Fría noche de enero, solitarias calles en las que el brillo de la escarcha anuncia un amanecer helado. Veo el techo de los coches cubierto con una boina mojada y aún queda alguna luz tenue en las casas. Tengo derecho a quedarme despierta hasta altas horas de la madrugada, nadie va a marcarme las horas de sueño, a nadie le importa si duermo o vigilo, entre otras cosas porque es el silencio del momento lo que me hace sentir bien, mejor de lo que esperaba, teniendo en cuenta hasta donde hoy llega mi pensamiento.
Sigue el invierno y a estas horas siento escalofríos y destemplanza.
Hace frío y me arropo en las sombras de la noche doblando su manto de estrellas y temblando coloco mi corazón al lado de la luna. Una luna velada por la niebla que intento aclarar con mi sentimiento. Un sentimiento que duda que sean fuego las estrellas, duda que el sol se mueva, duda que la verdad sea mentira, pero no duda jamás que soñar es también un arte.
Fría noche de enero, demasiado fría.
Hace frío y me arropo en las sombras de la noche doblando su manto de estrellas y temblando coloco mi corazón al lado de la luna. Una luna velada por la niebla que intento aclarar con mi sentimiento. Un sentimiento que duda que sean fuego las estrellas, duda que el sol se mueva, duda que la verdad sea mentira, pero no duda jamás que soñar es también un arte.
Fría noche de enero, demasiado fría.