
Vuelvo de nuevo al mar, esta vez al Mediterráneo, de aguas serenas y templadas. Aún quedan unos días para que llegue el momento y voy contando las fechas a medida que pasa el tiempo.
Desde que era una niña soñaba con el momento de pisar la arena en cuanto llegaban los primeros calores. Volver a ponerme el bañador que siempre se había quedado pequeño y comprar uno nuevo, me producía una sensación de felicidad que ya entonces era capaz de valorar, a pesar de mis pocos años y del libro de matemáticas que siempre metía en la maleta el bueno de mi padre para darme la clásica "horita de clase". Decía que era una buena forma de llevar mejor el siguiente curso. Nunca entendí su afición por los números en vacaciones incluso habiendo aprobado, pero el libro formaba parte del equipaje como un bártulo veraniego más y terminé por acostumbrarme.
El cubo, la pala y castillos en la arena. Las olas, las conchas y la espuma blanca. Los helados, los barquillos y un vaso de limonada.
Largas noches de risas, de música y fuego, de charlas y secretos compartidos, de luces, de sombras y de hacer grandes amigos....
¡Qué sería del verano sin sus noches! ..... quizá sea lo que más me gusta de esta estación. Después de un día de calor y de pisar el asfalto casi hirviendo, llega la negrura de la noche con su leve brisa y por breve que sea te regala unos momentos de placer.
Precioso anochecer de verano, de un verano más en este trayecto sin rumbo fijo ni marcado final que es la Vida.
Noches serenas de verano mientras el mar va dejando perdidas sus olas y permite contemplar la grandeza de un cielo, solo iluminado por clavos de plata que son las estrellas.
¿A quién no le gustaría robar una estrella ...... solo una ?
Decia Antoine De Saint Exupery:
"¿Y de qué te sirve poseer las estrellas? -me sirve para ser rico-¿y de qué te sirve ser rico? -me sirve para comprar más estrellas-."
Tenía razón.