Voz de mi hija

domingo, 8 de enero de 2017

Frío gélido.

 
Qué cierto es que la vida nos pone pruebas de la manera más insospechada, en el momento más inesperado y en fechas tan señaladas del año, como Navidad. Y qué cierto es también que la lucha por la supervivencia y por encima de todo la fe, nos ayuda a no flaquear para sobrellevar la carga con paciencia y esperanza.
Las pequeñas luces de colores que puse en mi árbol apenas han estado encendidas y la estrella en recuerdo de mi querida  madre tampoco ha lucido como de costumbre. He despertado de una pesadilla y de repente me encuentro con un Madrid lleno de hojas caídas que son el recuerdo de un otoño ya caducado y un recién estrenado invierno que ha empezado saludándome con un virus traicionero dando la bienvenida al año.

Llegó el General Invierno, como mi padre lo llamaba, que meteorológicamente hablando comienza alrededor del 7 de noviembre en el hemisferio norte y el 6 de mayo en el hemisferio sur. Llegó de nuevo el frío, las heladas, la escarcha. Las noches frías de enero en las que la luna tiembla y se arropa con el suave manto que cubre las estrellas.

No, no es agradable el frío gélido, ese que penetra por todos los poros de la piel y te hace estar encogido, que te empaña los cristales de las gafas y te humedece la nariz, el que cala hasta los huesos y entumece los sentidos. Sin embargo todo lo que estimula nuestra vida trayéndonos calor, frío, lluvia, viento, si es breve, es saludable, los cambios meteorológicos son necesarios.

A pesar de que hay gustos para todo, el frío suele traer paz. Las ciudades y los pueblos se arropan en el silencio, las casas y las estancias se vuelven acogedoras por el calor de ese silencio y en las calles, solo se escucha la melodía que silba el viento. La verdad es que me gusta poner un toque de romanticismo a todo y siempre trato de encontrar el lado bueno de las cosas. El frío conserva, aunque a veces no es fácil soportarlo cuando hasta las palabras se hielan.

Pero existe otro frío peor que el que podemos experimentar físicamente. El frío es la ausencia de calor en el cuerpo. El frío literal se puede apaciguar con un abrigo, una sopa, té caliente, un buen sistema de calefacción o la acogedora llama de una chimenea. Pero, ¿cómo se puede abrigar un corazón solitario, qué se puede hacer cuándo este corazón sufre una gran pérdida o ausencia, cuando no hay nadie alrededor que pueda brindarle apoyo, ni siquiera un abrazo para calentar un espíritu que está temblando?.


Tal vez alguna decepción del pasado, hizo que permanecieras largo tiempo soportando la nieve de la soledad, sin ningún tipo de abrigo. Posiblemente entregaste tu corazón a quien no lo merecía, alguien jugó con tus sentimientos y desestabilizó tus emociones. Puede que te hayas sentido engañado por confiar en alguien que te ha fallado y puedes también estar atravesando una fuerte tormenta de nieve, una avalancha de tristezas y decepciones. Entonces ocurre lo inevitable, se forma una gran bola de nieve que se va haciendo cada vez más grande y quedas envuelto en ella. 
Esa avalancha puede ser un sentimiento de culpa, los complejos e inseguridades que no te dejan vivir tranquilo. Tal vez estás esperando que alguien venga a rescatarte y esa ayuda nunca llega, sientes que estás en la recta final y pierdes la esperanza de que una mano te alcance y te levante.  Puede suceder que resbales en toda esa nieve fría que te rodea, y te quedes en espera de alguien que te acoja. El color blanco de la nieve representa la soledad de tu alma, el frío ha entumecido todo en ti y vives porque sin duda tu corazón late, pero hace mucho tiempo que caminas por senderos helados.



Hay un invierno en nuestro interior muy difícil de combatir. Cuando crees ser un fracasado, cuando deseas que otro viva la vida que a ti te ha tocado vivir y con la que nunca estás conforme.  Seguro que has visto a muchas personas montadas sobre un trineo, patinando o conduciendo cerca de donde estás tú y no se han detenido a curar las heridas que el frío te ha dejado. Es más, puede que estés delirando, con escalofríos, con una fiebre interna a punto de brotar porque la injusticia, la incomprensión, la soledad y tantas incongruencias te han dejado completamente aterido.

