Me pregunto por qué vamos recorriendo caminos, desde luego unos más pedregosos que otros, sin fijarnos en lo que tenemos a nuestro alrededor. La vida misma nos ofrece a diario infinidad de colores, sabores y escenas que nos pasan desapercibidas porque son ya parte de nosotros . No sé... cosas como el olor a hierba cortada, aquel arbolito cuajado de flores blancas, el viejo afilador que aún pasa por la calle haciendo sonar su armónica o la imagen de un niño oliendo las flores.
Cuando has pasado horas en la habitación de un determinado hospital mirando los tristes tejados de los edificios -si es que has tenido la suerte de tener cerca una ventana - esperando un mínimo atisbo de claridad o de esperanza, comienzas a añorar lo que normalmente antes ni notabas . Es entonces cuando necesitas recordar sensaciones, querer palpar esas sensaciones que nunca les dabas la importancia que merecen.
El camino a recorrer en este mundo lo hace uno mismo tratando día a día de crecer, madurar, de conocer, de aprender, alimentándonos de cosas positivas y tratando de desechar lo negativo que se nos presenta en la ruta; ¡cuántas veces este camino tiene cuestas demasiado empinadas!, pero el tiempo me ha enseñado que con las situaciones difíciles se madura y se crece como persona. Yo no sé si habré crecido suficiente, llevo más de dos años padeciendo una ansiedad generalizada que hasta me impedía respirar, pero si sé que hubo personas que me mostraron una puerta que solo tenía que tratar de abrirla para saber que hay muchos motivos por los que vivir. A ellas mi infinito agradecimiento.
A veces una vieja estación deja de serlo y se convierte en un precioso lugar. A veces una sencilla comida servida sin mantel, es un sofisticado manjar lleno de glamour. A veces un parque es una ola azul donde sumergirnos entre risas. A veces, por tanto nada es lo que parece.
Somos nosotros los que dotamos de magia los momentos y les dotamos de vida. Somos nosotros los que nos entregamos en una sonrisa, en una mirada, en un silencio, en un abrazo, los que nos dejamos sorprender y sorprendemos, los que nos dejamos descubrir y descubrimos, somos nosotros los de siempre y los que acabamos de nacer, los que encerramos toda la sabiduría del mundo y toda su ingenuidad, y yo me siento feliz por tan bella entrega.
Sentir, sentir, sentir sin miedo,... porque el miedo se fue al sentirse derrotado tal y como la vida le enseñó, y algunos guerreros valientes somos capaces de ganarle cuando él ya sueña con la victoria.
Con los ojos abiertos, con la sonrisa abierta, con la piel abierta, con el corazón y el alma bailando en una balada donde la música no necesita de violines para sonar sublime en nuestros oídos y donde ni siquiera se necesita seguir el ritmo, para sentir que estás bailando con el alma entre los brazos.
A veces solo a veces, la realidad puede ser más bella que lo imaginado y entonces rompes el silencio sin necesidad de palabras y sigues sonriendo y bailando sin moverte del sitio y sientes que sientes y sentir te hace feliz. Y echas de menos un abrazo y un beso, incluso antes de que se hayan separado de tu piel. Y sabes que la vida puede estar llena de momentos perfectos, solo tienes que dejarlos fluir, solo eso. Por ellos y por ti que sientes el latido de la vida, va esta entrada.