Con los dedos de una mano puedo contar a los amigos que después de estar sin vernos mucho tiempo, cuando nos reencontramos es como si solo hubiera pasado un día, y la única señal que hay de que ha pasado realmente un tiempo son los cambios físicos.
Un pequeño abrazo puede secar muchas lágrimas, una pequeña palabra llena de amor puede colmarnos de felicidad y una pequeña sonrisa puede cambia el mundo. Son esas mínimas cosas que construyen nuestro mundo llenándolo de felicidad y de amor… No sé si os habéis fijado, cuando estamos inmersos en uno de estos abrazos se para el tiempo, sí, se para, y nuestras almas se sienten en armonía, creando una melodía que llena de ritmo nuestro corazón.
Es que abrazar en la vida es lo mejor que podemos hacer por nuestro bienestar emocional y el de quienes nos rodean. Sucede siempre así porque los abrazos no necesitan de las palabras para decirlo todo, por eso no tiene sentido dejar que nos duela el alma, porque hay un abrazo para cada tristeza. Además de la oxitocina, los abrazos liberan serotonina y dopamina, tres hormonas que actúan de forma sinérgica en la regulación del estado de ánimo, el sueño, el apetito y el movimiento generando una gran sensación de bienestar y felicidad. También se mejora la autoestima, por lo que aumenta la sensación de euforia y energía.
¿A quién no le gustan los abrazos? ¡Y no somos los únicos! En el reino animal también nos demuestran su cariño con preciosos y cálidos gestos amorosos.
Hay algo que me gustaría: viajar al pasado y no para enmendar errores, sino para abrazar a alguien que hoy ya no está.