Enseguida se percató de mi reacción, se apuró y trató de rectificar la frase al ver la expresión de mi cara. Respondí que me parecía una pregunta interesante y después de reflexionar unos segundos le invité a que se sentara mientras pensaba la respuesta. Fue fácil; para una persona de veinte años cualquiera que sobrepase la cincuentena es ya mayor, así que le dije que hacerse viejo es todo un regalo. ¿Por qué- preguntó- pues porque ahora soy la persona que quiero ser.
Es cierto que a veces prefiero no fijarme si hay cambios en mi cuerpo, arrugas, ojeras y hasta indicios de la dichosa celulitis. A menudo me sorprendo de la persona que vive en mi espejo- dije- pero todas estas cosas no me preocupan, el tiempo tiene que pasar y lo importante es cumplir años con la suficiente calidad de vida. No cambiaría mi querida familia, ni a mis amigos, ni mi experiencia, por tener menos cabellos canosos y una figura envidiable. Ahora me he convertido en mi amiga, no me regaño por no hacer la cama, o por comer esa galleta extra. Estoy en mi derecho de ser un poco desordenada, sentarme en el sofá sin hacer absolutamente nada o quedarme sin prisas en el parque disfrutando del aire fresco y del aroma que desprende una pequeña flor.
Es verdad que he visto a algunos queridos amigos irse de este mundo, antes de haber conocido la libertad que viene al hacerse viejo. Duele mucho perder a tus padres, duele el sufrimiento y en definitiva duele la vida. Pero a nadie le interesa si escojo leer o estar en el ordenador hasta las cuatro de la mañana y después dormir hasta quién sabe la hora. Bailar conmigo misma al ritmo de aquellos maravillosos acordes de los 50 y 60 y si después me apetece llorar por algo perdido o ponerme una película lacrimógena de esas que dejan un nudo en la garganta, lo hago y no molesto a nadie.
Puedo caminar por la playa con un traje de baño que se estira para esconder lo que quieres y hacer un clavado en las olas dejándome ir, a pesar de las miradas de compasión de las que usan bikini... ¡ja!, ellas también se harán viejas, eso si tienen la suerte de llegar. Algunas veces soy olvidadiza, pero en cambio me acuerdo de las cosas importantes. A través de los años mi corazón ha sufrido por la pérdida de alguien querido, por la enfermedad y el dolor de un niño , o por ver morir a mi mascota. Pero es el sufrimiento lo que nos da fuerza, lo que nos hace crecer. Un corazón que no se ha roto, es estéril y nunca conocerá la felicidad de ser imperfecto.
Si, me siento orgullosa de haber vivido suficiente para que mis cabellos se vuelvan grises y por conservar la sonrisa de mi juventud antes de que aparezcan los surcos profundos en mi cara. Cuando se envejece es más fácil ser positivo, te preocupas menos por lo que los demás puedan pensar.
Ahora bien jovencito, para responder a tu pregunta con sinceridad, puedo decir orgullosamente que me gusta ser mayor porque ha aumentado mi libertad, me gusta la persona en que me he convertido. No voy a vivir siempre, pero mientras esté aquí no voy a perder el tiempo en lamentarme por lo que pudo ser, o preocuparme de lo que será. Trataré de amar sencíllamente, generosamente, hablar amablemente y el resto se lo dejaré a Dios.
Me parece hermosa toda la naturaleza, ahora me doy más cuenta de la belleza de una mariposa, del colorido del cielo e incluso del encanto de los días nublados con la frescura de la lluvia.
Queridos amigos, hoy cumplo un año más. No me importa el paso del tiempo, me importa sonreir cada mañana, contemplar como la vida despierta antes que nosotros para colgar el sol y seguir viéndolo desde la ventana de nuestra existencia.