Voz de mi hija.

Voz de mi hija.

miércoles, 6 de noviembre de 2024

Cementerios




Preciosos cipreses
Altos y espigados
Con su verde elegancia
Levantan sus copas
Hacia los cielos grises
Tristes y nublados.

Solitarios cipreses
Perfectamente alineados
De día dan sombra a los vivos
De noche son cobijo
De almas y cuerpos enterrados.

Manos heladas llevan crisantemos 
Ojos llorosos recorren las losas
Bocas selladas por el dolor
Una plegaria se oye a lo lejos
Noviembre abre sus puertas
Y de corazones heridos 
Se llenan los cementerios.

Escuchad! Se oyen golpes en la puerta del otoño, golpes a puño cerrado, es el Comendador que ya está aquí bien allegado. La apagada voz de Don Juan Tenorio, casi en el olvido, reclama entrar en la gran comedia de la vida.

P.D. Cuesta mucho recuperar los seguidores después de un tiempo alejada de los blogs. Con ello ya contaba. Me ha costado mucho volver, pero espero que mi esfuerzo sirva para que solo uno, tan solo uno de vosotros tenga la bondad de visitarme. Mil gracias. Este mes el blog cumple 18 años y no me gustaría cerrarle.



miércoles, 23 de octubre de 2024

Tiempo ha que no escribo. EMPATÍA



Aquel día no te encontrabas muy bien y hoy recuerdo unas palabras casi suplicantes que me dijiste. No tenías miedo a morir, ni siquiera a la enfermedad, pero te lo horrorizaba el dolor, " no dejéis que sufra"- solías decir siempre - aquella frase tuya se quedó marcada en mi  ❤️. Entonces no era consciente, hasta que por una alergia a un antibiótico la mala suerte se cebó en ti. Una parálisis facial de la mitad de tu rostro, como consecuencia de una mala praxis del médico que te atendió entonces. Fue un golpe muy duro y una recuperación larga, solo tenías cuarenta años. A partir de aquello empecé a interesarme por la medicina, por ese mundo del dolor al que tanto temías.
El futuro quedaba aún lejos, pero aquel fallo me hizo pensar y recapacitar y cuando cumplí los diecisiete me acordé de tu frase "Solo temo al dolor, cuando enferme no dejéis que sufra". 
Ante aquella petición pensé cual sería la mejor manera de cumplirla, cuidar la salud del cuerpo y dedicarme por entero a ello?- Mi padre fue un médico frustrado, no pudo seguir su vocación por motivos personales, no fueron tiempos fáciles los de la postguerra y tuvo que cambiar de idea. Su profesión fue otra de la que llegó a sentirse orgulloso, pero la medicina era su asignatura pendiente y siempre decía que la sanación es una de las profesiones más empáticas que se conocen.
 Tenía toda la razón. Con los años supe lo importante que es la relación entre el galeno y el paciente, entre quien sabe sanar y puede hacerlo y quien lucha por seguir viviendo.

Empatía proviene del término griego "empatheia" que significa emoción y se refiere a la capacidad de percibir, comprender y sentir las emociones que otras personas experimentan. Me pregunto si con empatía se nace o se hace, es algo que se da mucha importancia mientras eres estudiante, creo que se aprende y antes por lo menos en la Universidad te enseñaban a ser empático con la persona que en esos momentos lo necesita, porque satisface mucho y más emocionalmente.

El paciente acude al médico porque necesita ayuda. No le importa saber si el profesional es apuesto y tiene o no buen humor, lo que demanda es que se le devuelva la salud. Recordemos que «el médico de cabecera» es un ancla, un puente entre paciente, enfermedad y familia. En ocasiones, el enfermo se encuentra como aislado con mínimo contacto con su familia debido a la burocracia que impera en algunos sistemas de salud y es que cuando el enfermo entra en un hospital es sometido a máquinas y aparatos sin darle ninguna explicación, entre análisis, radiografías y exploraciones que no sabe para qué son y lo que buscan, que lo aturden, que nadie le aclara nada y en medio de los cuales escucha poco aliento. En otras palabras, se encuentra perdido.

La enfermedad constituye un giro biológico-existencial para el individuo; tiene sentido entonces que la atención que se brinda se vuelque en estos dos ámbitos para lograr un conocimiento integral de la acción de enfermarse para así dispensar un auténtico cuidado. 
Sin embargo, el poderío de la técnica sobre la vida desdibujó esta realidad e instauró una falacia que ha permanecido durante largo tiempo arraigada en la conciencia sanitaria de que la salud y la enfermedad son hechos biológicos sin carga emocional. Como era de esperarse, esta visión fracasó irremediablemente y se plasmó de manera pragmática en la crisis de confianza 
que sufre la profesión actualmente. La, podríamos decir «cosificación» del paciente mediante la cual éste se convierte en un número, una estadística, deja de ser una persona para volverse tan sólo una «cosa». Ya no se le llama por su nombre, es ahora el 534. ¿Se debe esto a la deshumanización?, ¿a la falta de valores?, ¿al poco respeto hacia el ser humano?, ¿nos hemos olvidado de la ética?, ¿nos hemos vuelto insensibles hacia las personas? Las respuestas serán diversas, lo que es una verdad como un templo es que en la práctica médica, principalmente en los hospitales, existe una deshumanización hacia el paciente, hacia nuestros semejantes. Ya se sabe que cada uno cuenta su experiencia según le ha ido y que un hospital es un mundo que desconecta lo real y lo irreal.

