“En un mundo virtualizado, el cerebro nos impulsa a una mirada retrospectiva, a recalar en los sustratos básicos de la emoción, allí donde nos sentimos seguros, y eso provoca añoranza”
La pregunta que nos hacemos muchas veces: ¿ antes se vivía mejor?.
Suena romántico, pero también tiene algo de melancólico. Hay una clara diferencia entre las dos formas de nostalgia, la nostalgia “reflexiva” e “interpretativa” y es en esa distinción, donde nuestra conciencia deja a un lado los razonamientos y se deja llevar por las emociones que conserva en el recuerdo.
La nostalgia está siempre presente en nuestras vidas y conecta con lo más profundo de nuestra identidad: aquellos recuerdos que dan sentido a quienes somos.
Nos gusta lo retro, el llamado vintage lo podemos encontrar en la ropa, en los muebles, en artículos que se venden hoy día en muchas tiendas. Hay quien opina que lo lógico es vivir el presente, que el pasado puede llegar a hacernos daño mentalmente y hasta podemos caer en una depresión. Otros en cambio son felices recordando y añorando aquellos recuerdos que dan sentido a quienes somos. Al mismo tiempo, está considerada entre los psicólogos no solo como un componente importante para la base de la identidad, sino también como una especie de síntoma de la necesidad de detener el tiempo.
La realidad es que es imposible olvidar el ayer precisamente porque el recuerdo es inherente a la memoria. De hecho, la pérdida progresiva de memoria en algunas enfermedades, como el alzheimer, produce falta de autonomía e independencia. Recordar el pasado nos ayuda a saber de dónde venimos pero también, nos permite acumular sabiduría en forma de experiencia.
El problema surge cuando un recuerdo del ayer se convierte en una obsesión, en algo que te impide vivir feliz y tranquilo contigo mismo. En ese caso, el pasado adquiere un peso desmedido sobre ti y tu nivel de bienestar interior, tanto que te impide disfrutar el presente. Tu pasado te puede cerrar puertas a nivel vital cuando tú mismo te niegas a abandonarlo. Existen personas que adoptan un rol de víctimas ante la vida. Así sucede, por ejemplo, cuando se comparan de forma constante con los demás, idealizando los logros ajenos en vez de centrarse en los propios.
El pasado, afortunadamente, no se puede olvidar. Por ello, recordamos el rostro de los seres queridos que ya no están con nosotros y también, guardamos momentos que son verdaderamente mágicos en nuestro corazón. Lo que se debe intentar es recordar siempre lo positivo que hay en la vida y evitar recrearse demasiado en una situación trágica.
En el caso de la música,
no tengo ningún inconveniente en recrearme en el bienestar que obtengo oyendo joyas que me han dejado huella.
¿Y vosotros, qué opináis?.