Voz de mi hija. Los sonidos del silencio

Voz de mi hija. Los sonidos del silencio.

viernes, 27 de noviembre de 2015

EFECTO PLACEBO

 


Siempre insisto en que la mente tiene un poder mucho más grande de lo que creemos. La mente es una de las herramientas más poderosas del ser humano. Mente es sinónimo de vida inteligente, de conciencia humana. Existe una correcta utilización de la capacidad mental que todos poseemos; por ello, la mente puede pasar a ser una gran aliada si sabemos utilizarla con eficiencia. Aunque solo utilizamos la décima parte de nuestro cerebro, se sabe que la mente abarca infinitos poderes, pero me voy a centrar en el tema que me concierne: en el poder de auto curación de enfermedades.
 El catedrático de la Universidad de Málaga (UMA) Pedro Fernández-Llebrez del Rey, participó en los Cursos de Verano de la UMA en Ronda con una ponencia titulada "Las células siempre responden a nuestras percepciones".
El experto puso el acento en el poder autocurativo de la mente. El efecto placebo demuestra que las personas somos capaces de curar enfermedades físicas como un dolor de rodilla, por ejemplo, que parece no tener nada que ver con la mente y el espíritu, pero efectivamente así es.
Somos responsables de nuestro propio bienestar en una medida mucho mayor de la que creemos.

El ejemplo clásico es el del estudiante que tiene exámenes y le sale una llaga en la boca, cualquier estado de estrés produce una represión inmunológica que conlleva una acentuación de enfermedades, la gente optimista tiene opciones de vivir una vida más larga y sana que las personas con tendencia a la tristeza. Éstas, según este experto, tenderán a enfermar más: "Uno se puede morir de pena o puede vivir de alegría, estar de buen humor beneficia la curación de enfermedades".




¿Qué es el efecto placebo?


Pongamos un caso ficticio, el del paciente X. Varias veces al día, durante varios días, se le provoca dolor, que se controla con dosis de morfina hasta el último día del experimento. Esas 24 horas, sin que el señor X lo sepa, la morfina se sustituye por una solución salina absolutamente inocua. Parece increíble, pero dicha solución tiene el mismo efecto que la morfina y el dolor desaparece.

Está comprobado que existe una fuerza mental que con ella somos capaces de conseguir prácticamente todo lo que nos propongamos. Cuando enfermamos, es ella quien tiene la llave para curarnos, o al menos, una parte importante de responsabilidad sí que recae en la mente. Pero, a todo esto, ¿qué es el efecto placebo?, ¿qué tiene que ver éste con la mente?
Pues tiene mucho que ver. En pocas palabras, podemos definir el efecto placebo como un fenómeno por medio del cual un paciente que se toma un medicamento “sin” medicina, mejora en su enfermedad o incluso llega a curarse.
Es la mente la que juega un papel determinante a la hora de salir de cualquier enfermedad. De hecho, hay expertos que dicen que cuando una sustancia placebo hace que “mejore” un paciente, lo que está pasando es que esta sustancia activa estimula una parte del cerebro, que daría como resultado la mejora sintomática del proceso que tiene el enfermo en cuestión. Pero ojo, también puede ser que el supuesto enfermo no esté realmente enfermo, y por eso se “cure” con el placebo. Esta idea es importante.
 Los placebos se usan regularmente en los ensayos clínicos de nuevas drogas. En éstos, se le da un medicamento de “verdad” a un grupo, y a otro se le da el citado placebo. Después se comparan los resultados para ver si hay diferencias significativas entre la respuesta de ambos grupos a los distintos tratamientos.
El placebo es biológicamente inactivo, pero lo realmente curioso es que pese a ser una sustancia ineficaz e inocua, puede producir tanto efectos fisiológicos como psicológicos. Hay personas hipocondríacas a las que el placebo seguramente les vendría muy bien.

 
El placebo es una sustancia que carece de actividad farmacológica, pero cuando quienes la reciben creen que se trata de un medicamento puede producir efectos similares a este último. El mecanismo por el que ejerce su efecto es todavía muy poco conocido.