La caridad es también una forma de terapia. Al principio no eres consciente de lo que significa el contacto con el enfermo, pasas por las salas y vas de habitación en habitación casi como un robot, te preguntan si tienen fiebre, cual es su presión arterial o cuando les darán el alta y tú tratas de esquivar todo lo que se refiere a información clínica.
Pero no siempre es así. Entrar en la consulta y ver al médico que sonríe, que se pone en tu lugar, incluso te coge la mano y te dice que no te preocupes, que es largo y duro pero para eso están ellos, para ayudarte y entender lo que estás pasando. Aunque parezca imposible todavía somos muchos los que empatizamos y hasta podemos llegar al corazón del que sufre. 
Hace tres años y medio he pasado por un trance muy duro, muy difícil de llevar y por el que he luchado mucho. No voy a nombrar el hospital, pero la Unidad de Mama, no ha podido ser más empática con sus pacientes.

Mi oncóloga me abraza cada vez que voy a revisión, mi radioterapeuta no me ha dejado llorar nunca, su técnica tan precisa me hizo tener la confianza que en aquel terrible momento necesitaba y su carácter bromista me hacía reír. Han sido tres años y medio de incertidumbre, de miedo a que la espada de Damocles cayera encima de mi cabeza, de ver de cerca la muerte.
Pero tenía que seguir y no es un mundo de color rosa, es negro como la pez. Entonces era yo la paciente y contaba con un buen equipo y sobre todo muy solidario.
Ante un grave diagnóstico, como fue el mío, de nada sirve acobardarse, no es fácil enfrentarse al miedo, hay que ser valientes y poco a poco vas aceptando la situación y te ayuda mucha gente a enfrentarte a ella. Existe personal dedicado a nosotros y es verdad que  siempre hay una mano amiga dispuesta a dar ánimo y esperanza. En la lucha tan grande por sanar, sin conocer el futuro que nos espera, la positividad y la fuerza son necesarias y se encuentran en la familia, los amigos y en asociaciones que se dedican a darte todo tipo de ayudas.




martes, 24 de septiembre de 2024

Te venceré.


Hubo un tiempo que
 
Pensé que no podía... y no pude
Creí que no sabía nada... y nada supe
Pensé que no tendría fuerzas... y flaqueé
Creí que era demasiada la carga... y me caí
Subestimé mi capacidad... y no fui capaz.
 
Luego aprendí...
 
Que si creo que puedo, puedo
Que sé más de lo que ni siquiera imagino
Que tengo las fuerzas que decido tener
Que no hay carga que mis hombros no puedan soportar y
Que puedo llegar a donde yo me lo proponga.
 

Y venceremos al cáncer, no tiréis la toalla.

martes, 10 de septiembre de 2024

Septiembre de nuevo.






Septiembre. Llueve en Castilla, cuando la tarde languidece y las nubes se reúnen para formar la típica tormenta de final de verano, una sensación de melancolía y a la vez una agradable tranquilidad me va sumergiendo en lejanos recuerdos. Perdón pero me gusta recordar, me sienta bien después de haber pasado por un oscuro túnel siguiendo el camino de la sanación.
No me importa decir ese vocablo tan temido por muchos, la palabra cáncer arruga el alma, estigmatiza y hay que evitar eufemismos. Considerarlo una mera enfermedad, muy grave, pero nada más que eso, no una maldición, no un castigo, ni mucho menos un motivo de vergüenza, sin un significado y necesariamente una sentencia de muerte. Ya han pasado tres años y sigo aquí y es inevitable sentir un cierto sabor a nostalgia de aquellos septiembres en los que comenzaban los primeros escalofríos. Asomada a la ventana de mi cuarto, borraba el vaho que se formaba en los cristales para ver la hierba seca, tan seca, que parecían hilachos de lana vieja cubriendo el jardín. Los rosales ya estaban podados, se hacía antes del invierno para su floración a principios de junio y el columpio, mi columpio azul, aquel que me hizo mi padre partiendo de un cajón de madera, solo lo balanceaba el viento al compás del leve crujido de sus cuerdas.

Aquello me entristecía porque los veranos burgaleses eran bastante cortos y los días calurosos se contaban con los dedos de una mano. Tenía que ir pensando en guardar mi bicicleta, también azul, y prepararme para la próxima llegada del nuevo curso. Otra vez los madrugones, el autobús, el uniforme, la pila de libros y el frío, el frío seco de la vieja Castilla.

