Voz de mi hija. Los sonidos del silencio

Voz de mi hija. Los sonidos del silencio.

domingo, 21 de noviembre de 2021

Hugs/Abrazos


Se fue sin despedirse, sin darle el último abrazo, como muchos en esta maldita pandemia, quizá por ello es más profundo el dolor y todas sus palabras de ánimo se han quedado en espera de que algún día ese abrazo que no fue posible pueda dárselo en la luz.

Con los dedos de una mano puedo contar a los amigos que después de estar sin vernos mucho tiempo, cuando nos reencontramos es como si solo hubiera pasado un día, y la única señal que hay de que ha pasado realmente un  tiempo son los cambios físicos.

Un pequeño abrazo puede secar muchas lágrimas, una pequeña palabra llena de amor puede colmarnos de felicidad y una pequeña sonrisa puede cambia el mundo. Son esas mínimas cosas que construyen nuestro mundo llenándolo de felicidad y de amor… No sé si os habéis fijado, cuando estamos inmersos en uno de estos abrazos se para el tiempo, sí, se para, y nuestras almas se sienten en armonía, creando una melodía que llena de ritmo nuestro corazón.

Es que abrazar en la vida es lo mejor que podemos hacer por nuestro bienestar emocional y el de quienes nos rodean.  Sucede siempre así porque los abrazos no necesitan de las palabras para decirlo todo, por eso no tiene sentido dejar que nos duela el alma, porque hay un abrazo para cada tristeza. Además de la oxitocina, los abrazos liberan serotonina y dopamina, tres hormonas que  actúan de forma sinérgica en la regulación del estado de ánimo, el sueño, el apetito y el  movimiento generando una gran sensación de bienestar y felicidad. También se mejora la autoestima, por lo que aumenta la sensación de euforia y energía.  

¿A quién no le gustan los abrazos? ¡Y no somos los únicos! En el reino animal también nos demuestran su cariño con preciosos y cálidos gestos amorosos.

Hay algo que me gustaría: viajar al pasado y no para enmendar errores, sino para abrazar a alguien que hoy ya no está.







viernes, 12 de noviembre de 2021

Profundo silencio.



Es difícil,  creo que para mí es casi imposible de aceptar, sin embargo volví a caminar entre las tumbas llenas de flores, otras en cambio olvidadas y cubiertas por la hierba, que no sabe ni pide permiso para crecer sobre suelo santo. Soleada y fresca mañana la de un Burgos lleno de cipreses y crisantemos y de una ofrenda en la entrada como homenaje a todas las víctimas del covid.
Esta vez atravesé las puertas del cementerio temblando, casi no me sujetaban las piernas y haciendo un esfuerzo por contenerme  llegué a la tercera zona con tres ramos de flores para ellos.
Ya sé que no importa la fecha, que da lo mismo abril que julio, pero desde la pandemia y luego mi enfermedad no he podido resistirme, lo que queda allí ya no es nada y aunque sé que mi madre conoce muy bien lo que me ha ocurrido, un día me pidió que no faltara una flor en su lecho, fue una manera de asegurarse mi recuerdo. No se la ocurrió pensar que siempre la llevaría en mi corazón.

Volviendo a Madrid llegué a la conclusión de que nuestra relación con la muerte está siempre en fase de negación: se oculta, no se habla de ella, nos incomoda y preferimos no pensar en el tema... Sin embargo ¡ qué importante es ser conscientes de nuestra propia muerte! Aceptarla, normalizarla, vivirla sin angustia: porque NO SE TRATA DE TEMER A LA MUERTE, SINO DE DISFRUTAR DE LA VIDA.



A mí amigo Alberto fallecido el 30 de octubre.


lunes, 1 de noviembre de 2021

Otro Noviembre


Noviembre, un mes con fama de triste que comienza recordando a los que ya no están con nosotros. Mes que huele a crisantemos, a gotas de niebla y los cipreses se alzan al cielo, mientras a lo lejos se oyen los pasos de don Juan Tenorio.
Lloran los cipreses, sus copas bailan con el viento la canción más triste del otoño y un leve sonido sepulcral vigila el sueño de los muertos. 

Decía Ramón Gómez De La Serna que "un cementerio es una gran botica fracasada", una frase que puede parecer polémica pero que no le falta razón.


 
Entre cipreses camino al compás del viento y con un movimiento encadenado, van desfilando ante mí escenas del pasado. Entonces, las palabras se congelan y siempre una lágrima se escapa. Aferrada al recuerdo aprieto mis manos, cierro los ojos y sepulto el suspiro. Detengo el tiempo cerrando todas las compuertas, y en esa breve paz encierro con siete llaves todo el infinito. 

En noviembre el frío vuelve. Feliz mes.