La palabra placebo, derivada del verbo latino placere, que significa complacer, se usaba en la Edad Media para designar los lamentos que proferían las plañideras profesionales en ocasión del funeral de alguna persona. En el siglo XVIII, el término fue definido en un diccionario médico como medicamento común y, en una edición posterior, como algo que simula ser un medicamento. En la actualidad, los propios especialistas reconocen la dificultad que representa definir qué es un placebo.

La Real Academia Española lo considera una sustancia que, careciendo por sí misma de acción terapéutica, produce algún efecto curativo en el enfermo, si este la recibe convencido de que esa sustancia posee realmente tal acción.
Aunque los placebos suelen ser sustancias suministradas como medicamentos, también se usa el término para referirse a intervenciones quirúrgicas, brazaletes metálicos, palabras, gestos o el contacto físico recibido por los pacientes .

Píldoras de azúcar, inyecciones de nada... los estudios demuestran que, más a menudo de lo que esperamos, los placebos realmente funcionan.


 

De todas las maneras, lo importante siempre es sentirse bien.

martes, 10 de noviembre de 2015

¿TRABAJAS?

 
Una cuestión que suele resultar incómoda: ¿Trabajas, o eres ama de casa?...  pregunta muy corriente que hace unos años se hacía a la mujer y que en la actualidad todavía se sigue haciendo. Y un término que siempre me ha parecido inapropiado: "de profesión sus labores". Cuando el carnet de identidad mantenía un espacio para consignar la profesión, la mujer sin oficio asalariado que estaba dedicada a las tareas domésticas indicaba "sus labores".  Una mujer dedicada a sus labores parecía que estaba desocupada y la población empleada la miraba incluso despectivamente, como pensando que era una persona improductiva. Todavía hoy, cuando a una mujer tradicional se le pregunta si trabaja suele responder que no si solo se dedica a la casa.

El trabajo en el hogar ¿es valorado?. Hablando en una reunión, se comentaba como la sociedad discrimina el trabajo en el hogar, una decisión muy personal y valerosa de millones de mujeres. La conclusión fue que esa actitud social no cambiará hasta que las mujeres, dejemos de avergonzarnos de nuestras decisiones y valoremos la trascendencia de nuestro trabajo, sea el que sea.

¿Trabajas?. Casi todas las mujeres que no lo hacen fuera de su casa responden avergonzadas un tímido "no, ahora no trabajo". Qué es entonces el dedicarse al hogar, es un juego o es una perdida de tiempo... El trabajo, es realizar una actividad que perfecciona a quien la realiza y tiene una trascendencia social. El trabajo en el hogar y en la empresa tienen una diferencia esencial: su motivación es absolutamente diferente, en un caso es el dinero, la satisfacción personal y en el otro, el amor. Suena bien.
El trabajo en el hogar no tiene horario, ni descripción de puesto, por lo que implica una gran variedad de conocimientos y habilidades y tiene un insustituible valor social porque proporciona bienestar, estabilidad y desarrollo físico y espiritual de cada miembro de la familia, siendo indispensable para el buen desarrollo humano. Hay mujeres que por necesidad o por una decisión personal, han decidido trabajar fuera de su hogar, es perfectamente lícito y válido, porque además no son excluyentes ambos trabajos. Es preciso por lo tanto, que se den condiciones sociales y laborales para que la mujer que así lo desee, pueda dedicarse al 100% a su hogar o compaginarlo con un trabajo fuera de casa.

Y más necesario es aún, que la mujer revalore su papel como eje de la familia, como trabajadora insustituible de su hogar, como madre, esposa, psicóloga, médico, enfermera, maestra, cocinera, pedagoga y miles de actividades más al servicio de quienes ama.

Cuando alguien te vuelva a preguntar ¿trabajas? responde con legítimo orgullo, "si trabajo, soy el eje de mi familia", y si además realizas otras actividades o trabajos, no dejes de mencionarlos.



domingo, 1 de noviembre de 2015

GRACIAS


 
 
Saludamos a noviembre, mes que convierte los cielos en mármol, para muchos el mes melancólico por excelencia, donde la magia en la naturaleza desaparece, la música de los ríos amaina, las aves pliegan sus plumas, los valles cambian el verdor por una amarillez seca y las noches van cayendo en un profundo sueño, tiñendo las sombras de un leve vapor ceniza.