¡Qué crudo es este invierno!.
Sí, este es el auténtico frío, el peor, el que todos alguna vez hemos tenido que combatir y que solo sería suficiente una taza de amor para poder aliviarlo.

 


martes, 27 de diciembre de 2016

Reflexionando

 

Veo la vida como una gran sala
dentro de un espacio imaginario de luz.
Una gran sala decorada
con los sentimientos del mundo.

La puerta principal el Amor
las paredes los sentidos.
En las ventanas pájaros y sueños. 
En los sueños el alma del poeta.
 
Veo la vida como una gran sala.
Dentro, amor con tiempo para amar
amigos, familia, compañeros,
canto y poesía pura. 


 Veo la vida así, amigos y a pesar de todas las vicisitudes que presenta no se me ha olvidado sonreír, a veces no tengo ganas ni me apetece, entonces suelo estirar con las manos la comisura de los labios hasta conseguir al menos un gesto agradable.
Una mirada a la vida  en un momento difícil puede cambiar temores y dudas, dicen que los ojos son el espejo del alma y la forma de mirar es su modo de expresión.  
Hay que mirar la vida para extraer la belleza de todo lo que hay en ella. La bondad de un corazón, la sensualidad de una piel, la fragilidad de una flor, la sabiduría de un alma, y filtrar como un rayo de luz la belleza de los sentimientos para penetrar como un scanner en las emociones positivas.

En mi trayectoria he recorrido muchos caminos, mi mirada tiene pinceladas de intensos colores, valles, praderas, mares, estuarios, obras de arte, museos, iglesias, gentes de tantos lugares que ya ni las recuerdo. He leído y aprendido de sabios, de justicia, estadísticas y más saberes, que casi tengo olvidados. He buscado un lugar distinto, diferente, un guiño y una sonrisa que cuando apoyas las palmas en otras palmas, florecen ternuras. Y también he aprendido que cuando sueñas, acumulas cariño, y lo distribuyes al levantarte.

No se si es posible encontrar un mundo sin oscuridad, sin malos entendidos, ni prejuicios, donde la mentira no existe, ni la desconfianza, un lugar donde en el aire flota la música al compás de los latidos del corazón, donde puedes ver el alma de cada ser, traslúcida y etérea. Cerrando los ojos atraviesas distancias, todo está cerca, muy cerca y no existe el miedo. Un lugar donde te sientes protegido por la misma vida y cuando miras arriba, la luz de las estrellas ilumina el rostro más triste y es que son tan hermosas que parecen flores de terciopelo .

Lo que sí se es que la belleza  de la vida tiene forma y además contamos con la mirada para contemplarla. Si tuviera que elegir una manera de ver la vida, escogería los ojos del alma, con ellos no es difícil imaginarla.

Hay dos formas de ver la vida: una es creer que no existen milagros, la otra es
creer que todo es un milagro. - Albert Einstein
-


Adiós 2016, qué poco te queda ya, déjame que te diga que aún tengo tiempo para lograr mis sueños.

miércoles, 21 de diciembre de 2016

FELICIDADES A TODOS

 
 

Se acercan las Fiestas y empiezan los preparativos: los regalos, la decoración, el menú de la cena, el lugar donde reunirse...
Y surge la pregunta inevitable: "¿Cuántos somos el 24?".
Y en la respuesta aparecen, inevitablemente, las "sillas vacías", las personas que no están.
La persona que se fue lejos, la que la vida llevó por otro camino, la que eligió no estar, la que se enemistó, la que falleció.
Y comienza la tristeza.
 Las "sillas vacías" duelen y mucho. Es entonces cuando
necesito ese abrazo contenido y prolongado que no va a llegar...
Y extraño su sonrisa...
Y los ojos se llenan de lágrimas... duele...
Pero es la realidad, y la realidad hay que aceptarla.
Entonces suspiro hondo y girando la cabeza veo las "sillas ocupadas".
Son las personas que me aman. Y sonrío.
Así es la vida: pérdidas y ganancias...

Así voy a brindar el 24, con lágrimas contenidas por las "sillas vacías" y sonriendo desde el alma por las "sillas ocupadas".
Si, feliz a pesar de la tristeza.
Porque ser feliz no es necesariamente estar alegre. La alegría es una emoción pasajera que termina cuando el buen momento finaliza. La felicidad es otra cosa. Es un estado del alma. Ser feliz es estar en paz sabiendo que estoy recorriendo el camino correcto, el que coincide con el sentido de mi vida, el de mis errores y triunfos, con mis miedos y mi coraje... Mi camino, el que yo elegí.
Un camino en el que hice todo lo que pude por los que no están, a los que me brindé sin condiciones, a los que amé...

