Noviembre en Madrid siempre ha sido un mes de nieblas. Ya estamos a finales y por el momento no hemos tenido días con este fenómeno atmosférico. Hace falta más frío, humedad y escasez de viento para poder disfrutarlo o padecerlo, porque la niebla influye en la salud, altera el estado de ánimo de las personas y no es amiga de los problemas respiratorios y circulatorios.
La niebla, el velo que oculta la imagen de bellos paisajes. Me gusta la niebla, caminar entre ella, sentirla húmeda y pegada, aunque esconda la cara de los tejados, borre la cima de las montañas y empavone el reloj de la torre. Mientras dura es como pasear por el misterio, pero ese ocultamiento de las formas que no están próximas y que nos llenan de incertidumbre y desasosiego pronto se disipa, levanta y entonces todo vuelve a ser nítido.
La niebla es comparable a nuestra mente, confusa de pensamiento y a veces demasiado ciega, pero tremendamente iluminada cuando se retira el velo de tristeza que la cubre y una nueva oportunidad comienza. Ya veis, así de generosa es la naturaleza y así de variable es la mente. Mi deseo es que nuestro ánimo no decaiga, que sigamos caminando por la vida si es posible con la nitidez de un amanecer, que en la niebla de los días un rayo de luz penetre hasta el fondo de los sentimientos y que a pesar de la espesura, podamos ver con claridad el camino que aún nos queda por recorrer.
La niebla es misteriosa, atrayente... enigmática...
Su humedad fría hace que te encojas ante ella, que disfrutes tan solo de lo cercano, como si tuviese la facultad de anular el resto de los sentidos, es silencio, soledad y amor.
Adoro la niebla, con su sensación de indefensión, de incertidumbre. Un fenómeno que la naturaleza nos regala, como tantos otros.
En las noches de noviembre cuando se despeja la niebla, me gusta mirar las estrellas - porque en Madrid hay estrellas- y están todas, algunas vestidas de bruma y otras tan encendidas que casi pueden velarte los ojos.
¡Precioso! me he entretenido leyéndolo despacio (siempre leo por el centro y a la carrera) disfrutando y visualizando la niebla, la que no está pero imagino. Las luces navideñas con niebla son el principio de un cuento. Un abrazo y un gracias por hacerme soñar.
ResponderEliminarTu comentario me ha dado una inyección de ánimo.
EliminarMañana tendremos niebla y saldré a pasear.
Gracias.
La niebla, en carretera lo he pasado mal.
ResponderEliminarEso de tene una cita para tal o cual hora y encontrarme con una niebla de esas espesas y tener que hacer adelantamientos, se la juega uno. Y tenía que hacerlo.
además a algunos que adelantas te toca la bocina.como diciendote, que haces "capullo"
manolo
Ese es el principal inconveniente de la niebla. Yo solo he escrito como veo el fenómeno atmosférico según voy caminando, si tengo que coger el volante, otro gallo cantaría. Es peligrosa lo sé.
EliminarCuídate.
Ya no veré la niebla de la misma manera. Un beso.
ResponderEliminarComo todo tiene su lado bueno y su lado menos bueno.
EliminarUn abrazo.
Hola Airblue , hermoso escrito. Hay un refrán que dice mañana de niebla tarde de paseo. La niebla a veces no nos deja ver el camino, es como si estuviésemos transitando entre la realidad y lo desconocido, pero de nuevo le damos la bienvenida a ese rayito tímido del sol, que nos hace llenarnos de alegrías.
ResponderEliminarUn fuerte abrazo!
Es como estar en el mundo de las sombras y pasar poco a poco a la luz, a la vida.
EliminarGracias Cristina.
Tu entrada me ha traido un buen recuerdo Airblue, Visitando los Picos de Europa por la parte de Cantabria, un banco de niebla nos cubrió durante unos minutos, pero cuando se despejo nos dejó uno de los paisajes mas bellos que se pueden contemplar.
ResponderEliminarUn beso.
Conozco muy bien esa zona, como la palma de la mano. La niebla entre montañas es muy densa, demasiado y cuando se disipa el verde del valle de Liébana no pude ser más hermoso.
EliminarAbrazos.
Unas letras llenas de encanto.
ResponderEliminarDespués de leerte, la niebla parece llena de belleza.
Un beso.
A mi me gusta, pese a sus limitaciones. Son fenómenos propios de la estación y como también me gusta el invierno, ya pienso en la nieve.
EliminarAbrazos Amalia.
En el campo me encanta la niebla, conduciendo o en la ciudad no, pero me da mucha paz en el campo, incluso cuando es impenetrable, el silencio es muy especial, me encanta... :)
ResponderEliminarBesos y salud
En el campo todo se ve de otra manera, nada tiene que ver con la ciudad, los edificios tapan y quitan todo el encanto de cualquier fenómeno atmosférico, qué suerte tienes.
EliminarUn abrazo y salud.
Hermosa forma de hacer querer incluso a esa niebla tan molesta a veces. Lástima que también existan personas cuya mente no deja nunca disipar los pensamientos que esconden. Les regalaría sólo un rayito de sol que les hiciera ver que siempre existe algo más allá de la oscuridad de ideas. Me encantó tu niebla y me acordaré de ti si podemos disfrutar de ella estos días.
ResponderEliminarUn abrazo
Viniendo de un escritor como tú, tu comentario vale mucho.
EliminarGracias muchas y un abrazo.
Qué bonito...
ResponderEliminarTe lo dedico a ti, mi flor más preciosa.
EliminarMe ha encantado tu texto Airblue, la comparativa con la mente, y el hecho de amar la vida como viene, pues así lo he interpretado. Un fuerte abrazo y buen fin de semana.
ResponderEliminarY lo has interpretado muy bien. Gracias y también feliz fin de semana.
EliminarLa niebla en el horizonte nubla la vista y la niebla en el corazón entriste el alma.
ResponderEliminarconfunde la mente y dificulta nuestro caminar.
Profunda reflexión nos regalas hoy, gracias.
Un abrazo.
Ambar
La niebla en el corazón es tan profunda que cuesta tremendamente que se disipe, esa es la niebla que no deseo que ocurra, que temo que se forme.
EliminarGracias a ti por tu comentario.
Abrazos.
Por donde vivo, muy raramente hay niebla, pero después de esta entrada tuya, pondré mucha atención, cuando haya, para encontrarle todas esas características tan mágicas que tu ya le has encontrado.
ResponderEliminarBesos de niebla azul.