Los cambios de estación son cambios de vida, entonces eran como iniciar una nueva etapa llena de oportunidades y expectativas. Aquellos finales de verano solo el tiempo y el paso de los años los hace distintos. Entonces miraba el jardín desnudo de flores, hoy tengo otra clase de flores que el tiempo nunca marchita. Necesitan cuidados especiales y a veces cuesta trabajo sacarlas adelante, pero encuentro en ellas la mejor recompensa, verlas sanas y frondosas hasta ahora.


Escribo porque me lo habéis pedido, casi se me olvidan las palabras y cada vez me cuesta más. Quizá ésta sea la mejor terapia para mi, por eso con lapsus más o menos largos, lo intentaré.

domingo, 1 de septiembre de 2024

Adiós agosto.




Verano caluroso como todos, tampoco este año nos hemos librado, fuego en las calles, gente medio desnuda, terrazas llenas y caras, todo ya conocido para los que no vivimos en el litoral, si a ésto le juntamos que para mi ha sido un tanto complicado, nada nuevo como era de esperar. Unas cortas vacaciones, porque mi estado emocional aún sigue buscando la luz que necesita y que ni el propio mar ha logrado despejar esos fantasmas anidados en lo más íntimo del pensamiento. Tuve que cortar por la mitad mis días de asueto, pero no tiene importancia, creo que ahora casi nadie extraña no viajar, recorrer el mundo, si se puede, siempre es una manera de liberarse y de aumentar nuestra cultura.
Extrañamos más una charla, un beso, un café, un abrazo. La vida es así de simple y es necesario ir allá donde nos necesitan y yo siento que todavía mis conocimientos siguen siendo válidos, casi iguales que cuando recorría los pasillos oscuros en las noches de guardia. 
Pienso que la grandeza de la vida no consiste en no caer nunca, sino en levantarnos siempre.
Por nada del mundo quisiera ser negativa. El don del pensamiento es lo más precioso que tenemos, sin él sólo seríamos otra especie animal, por ello hay que saber usarlo escogiendo solo lo positivo.

Asomarme al cielo del verano para mi es suficiente, buscar caras, pintar luceros o simplemente elevar hasta arriba el más imposible de los deseos. Soñar con aquellos días de mi infancia que fui feliz y que ahora les pongo nombre para serlo siempre, para hacer de cada noche de verano un sueño interminable, más allá del alba, hasta que me abrase los pies bajo las estrellas.

sábado, 3 de agosto de 2024

Escribo recordándote


Mar espejo del cielo,
de aguas danzando entre olas,
de brillante espuma de nácar,
de gotas haciendo cabriolas.

Hoy voy a cubrirte de rosas,
cambiaré tu azul por ámbar,
tu arena por perlas,
 y oiré cantar a las caracolas.

Me rodea un perfume a flores
como todos los tres de agosto,
un aroma cálido de sales
perfilan tu blanco rostro.

Esta vez serán las gaviotas,
quienes levantando el vuelo,
llevarán hasta ti, madre,
un beso con sabor a violetas.

A mi madre, de Airblue.


No sé si es posible encontrar un mundo sin oscuridad, sin malos entendidos, ni prejuicios, donde la mentira no existe, ni la desconfianza, un lugar donde en el aire flota la música al compás de los latidos del corazón, donde puedes ver el alma de cada ser, traslúcida y etérea. Cierras los ojos y atraviesas distancias, todo está cerca, muy cerca y no existe el miedo. Un lugar donde te sientes protegido por la misma vida y cuando miras arriba, la luz de las estrellas ilumina el rostro más triste y es que son tan hermosas que parecen flores de terciopelo .
 

viernes, 19 de julio de 2024

Un saludo

Un trastorno depresivo mayor, o una depresión clínica inesperada, tiene ocupada mi mente, ese profundo agujero en el que una vez que te metes, cuesta mucho salir, un agujero donde no se ve ni un ápice de luz.
Tengo ayuda por supuesto, la más grande es mi familia, mis hijas y todos los amigos que la vida ha puesto en mi camino, pero necesito tiempo para volver a ser la persona que era, ahora no lo soy. De repente se me han ido casi diez años, se me ha olvidado hasta caminar y he tardado un tiempo en poder escribir estas letras que he creído necesarias.


Un blog no puede dejarse así, sin explicación y de repente, son 18 años de satisfacciones y conocimiento de gente maravillosa. 
Tres años y medio luchando contra una enfermedad suelen dejar huellas graves como ésta, pero por encima de todo quiero vivir, seguir luchando para volver a ser aquella Airblue de siempre y agradecer a la medicina todo lo que ha hecho por mi, aunque el fantasma del miedo siga acechándome.
El Cantábrico me espera y cuando pise sus aguas os recordaré a todos los que habéis tenido la gentileza de seguirme.
Volveré, seguro que volveré, con el corazón contento y la mente limpia.
Gracias.