Posiblemente tú tendrás, como yo, "sillas vacías" en tu mesa este 24 de diciembre.
A pesar de eso, y por eso, te deseo una FELIZ NAVIDAD.
Ojalá puedas estar en paz  contigo mismo.


Yo elijo ser feliz mirando las sillas que aún están llenas y levanto mi copa agradeciendo a la vida, tenerlas. Y las vacías las completo en mi corazón con los buenos recuerdos cuando estaban ocupadas.



 FELICIDADES A TODOS.



lunes, 5 de diciembre de 2016

Hoy toca salud.


   Llega el frío y con él los dichosos resfriados, gripe y demás disfunciones respiratorias. Además el tiempo nublado y con menos horas de sol tiende a agravar los problemas depresivos y ansiosos, si encima el ritmo cotidiano lleno de prisas nos lleva a estar más estresados, solemos acudir a remedios que en contra de lo que parece, no sirven ni surgen el efecto deseado.

¿Quién no ha escuchado alguna vez el consejo de “tomar suplementos vitamínicos en las épocas de más estrés”? Es una de las indicaciones que vemos en la publicidad de los complejos vitamínicos, como si con ello se redujeran o eliminaran los síntomas asociados. ¿Es así? ¿Realmente necesitamos de estas pastillas vitamínicas para afrontar el día?
El sabio consejo de nuestras abuelas “come de todo” es básico para “sobrevivir” en el día a día, en cualquier época del año. Quien no dedica tiempo a una alimentación adecuada, carece de vitaminas básicas para desarrollar su vida con optimismo y energía.
Las vitaminas son sustancias químicas que se encuentran en pequeñas cantidades en los alimentos y son necesarias para la vida, la salud, la actividad física y para nuestro día a día.
Hay vitaminas vinculadas a componentes grasos de los alimentos, (liposolubles) y otras vinculadas a los líquidos (hidrosolubles). Entre las primeras, están las vitaminas A, D, E y K. En el segundo grupo se encuentran las vitaminas B1, B2, B3, B6, B12 y C.


Y cuál es la función de las vitaminas?, pues transformar los alimentos en energía, mantener en buen estado el sistema nervioso, mantener el sistema inmune aumentando las defensas, ayudar a un buen funcionamiento de nuestros neurotransmisores y todos sus componentes, son antioxidantes, mejoran la visión, son antibacterianas, protegen de enfermedades cardiovasculares,… Podríamos seguir así unos cuantos párrafos más, enumerando sus propiedades y beneficios para el sistema y todo con una finalidad: todo nuestro rendimiento físico y mental depende de ellas y, por supuesto, de una buena alimentación.
El ritmo de vida, el estrés y otros factores externos como el tabaco, café, té, alcohol y una determinada manera de cocer los alimentos en exceso, hace que las vitaminas no cumplan su función y pensamos, ante su carencia, que los complejos vitamínicos nos pueden ayudar. Pero ¿es realmente así?

 La dosis diaria de vitaminas que nuestro cuerpo necesita es de apenas un miligramo. Y como es inteligente, toda aquella dosis extra que no le hace falta, la excreta. Por ejemplo, la vitamina A es buena para la vista o para el crecimiento, tomada en exceso provoca náuseas y dolor de cabeza. Lo mismo ocurre con la vitamina D, buena para la absorción del calcio y formación de huesos, que en exceso puede producir calambres. Los aportes suplementarios solo deben estar indicados por un médico y en algunos casos son necesarios, por ejemplo, la B9 como suplemento de ácido fólico para las mujeres embarazadas, pues ayuda a la formación del sistema nervioso del feto.

Todos sabemos que el estrés es una consecuencia de un ritmo de vida que no somos capaces de soportar y la solución no es tomar vitaminas, sino reducir las vivencias que más ansiedad nos provocan, descansar y dormir las horas que nuestro cuerpo necesita para recuperar energía. La verdad es que cuesta mucho coger el sueño cuando las preocupaciones nos agobian, lo ideal sería desconectar cuando estamos en casa, si el trabajo es el culpable, y si no lo es, ayudarse con tisanas y procurar pensar en algo que nos guste, en algo positivo.

