
El dolor es un misterio. Hay que acercarse a él de puntillas con la certeza de que es un misterio sin resolver mientras exista un halo de vida. Tenemos que aceptarlo con realismo, sin que bellas consideraciones poéticas nos impidan ver su tremenda realidad.
La primera consideración que yo haría es la de la «cantidad» de dolor que hay en el mundo. Después de tantos siglos de ciencia, el hombre apenas ha logrado disminuir unos pocos centímetros las montañas del dolor. Y todos sabemos que las dolencias se palian pero en muchos casos ni los fármacos logran una eficacia segura.
El dolor es una herencia de todos los humanos, sin excepción. El gran peligro del sufrimiento es que empieza convenciéndonos de que nosotros somos los únicos sufridores o los que más sufrimos. Una de las caras más negras del dolor es que tiende a convertirnos en víctimas, que nos incita a mirar sólo hacia nosotros. Un dolor de muelas nos hace creernos la víctima número uno del mundo. Si en un telediario nos muestran miles de muertos, pensamos en ellos durante dos minutos, en cambio si nos duele el dedo meñique gastamos un día en autocompadecermos. Tendríamos que empezar por padecer el dolor de los demás para medir y situar el nuestro.
Es terrible que tenga que ser la muerte de los seres queridos la que nos descubra que hay que quererse deprisa, precisamente porque tenemos poco tiempo, porque la vida es corta ¡Ojalá no tengamos nunca que arrepentiros del amor que no hemos dado y que perdimos!.
La enfermedad cuando te sacude ya no puedes seguir engañándote a ti mismo, ves con claridad quién eras y quién eres ahora.
He tardado en darme cuenta que en la escala de valores real había un gran barullo y que no siempre coincidía con la escala que yo tenía en mis propósitos y deseos. Cuántas veces el trabajo se antepuso a la amistad, cuántos espacios de mi tiempo dediqué al éxito profesional en lugar de escuchar y charlar pausadamente con los míos... Todo hombre es un mendigo y yo no lo sabía.
Hace años que tengo contacto con el mundo de los hospitales y el dolor ha pasado muchas horas rozándome y aunque se dice que llegas a acostumbrarte, puedo asegurar que ha sido todo lo contrario.
Es necesario entender lo importante que es la aceptación del dolor para la lucha por la vida, tan maravillosa como efímera. He basado esta entrada en las palabras de Martín Descalzo que leía en el silencio de una sala de Medicina Interna, donde la lucha por la vida es lo único que importa.
El dolor forma parte de la condición humana y solo tenemos dos caminos para afrontarlo, rebelarnos que es tiempo estéril e inútil o una aceptación serena del mismo. La fe también ayuda.
Mi apoyo y mi ánimo para todo el que sufre.