
Cuando era niña, me gustaban las noches de verano. Solía pasar largos ratos antes de la cena
balanceándome en el columpio que teníamos en el jardín de la casa. Mi padre había hecho casi una obra maestra partiendo de un cajón de madera y unas gruesas cuerdas. Estaba colgado de un fuerte árbol frutal bastante añejo, creo que era por eso por lo que crujían tanto las ramas cada vez que soplaba el viento o rezumaban las gotas de humedad después de un día de lluvia.
Aquellas noches de verano tenían la magia de mis pocos años. Aún recuerdo la esbelta silueta de mi madre cuando se acercaba para mirarme. La oscuridad del jardín se iluminaba con su rostro . Si alguien me preguntara ahora el significado de la palabra felicidad, mi respuesta sería algo tan simple como el contemplar la inocencia, la candidez de una niña que entonces se sentía feliz bailando con el vaivén de su viejo columpio y que intentaba en cada impulso subir cada vez más alto para poder alcanzar la luna.
Hay quien dice que escribir en un blog es sinónimo de egocentrismo. No se me había ocurrido pensarlo .... en cambio a mí me parece una buena forma de expresar sentimientos, una manera de mantener vivos los recuerdos y un medio de compartir aquellos momentos que hemos convertido ya en historia.
En las noches de verano soñamos los soñadores, los que de alguna manera tenemos la imaginación demasiado cargada de ilusiones. Soñaba de niña cosas inverosímiles a veces y otras demasiado complicadas que me llevaban incluso a tener miedo a dormirme. Hay una terrible experiencia por la que muchos hemos pasado en nuestra infancia, los llamados "terrores nocturnos" que muy poco se habla de ellos porque ocurren en una etapa tan prematura que el propio tiempo se encarga de disiparlos.
Nunca he sabido la causa, pero los he padecido. Los terrores nocturnos y las pesadillas suelen estar vinculados a angustias relacionadas con la fase evolutiva por la que todos pasamos en la infancia. Son problemas que desaparecen un buen día sin dejar secuelas, pero yo los recuerdo con verdadero desagrado. Es muy posible que fuesen secundarios a algún tráuma, muchas veces la visión de una película de terror es suficiente, pero lo cierto es que mientras duran se pasa una verdadera enfermedad.
Soñar, soñamos de cuatro a cinco veces en la noche. Pero deberían ser siempre sueños hermosos y en cambio muchas veces son sueños terribles.
Hoy sueño que algunos días sin nombre fui feliz y ahora le pongo nombre a los días para serlo siempre, para hacer de cada noche de verano un sueño interminable más allá del alba, cuando me abrase los pies bajo las estrellas.