Y es vital mejorar nuestra dieta, comiendo de todo en la proporción correcta especialmente verduras, frutas y legumbres y si creemos que nos irían bien algunas vitaminas de más podemos obtenerlas de los alimentos que las contienen.
Os dejo una serie de alimentos beneficiosos para el cuerpo y acordes con la estación en la que nos encontremos:

  
    . Aguacate: rico en vitamina E, cuidará tu piel (más expuesta a los rayos de sol) y un excelente acompañante de ensaladas fresquitas.
  • Sardinas: Ricas en ácidos omega 3, son cardiosaludables.
  • Frutos secos: como nueces y avellanas, los primeros también ricos en ácidos omega 3 y los segundos en Vitamina E.
  • Sandías y melones: ricos en vitaminas C y A.
  • Tomates: ricos en vitaminas A, B, C, E y K. Uno de los mejores alimentos para el verano, además contiene antioxidantes y carotenoides, protectores del desgaste celular y del corazón.
  • Zanahorias: con antioxidantes y vitamina A, E y K, con abundante betacaroteno que protege tu piel y te ayuda a tener un tono más bonito en verano.

Ya sabes, mejora tu alimentación y mejorarás tu salud.
Hay veces que necesitamos vitaminas, pero para el alma.

lunes, 28 de noviembre de 2016

Niebla

 


Noviembre en Madrid siempre ha sido un mes de nieblas. Ya estamos a finales y por el momento no hemos tenido días con este fenómeno atmosférico. Hace falta más frío, humedad y escasez de viento para poder disfrutarlo o padecerlo, porque la niebla influye en la salud, altera el estado de ánimo de las personas y no es amiga de los problemas respiratorios y circulatorios.


 


La niebla, el velo que oculta la imagen de bellos paisajes. Me gusta la niebla, caminar entre ella, sentirla húmeda y pegada, aunque esconda la cara de los tejados, borre la cima de las montañas y empavone el reloj de la torre. Mientras dura es como pasear por el misterio,  pero ese ocultamiento de las formas que no están próximas y que nos llenan de incertidumbre y desasosiego pronto se disipa, levanta y entonces todo vuelve a ser nítido.

 La niebla es comparable a nuestra mente, confusa de pensamiento y a veces demasiado ciega, pero tremendamente iluminada cuando se retira el velo de tristeza que la cubre y una nueva oportunidad comienza. Ya veis, así de generosa es la naturaleza y así de variable es la mente. Mi deseo es que nuestro ánimo no decaiga, que sigamos caminando por la vida si es posible con la nitidez de un amanecer, que en la niebla de los días un rayo de luz penetre hasta el fondo de los sentimientos y que a pesar de la espesura, podamos ver con claridad el camino que aún nos queda por recorrer.



 La niebla es misteriosa, atrayente... enigmática...
Su humedad fría hace que te encojas ante ella, que disfrutes tan solo de lo cercano, como si tuviese la facultad de anular el resto de los sentidos, es silencio, soledad y amor.
Adoro la niebla, con su sensación de indefensión, de incertidumbre. Un fenómeno que la naturaleza nos regala, como tantos otros.

En las noches de noviembre cuando se despeja la niebla, me gusta mirar las estrellas - porque en Madrid hay estrellas- y están todas, algunas vestidas de bruma y otras tan encendidas que casi pueden velarte los ojos.


 

domingo, 13 de noviembre de 2016

Homenaje a Leonard Cohen y su canción más representativa.




