dos obeliscos con los escudos de Burgos y su legendario héroe. El monumento fue construido en el año 1784.
Y ahí sigue y seguirá Mío Cid, Don Rodrigo, en el centro de la capital, montado en Bavieca con su espada Tizona, sobrio y desafiante al paso del tiempo.
Me gusta invitar a mis acompañantes, quien me conoce sabe que es así y además estamos en Castilla, en la vieja Castilla donde :
s menester que el visitante conozca que se halla aposentado en una villa sazonada por hace muchos siglos por el aroma de sus guisos y el perfume de sus viandas y el vaho de sus caldos.
Gentes de toda índole y condición del trascendente placer de la buena mesa. Potajes y estofados, churrascos y gigotes, aves y pescados, han peregrinado durante lustros desde las marmitas y los pucheros a los afortunados estómagos de jerarcas y menestrales, literatos y toreros, sabios y menos sabios, nativos y foráneos; que en esto del yantar no hay castas ni razas ni oficios, sino hambrones o abstinentes, pues ya decía el maestro Anselmo Brillat-Savarin, sumo pontífice de la gastronomía, que "el placer de la mesa es para todas las edades, para todas las condiciones, para todos los países y para todos los días; puede asociarse a todos los demás placeres, y se queda el último para consolarnos de la pérdida de los otros".
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En uno de los lados del pedestal de la estatua se puede leer el siguiente texto:
«AÑO 1099: EN ESPAÑA DENTRO EN VALENCIA MVRIO EL CONDE DON RODRIGO DIAZ SV MUERTE CAVSO EL MAS GRAVE DVELO EN LA CRISTIANDAD Y GOZO GRANDE ENTRE SVS ENEMIGOS».