Mediterráneo. Septiembre 2018
Se adentró en él, no importaba el nombre ni el lugar, el mar seguía siendo su cómplice. Pensó que necesitaba tranquilidad, escuchar ese suave murmullo que serena el alma y dejarse abrazar tímidamente por la brisa. Solo quien ha vivido cerca del mar conoce la parte dulce de la sal y ella venía de un lugar distinto, por eso probó sus aguas, saben a lágrimas se dijo y bailó con ellas, su vaivén envolvía los recuerdos dejando en su alma una huella imborrable.
Bendito mar el de entonces, el de hace unas décadas, lleno de conchas y caracolas, de castillos de arena fina y de preciosas cabriolas donde tantas veces te has mojado los pies.
No me extraña que vuelvas a él, mi preciosa niña.