Un cierto olor a tierra húmeda se va depositando en el ambiente, cuando camino por un parque de una ciudad cualquiera una tarde de otoño. Llega hasta mi como un presagio, mientras mis pies aplastan cientos de hojas caídas y mi vista se fija en un cuco que aletea entre los árboles que han perdido ya su sombra. Pobre cuco, ha sido considerado durante muchos años un ave de mal augurio, una vulgar superstición sobre el primer canto de este pájaro en la llegada del buen tiempo: "cuando por primera vez al año oigo cantar a los cucos y llamar a la primavera que brote, inmediatamente salgo a la carrera con toda prisa". Supersticiones absurdas que siguen estando operativas y que por extraño que nos parezca, no deberían ser condenadas, o ser indiferentes, su comprensiva investigación proporciona datos psicológicos y científicos que son del mayor interés y del mismo modo que la astronomía surgió de la astrología y la química de la alquimia, algún día quien sabe si el mundo de lo oculto y de los mitos será de utilidad en el desarrollo de la ciencia mental, porque la mente del ser humano sigue siendo un gran misterio en el que hay mucho por investigar,

Por el paseo de bicicletas viene caminando torpe una mujer entrada en años. Lleva un cesto con ramitos de olivo, que según dicen significa la paz. Se acerca y me ofrece uno:
-No gracias.
-Entonces... déjame que te lea la mano, es solo la voluntad.
-No, la mano no, no me gustan esas prácticas. Tome una moneda y que pase buena noche.


La quiromancia se dice que ha sido introducida en este país por los gitanos en el siglo XVI, esta "ciencia" donde se cuenta la fortuna de los hombres mirando las palmas de las manos, leyendo lo que llaman las líneas de la mano, ha sido utilizada con fines de lucro por adivinos, actores, vagabundos errantes y timadores, practicando sus trucos y negocios picarescos engañando a la gente simple con su falsificación vil y tramposa. Como recreación social, la quiromancia es exitosa y puede que hasta divertida, como ciencia, es engañosa y algunas veces peligrosa.
En una ocasión hice la prueba llevada por la curiosidad de mis pocos años y considerándolo como un juego dejé que me leyera la mano una paciente de la planta de Traumatología. Lo que entonces me tomé a risa resultó sorprendente con el tiempo. Todo lo que aquella mujer dijo se ha cumplido, todo en absoluto, lo bueno y lo malo y fueron cosas muy especiales, ¿casualidad? no lo sé ni quiero saberlo.

Sigo mi paseo y ya va refrescando, en la esquina hay un puesto de castañas, es uno de mis olores favoritos de otoño, castañas asadas calentitas que ya no se parecen en nada a las que compraba de niña, entonces las castañeras en una garita de madera, con el pañuelo en la cabeza y las manos negras enfundadas en mitones,  hacían bailar a golpe de paleta montones de castañas. Crepitando entre las brasas y el rojo color de las chispas, saltaban de un lado para otro en aquellas viejas estufas.


En una tarde de noviembre es posible revivir muchas cosas, recordar supersticiones y antiguas creencias. El ambiente es propicio. Comienza a llover ligeramente y como siempre no llevo paraguas; decido entrar en el café más próximo y tomar la última tila, las tisanas relajan y sientan bien. La verdad es que me estoy aficionando a ellas, tienen además muchas propiedades y son inocuas. Me doy cuenta de que tengo las manos heladas y los pies encogidos. Miro de reojo a mi alrededor y allí, junto a la ventana en una pequeña mesa, unos brillantes ojos azules me miran fijamente. Sonrío al ver con qué gusto  un caballero se está tomando unos churros calentitos. Haciendo una seña me ofrece asiento, me acerco sin pensarlo porque su cara me es conocida, ¡claro! es mi amigo sevillano, un marino sin barco con un corazón tan grande como la Giralda.

GRACIAS Manolo, a ti en especial va dedicada esta entrada.