Después de pasar unos días en los que la fortuna no me ha sonreído, de nuevo vuelvo a pisar terreno firme y pese a todo intento valorar la importancia de otras muchas cosas que me ofrece la vida, porque sabemos que mientras hay vida, todo es posible.
Pero esta vida pasa demasiado deprisa, y de vez en cuando conviene meditar sobre ello y ser conscientes de que corriendo sin freno ni medida, no saboreamos momentos y situaciones que luego jamás vuelven, pasan y se esfuman y por tanto son irrecuperables. Podría decirse que estamos tan ocupados que la rutina nos hace olvidar que seguimos aqui, viviendo y respirando.
Indudablemente con tantas preocupaciones se nos olvida vivir.
La vida, la hermosa vida, se dice siempre que es bella, aunque a veces es como un dolor agudo, una espina clavada en el escaparate dorado de nuestros corazones. Hay días que el amanecer suele ser más frío que de costumbre, días que sientes un pinchazo en el alma demasiado fuerte, casi desgarrador,
por una habitación que acaba de quedarse vacía, por un amigo que se va en silencio, por un fuerte desengaño o por -como a mi me ha ocurrido- el dolor de un hijo. Aún así, la vida continua y buscamos pequeños oasis donde poder aliviar nuestros traumas y levantar asi el ánimo.
Debemos estar preparados para cuando nos lleguen esos nubarrones que ocasionan grandes tormentas; la naturaleza de la vida nos enseñará golpeándonos donde más duele. Somos niños asustadizos que ante cualquier pesadumbre no sabemos la mayoría de las veces sobrellevar esta pesadilla, que se adueña de nosotros como un fantasma disfrazado de debilidad humana. Difícil situación cuando se presenta, pero debemos levantarnos heroícamente. Es nuestro preludio de satisfacción, porque no hay caminos con pétalos de rosa para llegar a la cima. A veces pienso que el gran éxito de la vida, la felicidad que todos anhelamos solo existe y se alberga en nuestro corazón soñador y él es el que nos da el poder de cambiar tormentas por rayos de sol y heridas por suaves pétalos .
Hay cosas que se afianzan cuando van pasando los años. Detalles que antes
pasaban desapercibidos, momentos importantes y situaciones normales, que ahora
mismo uno se percata de su grandeza.
La paz de un rojo atardecer por ejemplo, ese colorido con el que juegan las
nubes cuando van poco a poco escondiendo al sol, el sonido rugiente del mar, o
las pequeñas huellas que dejan los pies de un niño en la arena.
Solo mirando la inmensa línea del horizonte eres capaz de imaginar lo
maravilloso que es vivir. A pesar de las frustraciones, de la penas y
dificultades . A pesar de todo ello, merece la pena seguir.
No hay más que tres acontecimientos importantes en la vida:
nacer, vivir y morir.
No sentimos lo primero, sufrimos al morir, pero a veces nos olvidamos de vivir.
Decía Marcel Proust que la vida es hermosa si haces el esfuerzo por hallar hermosura en ella y que
más vale soñar la vida que vivirla, aunque vivirla también sea soñarla.
Entre tanta dificultad imagino un mundo completamente distinto. Un mundo sin odio, sin guerras, sin
dolor ¿Quién no lo ha hecho alguna vez?. Soñar no cuesta nada y es tan
fácil .......
Me hace falta soñar cuando la realidad me pesa
Me hace falta reír cuando la soledad me abruma
Me hace falta llorar cuando la tristeza me ahoga
Me hace falta sentir el calor de las emociones
Me hace falta aplaudir cuando saboreo el triunfo
Me hace falta asumir el valor de la paciencia
y sobre todo .....
Me hace falta valor para seguir en la lucha
para seguir entendiendo
lo difícil que resulta a veces la vida.
De verdad, me hace mucha falta.
Y por favor, no te olvides de VIVIR.