Es fácil sentir la belleza. El calendario me devuelve una fecha: finales de marzo. Abro la ventana de mi alma y pienso en flores, como si de pronto hubieran brotado de ninguna parte. Mi vida se llena de ellas, su color empuja apremiante entre tanto luto del invierno. Ni siquiera el frío las detiene. Valientes se arremolinan entre la niebla, dando lugar a los primeros rayos de sol. El largo invierno ha recogido su manto de nuevo y se marcha lentamente dejándonos las últimas nieves y el recuerdo de los carámbanos.
El general invierno se acercó y saludando me dijo: me voy, aquí ya no soy más que una reminiscencia, una memoria.
¿Cuántas primaveras tienes?- se preguntan los inviernos de nuestras vidas - y una vez más eliges la estación en la que te proyectas hoy. Hay quien aún cree que las estaciones son solo cuestión de climatología, sin embargo está claro que el hombre, los animales y las plantas se han ido adaptando a ellas por pura necesidad de supervivencia. El frío que se siente en la piel endurece el corazón y la tibia sensación de calor matiza la mirada. Cuando nuestras miradas son cálidas, descubren fácilmente la calidez de todo lo que les rodea.
Llénate de la cálida primavera, el colorido de una sola flor, viste de esperanza la desnudez más sobria de cualquier alma.
El general invierno se acercó y saludando me dijo: me voy, aquí ya no soy más que una reminiscencia, una memoria.
¿Cuántas primaveras tienes?- se preguntan los inviernos de nuestras vidas - y una vez más eliges la estación en la que te proyectas hoy. Hay quien aún cree que las estaciones son solo cuestión de climatología, sin embargo está claro que el hombre, los animales y las plantas se han ido adaptando a ellas por pura necesidad de supervivencia. El frío que se siente en la piel endurece el corazón y la tibia sensación de calor matiza la mirada. Cuando nuestras miradas son cálidas, descubren fácilmente la calidez de todo lo que les rodea.
Olores a casa, a origen y fin de los días, a niebla y a heno.
Lilas, racimos de ojos luminosos que robaron color al sol.
Sonreir es fácil cuando pienso en aquella chiquilla adornada con un collar de lilas.
Los días se van haciendo más largos, y por la tarde puedo sentarme a leer en la cocina sin necesidad de encender la luz. En el alféizar de la ventana hay una jarra con un ramo de lilas que corté en el jardín. Su color pálido es el color de mi camiseta desteñida por tantos lavados.
Sí, los días se van haciendo más largos, huele a césped recien cortado y mi azul se ha convertido en un verde refrescante.
Hoy no tengo en mi ventana un ramo de lilas y busco su color en aquella nube lejana que se llenó de mar.
Hoy voy a buscar en cualquier kiosko callejero un hermoso ramo de lilas.
Si las encuentras, por favor, no olvides que son mis preferidas.