Premio Príncipe de Asturias de las Letras 2011


"Y entonces ya tenía una voz, pero no tenía el instrumento para expresarla, no tenía una canción.
Voy a contarles muy brevemente la historia de cómo conseguí mi canción.
Porque era un guitarrista mediocre, aporreaba la guitarra, solo sabía unos cuantos acordes. Me sentaba con mis amigos, mis colegas, bebiendo y cantando canciones, pero en mil años nunca me vi a mí mismo como músico o como cantante.
Pero un día, a principios de los 60, estaba de visita en casa de mi madre en Montreal. Su casa está junto a un parque y en el parque hay una pista de tenis y allí va mucha gente a ver a los jóvenes tenistas disfrutar de su deporte. Fui a ese parque, que conocía de mi infancia, y había un joven tocando la guitarra. Tocaba una guitarra flamenca y estaba rodeado de dos o tres chicas y chicos que le escuchaban. Y me encantó cómo tocaba. Había algo en su manera de tocar que me cautivó. Yo quería tocar así y sabía que nunca sería capaz.
Así que me senté allí un rato con los que le escuchaban y cuando se hizo un silencio, un silencio apropiado, le pregunté si me daría clases de guitarra. Era un joven de España, y solo podíamos entendernos en un poquito de francés, él no hablaba inglés. Y accedió a darme clases de guitarra. Le señalé la casa de mi madre, que se veía desde las pistas de tenis, quedamos y establecimos el precio de las clases.
Vino a casa de mi madre al día siguiente y dijo: “Déjame oírte tocar algo”. Yo intenté tocar algo, y él dijo: “No tienes ni idea de cómo tocar, ¿verdad?”. Yo le dije: “No, la verdad es que no sé tocar”. “En primer lugar déjame que afine la guitarra, porque está desafinada”, dijo él. Cogió la guitarra y la afinó. Y dijo: “No es una mala guitarra”. No era la Conde, pero no era una guitarra mala. Me la devolvió y dijo: “Toca ahora”. No pude tocar mejor, la verdad.
Me dijo: “Deja que te enseñe algunos acordes”. Y cogió la guitarra y produjo un sonido con aquella guitarra que yo jamás había oído. Y tocó una secuencia de acordes en trémolo, y dijo: “Ahora hazlo tú”. Yo respondí: “No hay duda alguna de que no sé hacerlo”. Y él dijo: “Déjame que ponga tus dedos en los trastes”, y lo hizo “y ahora toca”, volvió a decir. Fue un desastre. “Volveré mañana”, me dijo.
Volvió al día siguiente, me puso las manos en la guitarra, la colocó en mi regazo, de manera adecuada, y empecé otra vez con esos seis acordes –una progresión de seis acordes en la que se basan muchas canciones flamencas–. Lo hice un poco mejor ese día. Al tercer día la cosa, de alguna, manera mejoró. Yo ya sabía los acordes. Y sabía que aunque no podía coordinar los dedos para producir el trémolo correcto, conocía los acordes, los sabía muy, muy bien.
Al día siguiente no vino, él no vino. Yo tenía el número de la pensión en la que se hospedaba en Montreal. Llamé por teléfono para ver por qué no había venido a la cita y me dijeron que se había quitado la vida, que se había suicidado.
Yo no sabía nada de aquel hombre. No sabía de qué parte de España procedía. Desconocía porqué había venido a Montreal, porqué se quedó allí. No sabía porqué estaba en aquella pista de tenis. No tenía ni idea de porqué se había quitado la vida. Estaba muy triste, evidentemente.
Pero ahora desvelo algo que nunca había contado en público. Esos seis acordes, esa pauta de sonido de la guitarra han sido la base de todas mis canciones y de toda mi música. Y ahora podrán comenzar a entender las dimensiones de mi gratitud a este país.
Todo lo que han encontrado de bueno en mi trabajo, en mi obra, viene de este lugar. Todo lo que ustedes han encontrado de bueno en mis canciones y en mi poesía está inspirado por esta tierra.
Y, por tanto, les agradezco enormemente esta cálida hospitalidad que han mostrado a mi obra, porque es realmente suya, y ustedes me han permitido añadir mi firma al final de la página".

viernes, 4 de noviembre de 2016

Cipreses


Noviembre, un mes con fama de triste que comienza recordando a los que ya no están con nosotros. Mes que huele a crisantemos, a gotas de niebla y los cipreses se alzan al cielo, mientras a lo lejos se oyen los pasos de don Juan Tenorio.
Lloran los cipreses, sus copas bailan con el viento la canción más triste del otoño y un leve sonido sepulcral vigila el sueño de los muertos. 

Decía Ramón Gómez De La Serna que "un cementerio es una gran botica fracasada", una frase que puede parecer polémica pero que no le falta razón.


 
Entre cipreses caminé al compás del viento y con un movimiento encadenado, desfilaron ante mí escenas del pasado. Entonces, las palabras se congelan y siempre una lágrima se escapa. Aferrada al recuerdo apreté mis manos, cerré los ojos y sepulté el suspiro. Detuve el tiempo cerrando todas las compuertas, y en esa breve paz encerré con siete llaves todo el infinito. 

En noviembre el frío vuelve. Feliz mes.